3/12/2017, 04:08
Aiko aún mantenía la mirada en la única tienda sin desplegar, aunque no sabía exactamente a quién echaba en falta. De pronto, Datsue habló con el resto, con los que daban prisas por proseguir el viaje a falta de un miembro. Sin duda alguna, era de lo mas raro... ¿como evitar la curiosidad? Muten Roshi fue el que dio respuesta a tal pregunta, dando a conocer quién era el rezagado. Tras de ello, llamó la atención de la kunoichi, la cuál apenas apartaba la mirada de la tienda.
«Así que don bigote verde no nos acompañará... que raro...»
Tomó rumbo hacia el profesor Roshi, y paró a no demasiada distancia. Fue entonces que el profesor informó de que Banadoru no les había dicho toda la verdad. La chica arqueó una ceja, no entendía a qué se refería. Sin embargo, sus dudas no tardaron en ser respondidas. No se dirigían hacia la pintoresca y olvidada biblioteca, si no hacia unas ruinas cercanas a las pirámides de Sanbei. Explicó que ese era el motivo por el cuál dejaban atrás al emisario.
«Pero entonces... cuando despierte, se dará cuenta de todo ésto...»
Desvió la mirada hacia la tienda de nuevo, intrigada. Pero el profesor no había terminado de hablar, no señor. La noche anterior habían sedado al hombre, al menos eso decía el profesor. Continuó su explicación diciendo que éste despertaría en unas cuantas horas, y que tenía agua y comida para sobrevivir hasta llegar al pueblo mas cercano.
Los dos obreros salieron de la tienda al cabo del rato, y se subieron apresurados al carro, tras lo cuál pasaron a mando de Jonaro. Éste lucía especialmente nervioso, algo que sin duda no pegaba con su apariencia, o con el tipo de hombre por el que la kunoichi lo había tomado.
¿Por qué esos nervios?
La chica mostró una amplia sonrisa, una felicidad que no podía ocultar le invadía. —Mentiría si dijese que no agrada el nuevo rumbo que ha tomado ésto...
Estaba todo dispuesto para continuar el viaje hacia esas intrigantes ruinas, y anunciaron que debían llegar antes del anochecer con las mismas. Aiko sin embargo, aparentaba mas que otra cosa, la curiosidad era algo con lo que no podía combatir... Con gesto disimulado, dejó caer un papel al suelo, que poco a poco se fue deslizando por el aire mientras que el convoy marchaba. Éste no era un papel cualquier, se trataba de su especialidad, ninjutsu de origami. Como por arte de magia, el papel se transformaría en una mariposa —que ni corta ni perezosa— buscaría adentrarse en la tienda del señor Benimaru.
«¿Para qué han entrado ese par de tipos en la tienda si ya estaba dormido don bigote verde...?»
No pasaba nada por echarle un vistazo...
«Así que don bigote verde no nos acompañará... que raro...»
Tomó rumbo hacia el profesor Roshi, y paró a no demasiada distancia. Fue entonces que el profesor informó de que Banadoru no les había dicho toda la verdad. La chica arqueó una ceja, no entendía a qué se refería. Sin embargo, sus dudas no tardaron en ser respondidas. No se dirigían hacia la pintoresca y olvidada biblioteca, si no hacia unas ruinas cercanas a las pirámides de Sanbei. Explicó que ese era el motivo por el cuál dejaban atrás al emisario.
«Pero entonces... cuando despierte, se dará cuenta de todo ésto...»
Desvió la mirada hacia la tienda de nuevo, intrigada. Pero el profesor no había terminado de hablar, no señor. La noche anterior habían sedado al hombre, al menos eso decía el profesor. Continuó su explicación diciendo que éste despertaría en unas cuantas horas, y que tenía agua y comida para sobrevivir hasta llegar al pueblo mas cercano.
Los dos obreros salieron de la tienda al cabo del rato, y se subieron apresurados al carro, tras lo cuál pasaron a mando de Jonaro. Éste lucía especialmente nervioso, algo que sin duda no pegaba con su apariencia, o con el tipo de hombre por el que la kunoichi lo había tomado.
¿Por qué esos nervios?
La chica mostró una amplia sonrisa, una felicidad que no podía ocultar le invadía. —Mentiría si dijese que no agrada el nuevo rumbo que ha tomado ésto...
Estaba todo dispuesto para continuar el viaje hacia esas intrigantes ruinas, y anunciaron que debían llegar antes del anochecer con las mismas. Aiko sin embargo, aparentaba mas que otra cosa, la curiosidad era algo con lo que no podía combatir... Con gesto disimulado, dejó caer un papel al suelo, que poco a poco se fue deslizando por el aire mientras que el convoy marchaba. Éste no era un papel cualquier, se trataba de su especialidad, ninjutsu de origami. Como por arte de magia, el papel se transformaría en una mariposa —que ni corta ni perezosa— buscaría adentrarse en la tienda del señor Benimaru.
«¿Para qué han entrado ese par de tipos en la tienda si ya estaba dormido don bigote verde...?»
No pasaba nada por echarle un vistazo...
![[Imagen: 2UsPzKd.gif]](http://i.imgur.com/2UsPzKd.gif)