3/12/2017, 00:09
(Última modificación: 3/12/2017, 00:09 por Uchiha Akame.)
Akame disimuló mientras aguantaba la respiración, expectante por ver el resultado del atrevido movimiento de su Hermano. Datsue siempre se había manejado mejor que él en el ambiente del subterfugio y el engaño, y por eso el mayor de los Uchiha tenía confianza en la estrategia de su compadre. Sin embargo, siempre quedaba ese pellizco en el estómago, ese recoveco de duda, que albergaba una pequeña posibilidad de que todo se fuera al diablo en cualquier momento. Era un sentimiento característico para Akame, un sexto sentido, una alarma anti-desastres que le hacía mantenerse siempre atento. Al principio él —ignorantemente— lo había atribuído a la inexperiencia y los nervios de un ninja novato; con el tiempo se había acabado dando cuenta que aquella vocecita en su cabeza que le recordaba que todo podía salir mal en cualquier momento era lo que permitía a algunos shinobi llegar a viejos.
Sea como fuere, el engaño acabó funcionando y ambos se vieron dentro del Molino Rojo. El Uchiha observó a su alrededor, tratando de disimular su estupefacción; nunca había estado en un local como aquel, y mucho menos con un objetivo como el que le traía allí en ese día. Akame se volteó hacia su Hermano y susurró.
—¿Y tu contacto?
Sin más información sobre el objetivo, iba a ser tarea casi imposible localizarlo en medio de aquella locura de luces, curvas femeninas, alcohol y bullicio general.
De repente un par de muchachas se les acercaron con aire coqueto, y Akame se dejó querer. «Por la misión», se dijo. Cuando una de ellas le tomó de la mano y se la colocó en su propio pecho, el Uchiha no pudo evitar sobresaltarse momentáneamente. Se lamentó al instante y, tratando de adoptar una actitud segura y adulta, habló mientras estiraba del brazo a una de ellas para darle una vuelta completa.
—Pero qué angelito más delicioso mi amor —soltó una risa forzada—. Huele más rico que billete nuevo.
Se sintió ridículo por un brevísimo instante. Luego recordó que ya no era Uchiha Akame, gennin de Uzushiogakure; sino Kurusu Ashito, acaudalado muchacho de Kaze no Kuni. Y Kurusu Ashito podía permitirse hablar a aquellas mujeres como Uchiha Akame jamás se habría atrevido.
—¿Qué tal si nos sentamos, eh? —interpeló a su Hermano.
Sea como fuere, el engaño acabó funcionando y ambos se vieron dentro del Molino Rojo. El Uchiha observó a su alrededor, tratando de disimular su estupefacción; nunca había estado en un local como aquel, y mucho menos con un objetivo como el que le traía allí en ese día. Akame se volteó hacia su Hermano y susurró.
—¿Y tu contacto?
Sin más información sobre el objetivo, iba a ser tarea casi imposible localizarlo en medio de aquella locura de luces, curvas femeninas, alcohol y bullicio general.
De repente un par de muchachas se les acercaron con aire coqueto, y Akame se dejó querer. «Por la misión», se dijo. Cuando una de ellas le tomó de la mano y se la colocó en su propio pecho, el Uchiha no pudo evitar sobresaltarse momentáneamente. Se lamentó al instante y, tratando de adoptar una actitud segura y adulta, habló mientras estiraba del brazo a una de ellas para darle una vuelta completa.
—Pero qué angelito más delicioso mi amor —soltó una risa forzada—. Huele más rico que billete nuevo.
Se sintió ridículo por un brevísimo instante. Luego recordó que ya no era Uchiha Akame, gennin de Uzushiogakure; sino Kurusu Ashito, acaudalado muchacho de Kaze no Kuni. Y Kurusu Ashito podía permitirse hablar a aquellas mujeres como Uchiha Akame jamás se habría atrevido.
—¿Qué tal si nos sentamos, eh? —interpeló a su Hermano.