27/11/2017, 18:35
El destartalado hombre miró hacia el otro lado, donde los caballos esperaban. Llevó su mirada por toda la superficie de esas bravas aguas, y tras calcular sus asuntos, devolvió la mirada a los chicos. Ninguno de los jóvenes parecían querer montase en su barcaza, cada cuál argumentando lo que vio oportuno. El máximo denominador común era que no montarían, fuese por un motivo u otro.
El hombre mostró una mirada desconcertada, no parecía entender el porqué no querían subir. Estiró su siniestra hacia la otra orilla, y elevó un tanto la diestra en lo que parecía encogerse de hombros. —Si puedo llevaros sin problemas, jovencitos. Deben tomar esos caballos para ir a casa de los señores Iudawa, ¿acaso no son los que se encargan de ver qué sucede en Nokoto?
»Solo hay una opción para no levantar sospechas estando por ese pueblo, yendo con algún lugareño. Vamos, no tengo todo el día.
Tras de ellos, un hombre alto y esbelto —que apenas rozaba la tercera década de vida— se acercó hasta el calvo, se estiró levemente hacia éste. —Disculpe, ¿van a tomar esa barcaza? De lo contrario la tomaré yo. —anunció sin titubeos. —Tengo que llevar esos paquetes a la otra orilla, y me cunde prisa.
El hombre danzó su mano hacia su espalda, y girandose con el mismo gesto, señaló unos cuantos paquetes embalados que habían sobre el suelo. Se veía que éste tenía asuntos que cumplir, y no era un shinobi para poder cruzar la distancia a pie.
El hombre mostró una mirada desconcertada, no parecía entender el porqué no querían subir. Estiró su siniestra hacia la otra orilla, y elevó un tanto la diestra en lo que parecía encogerse de hombros. —Si puedo llevaros sin problemas, jovencitos. Deben tomar esos caballos para ir a casa de los señores Iudawa, ¿acaso no son los que se encargan de ver qué sucede en Nokoto?
»Solo hay una opción para no levantar sospechas estando por ese pueblo, yendo con algún lugareño. Vamos, no tengo todo el día.
Tras de ellos, un hombre alto y esbelto —que apenas rozaba la tercera década de vida— se acercó hasta el calvo, se estiró levemente hacia éste. —Disculpe, ¿van a tomar esa barcaza? De lo contrario la tomaré yo. —anunció sin titubeos. —Tengo que llevar esos paquetes a la otra orilla, y me cunde prisa.
El hombre danzó su mano hacia su espalda, y girandose con el mismo gesto, señaló unos cuantos paquetes embalados que habían sobre el suelo. Se veía que éste tenía asuntos que cumplir, y no era un shinobi para poder cruzar la distancia a pie.