1/12/2017, 17:18
El chico apartó sus ojos de los orbes de la pelirroja, alegando que fue horrible. Los quemaban, los cortaban a pedacitos, los calcinaban hasta que no quedaban de ellos mas que cenizas... no hacían distinción entre grandes y pequeños, arrasaban con todos por igual.
«¿Acaso habla de su familia... o de conocidos suyos?»
La mirada del chico se fijó de nuevo en la chica, y terminó por relatar de quienes se trataban. Su historia era acerca de todo tipo de billete —dinero— y su preocupación parecía ser tan solo esa tontería. Alegaba que jamás había visto tal crueldad, que se trataba de unos bárbaros sin piedad.
Por un instante quedó sorprendida, sin saber qué contestar. Sus orbes quedaron totalmente abiertos, cual búho al encontrar a su presa. De pronto, ambos rieron. No era para menos, semejante chorrada... era imposible que eso fuese la razón de sus pesadillas. El chico terminó por admitir que no se trataba de eso, y haciendo uso de unas palabras muy concretas —las de la chica—, aclaró que en otro momento quizás le contase la verdad.
Datsue notó que la chica andaba helada, quizás por el tacto de sus manos en su piel, o simplemente por su propio tacto en la cintura de la chica. Las temperaturas no eran para nada agradables, era un maldito congelador ese maldito desierto. Maldita fuese la hora en que quiso atravesarlo...
Sin mas, abrió la cremallera, e instó a la chica para que se metiese junto a él, relejando que así entraría en calor. La pelirroja se vio atrapada por la trampa de una araña león, creada en ésta ocasión por un Uchiha que no parecía tan venenoso ni tan mortífero. Evidentemente, no se puede juzgar a un libro por su título.
—Ey... —se quejó, aunque no con demasiado esfuerzo.
Clavó sus manos a ambos costados del chico, casi abrazándolo, y dejó reposar su cabeza al costado de la suya. Tomó aire, y lo dejó escapar en un denso pero breve suspiro.
—Me gustaría quedarme así toda la noche, pero... —siempre hay un pero... —uno de los dos debe continuar la vigilancia, por aburrida que sea...
»Intenta dormir un poco, yo continuo la guardia. Eso si, mañana me tendrás que cubrir las espaldas al menos un ratito, ¿vale? —con las mismas, se apartó un poco. Hizo una leve pausa, y le propinó un fugaz y efímero beso en los labios —suficiente para embelesarlo— para terminar de separase. Volvería a la guardia, y terminaría ella la noche. A la mañana estaría un poco muerta de sueño y cansancio, pero... tampoco sería bueno si ambos quedasen en el mismo estado, al menos uno debía estar en plena condición.
«¿Acaso habla de su familia... o de conocidos suyos?»
La mirada del chico se fijó de nuevo en la chica, y terminó por relatar de quienes se trataban. Su historia era acerca de todo tipo de billete —dinero— y su preocupación parecía ser tan solo esa tontería. Alegaba que jamás había visto tal crueldad, que se trataba de unos bárbaros sin piedad.
Por un instante quedó sorprendida, sin saber qué contestar. Sus orbes quedaron totalmente abiertos, cual búho al encontrar a su presa. De pronto, ambos rieron. No era para menos, semejante chorrada... era imposible que eso fuese la razón de sus pesadillas. El chico terminó por admitir que no se trataba de eso, y haciendo uso de unas palabras muy concretas —las de la chica—, aclaró que en otro momento quizás le contase la verdad.
Datsue notó que la chica andaba helada, quizás por el tacto de sus manos en su piel, o simplemente por su propio tacto en la cintura de la chica. Las temperaturas no eran para nada agradables, era un maldito congelador ese maldito desierto. Maldita fuese la hora en que quiso atravesarlo...
Sin mas, abrió la cremallera, e instó a la chica para que se metiese junto a él, relejando que así entraría en calor. La pelirroja se vio atrapada por la trampa de una araña león, creada en ésta ocasión por un Uchiha que no parecía tan venenoso ni tan mortífero. Evidentemente, no se puede juzgar a un libro por su título.
—Ey... —se quejó, aunque no con demasiado esfuerzo.
Clavó sus manos a ambos costados del chico, casi abrazándolo, y dejó reposar su cabeza al costado de la suya. Tomó aire, y lo dejó escapar en un denso pero breve suspiro.
—Me gustaría quedarme así toda la noche, pero... —siempre hay un pero... —uno de los dos debe continuar la vigilancia, por aburrida que sea...
»Intenta dormir un poco, yo continuo la guardia. Eso si, mañana me tendrás que cubrir las espaldas al menos un ratito, ¿vale? —con las mismas, se apartó un poco. Hizo una leve pausa, y le propinó un fugaz y efímero beso en los labios —suficiente para embelesarlo— para terminar de separase. Volvería a la guardia, y terminaría ella la noche. A la mañana estaría un poco muerta de sueño y cansancio, pero... tampoco sería bueno si ambos quedasen en el mismo estado, al menos uno debía estar en plena condición.
![[Imagen: 2UsPzKd.gif]](http://i.imgur.com/2UsPzKd.gif)