21/11/2017, 23:03
Arrebujado en su larga túnica de color gris, Datsue cruzaba las calles de Yamiria con las manos en los bolsillos y un gorro de lana blanco sobre la cabeza, que ocultaba su cabellera y sus orejas protegiéndolas del frío invernal. A su lado, Akame. Por separado, eran simplemente dos ninjas de Uzu. Dos compatriotas. Dos Uchihas. Pero juntos…
… Juntos eran los Hermanos del Desierto.
Por eso Datsue caminaba de aquella forma tan suya cuando se encontraba en confianza. Algunos dirían que extrañamente elegante; otros, chulesca y ridícula; y unos pocos, hasta provocadora y belicosa. Porque Datsue caminaba sacando pecho y bamboleando ligeramente los hombros de un lado a otro, como si aquel mundo le perteneciese y cuidado con el que se cruzase en su camino, porque eso significaría…
…«que se cruzan también con el de Akame»
—Podríamos empezar por el Molino Rojo —sugirió.
Como bien había informado a Akame, el Molino Rojo era un club de gran reputación —se le había escapado una sonrisa irónica al decirlo—, frecuentado en el pasado por Kojuro Shinzo, el hombre al que buscaban. Aquel hombre había contraído una deuda con los señores del Hierro, y, según la carta que Shinjaka le había enviado, a través de su socio de la tienda de armas, la rata había empezado a perder el miedo de salir de su madriguera. Había llegado el momento. Era la hora.
En un principio aquel encargo, sellado a fuego y sangre en su hombro derecho, iba a realizarlo junto a Riko. Después de todo, él había estado presente cuando el Uchiha se había metido de lleno en todo aquel embrollo. Ahora, sin embargo, no podía pensar en nadie mejor que Akame para acompañarle.
Convencerle no fue del todo fácil, como nunca era nada con su hermano. Al final tuvo que dejar de irse por las ramas y de prometerle el oro y el moro para contarle simplemente la verdad: estaba en un aprieto. No sabía qué sucedería si no cumplía su parte del trato, y le necesitaba para aquello.
Luego, le contó con pelos y señales todo lo que sabía sobre su objetivo. Había realizado un encargo a Soroku —el hombre que contrató a Datsue—, por unos veinticinco mil ryōs, pagando tan solo la mitad y escudándose en un conflicto con sus prestamistas. El encargo había sido para el Torneo del Valle de los Dojos, y al parecer era un comerciante sin familia conocida, pero que había alcanzado lo más alto allí en Tanzaku Gai. Era de facciones cuadradas y bien marcadas, de piel blanca, y llevaba siempre el pelo engominado. Aparte de aquello, Datsue solo sabía que tenía una gran habilidad para esconderse y su residencia era desconocida.
Datsue se detuvo de pronto, acordándose de algo.
—¡Hostia, tío! ¡Perdona! ¡Se me había olvidado! —exclamó, dándose una palmada en la frente—. Tu padre vivía aquí, ¿no? ¿Quieres pegarle una visita antes de embarcarnos en todo esto? Quizá hasta tenga la información que buscamos…
… Juntos eran los Hermanos del Desierto.
Por eso Datsue caminaba de aquella forma tan suya cuando se encontraba en confianza. Algunos dirían que extrañamente elegante; otros, chulesca y ridícula; y unos pocos, hasta provocadora y belicosa. Porque Datsue caminaba sacando pecho y bamboleando ligeramente los hombros de un lado a otro, como si aquel mundo le perteneciese y cuidado con el que se cruzase en su camino, porque eso significaría…
…«que se cruzan también con el de Akame»
—Podríamos empezar por el Molino Rojo —sugirió.
Como bien había informado a Akame, el Molino Rojo era un club de gran reputación —se le había escapado una sonrisa irónica al decirlo—, frecuentado en el pasado por Kojuro Shinzo, el hombre al que buscaban. Aquel hombre había contraído una deuda con los señores del Hierro, y, según la carta que Shinjaka le había enviado, a través de su socio de la tienda de armas, la rata había empezado a perder el miedo de salir de su madriguera. Había llegado el momento. Era la hora.
En un principio aquel encargo, sellado a fuego y sangre en su hombro derecho, iba a realizarlo junto a Riko. Después de todo, él había estado presente cuando el Uchiha se había metido de lleno en todo aquel embrollo. Ahora, sin embargo, no podía pensar en nadie mejor que Akame para acompañarle.
Convencerle no fue del todo fácil, como nunca era nada con su hermano. Al final tuvo que dejar de irse por las ramas y de prometerle el oro y el moro para contarle simplemente la verdad: estaba en un aprieto. No sabía qué sucedería si no cumplía su parte del trato, y le necesitaba para aquello.
Luego, le contó con pelos y señales todo lo que sabía sobre su objetivo. Había realizado un encargo a Soroku —el hombre que contrató a Datsue—, por unos veinticinco mil ryōs, pagando tan solo la mitad y escudándose en un conflicto con sus prestamistas. El encargo había sido para el Torneo del Valle de los Dojos, y al parecer era un comerciante sin familia conocida, pero que había alcanzado lo más alto allí en Tanzaku Gai. Era de facciones cuadradas y bien marcadas, de piel blanca, y llevaba siempre el pelo engominado. Aparte de aquello, Datsue solo sabía que tenía una gran habilidad para esconderse y su residencia era desconocida.
Datsue se detuvo de pronto, acordándose de algo.
—¡Hostia, tío! ¡Perdona! ¡Se me había olvidado! —exclamó, dándose una palmada en la frente—. Tu padre vivía aquí, ¿no? ¿Quieres pegarle una visita antes de embarcarnos en todo esto? Quizá hasta tenga la información que buscamos…
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado