4/12/2017, 18:28
(Última modificación: 4/12/2017, 19:36 por Uchiha Akame.)
La respiración del anciano se aceleraba dentro de su viejo pecho, que silbaba como un fuelle roto. El ambiente parecía haberse enrarecido y los muchachos pudieron notar un regusto a... «Aluminio y, ¿cenizas?» Akame, que mantenía su atención centrada en el hombre, observó impávido cómo su rostro se iba desencajando en varias muecas que le hacían parecer tétrico a la luz de la chimenea. Casi parecía que fuera hubiese anochecido, como si un presagio tenebroso y oscuro se estuviera cerniendo sobre los tres ninjas.
Cuando Eri respondió —"una", dijo—, el anciano rompió a reír. Como su llanto antes, no era una risa plena, estruendosa, liberadora. Sino un murmullo perruno y quedo, como el del viento al colarse entre las grietas de un edificio en ruinas. Ni siquiera las preguntas de Datsue —ni su farol en forma de acusación— consiguieron sacar al tipo de su trance. Su mirada fija en el techo.
—Sé lo que ocurre ahora... —murmuró, y sus ojos violetas brillaron con un destello oscuro—. Os he visto en mis sueños.
«¿Pero qué demonios...?» Akame se adelantó un paso, dispuesto a calzarle a aquel viejo una bofetada en pleno rostro. Llegados a aquel punto, estaba claro que sabía más de lo que les estaba contando. Sin embargo, apenas el Uchiha avanzó un paso, el anciano se giró bruscamente y le miró directamente a los ojos.
—Harás esto otra vez... Y otra... Y otra...
De repente, el anciano agachó la cabeza y soltó el brazo de Datsue con un gesto de miedo. Su mirada nerviosa recorrió a los tres ninjas y, viendo a Akame tan cerca de él, se encogió como un recién nacido. Escondió la cabeza entre los brazos y empezó a llorar quedamente otra vez.
—Ahórrate el teatro, anciano —replicó Akame, férreo—. Danos las respuestas que hemos venido a buscar y nos marcharemos.
Pero aquel hombre no se movió, ni tampoco cesó su llanto lastimero.
—Un anciano no sabe... Un anciano no sabe... —repetía en susurros.
Cuando Eri respondió —"una", dijo—, el anciano rompió a reír. Como su llanto antes, no era una risa plena, estruendosa, liberadora. Sino un murmullo perruno y quedo, como el del viento al colarse entre las grietas de un edificio en ruinas. Ni siquiera las preguntas de Datsue —ni su farol en forma de acusación— consiguieron sacar al tipo de su trance. Su mirada fija en el techo.
—Sé lo que ocurre ahora... —murmuró, y sus ojos violetas brillaron con un destello oscuro—. Os he visto en mis sueños.
«¿Pero qué demonios...?» Akame se adelantó un paso, dispuesto a calzarle a aquel viejo una bofetada en pleno rostro. Llegados a aquel punto, estaba claro que sabía más de lo que les estaba contando. Sin embargo, apenas el Uchiha avanzó un paso, el anciano se giró bruscamente y le miró directamente a los ojos.
—Harás esto otra vez... Y otra... Y otra...
De repente, el anciano agachó la cabeza y soltó el brazo de Datsue con un gesto de miedo. Su mirada nerviosa recorrió a los tres ninjas y, viendo a Akame tan cerca de él, se encogió como un recién nacido. Escondió la cabeza entre los brazos y empezó a llorar quedamente otra vez.
—Ahórrate el teatro, anciano —replicó Akame, férreo—. Danos las respuestas que hemos venido a buscar y nos marcharemos.
Pero aquel hombre no se movió, ni tampoco cesó su llanto lastimero.
—Un anciano no sabe... Un anciano no sabe... —repetía en susurros.