3/12/2017, 15:44
Definitivamente, aquel anciano comenzaba a hacer que Eri quisiese salir corriendo de allí, probablemente de Ichiban, y refugiarse entre las cuatro paredes de su villa. Volvió a removerse en el sitio, inquieta, y la verdad es que... ¡No entendía ni una sola palabra de lo que estaban hablando! Ahora hablaban sobre el edificio en ruinas, ¿es que, acaso, mantenía alguna relación la mansión del señor Takeda con aquel lugar? Era algo que ella ni había intuido, hasta ahora.
Y seguía sin saber muy bien si podía hacer la relación.
—Un anciano sabe, un anciano estuvo... Allí. En... En el templo. El templo de la Estrella Negra... Y... Y los niños... Los niños...
«¿Qué templo? ¿Qué niños? ¿De qué está hablando este señor?» La joven pelirroja no sabía cómo reaccionar ante los gimoteos del hombre hasta que finalmente rompió en llanto, apagado; pero ella no logró sentir lástima por aquel hombre, le dolía verle llorar, pero también sabía que algo guardaba en su interior y que entre palabrería sin sentido no lo estaba diciendo.
—Céntrate, anciano.
Aquella voz fue la de Akame, y Eri lo miró, con un rostro indescifrable. Aquella orden era lo que podía desatar al anciano, o bien hacerlo callar. Tragó grueso y volvió a mirarle, pero el anciano aún parecía reacio a contestar con verdaderas respuestas. Tampoco era muy fan de lo que estaba haciendo Akame, sin duda; pero... A veces...
Volvió a morder su labio inferior, justo cuando tomó el brazo de Datsue. Ella tomó su otro brazo, por instinto, por miedo, por si acaso el anciando decidía hacerle daño, cuando añadió:
—El tiempo es un círculo plano. ¿Cuántas veces hemos tenido esta conversación, ninjas?
—Una —mencionó la joven, con voz queda —. ¿Existe una relación entre el templo que yace en ruinas y la mansión del señor Takeda, anciano? —preguntó aún sujetando fuertemente a Datsue de la muñeca, sin dejarlo ir ni de mirar al hombre a los ojos.
Y seguía sin saber muy bien si podía hacer la relación.
—Un anciano sabe, un anciano estuvo... Allí. En... En el templo. El templo de la Estrella Negra... Y... Y los niños... Los niños...
«¿Qué templo? ¿Qué niños? ¿De qué está hablando este señor?» La joven pelirroja no sabía cómo reaccionar ante los gimoteos del hombre hasta que finalmente rompió en llanto, apagado; pero ella no logró sentir lástima por aquel hombre, le dolía verle llorar, pero también sabía que algo guardaba en su interior y que entre palabrería sin sentido no lo estaba diciendo.
—Céntrate, anciano.
Aquella voz fue la de Akame, y Eri lo miró, con un rostro indescifrable. Aquella orden era lo que podía desatar al anciano, o bien hacerlo callar. Tragó grueso y volvió a mirarle, pero el anciano aún parecía reacio a contestar con verdaderas respuestas. Tampoco era muy fan de lo que estaba haciendo Akame, sin duda; pero... A veces...
Volvió a morder su labio inferior, justo cuando tomó el brazo de Datsue. Ella tomó su otro brazo, por instinto, por miedo, por si acaso el anciando decidía hacerle daño, cuando añadió:
—El tiempo es un círculo plano. ¿Cuántas veces hemos tenido esta conversación, ninjas?
—Una —mencionó la joven, con voz queda —. ¿Existe una relación entre el templo que yace en ruinas y la mansión del señor Takeda, anciano? —preguntó aún sujetando fuertemente a Datsue de la muñeca, sin dejarlo ir ni de mirar al hombre a los ojos.