4/12/2017, 22:03
Los presentes no pudieron evitar soltar una exclamación de asombro cuando la amejin se deshizo —literalmente— en una nube de papeles que voló hasta retomar su forma original detrás de Datsue. Muten Rōshi lo observó todo con gesto claramente sorprendido y preocupado al mismo tiempo, como si aquella extraña habilidad que Aiko poseía le causara fascinación y miedo al mismo tiempo. Banadoru la observaba con los ojos muy abiertos y la mandíbula descolgada, mientras que Jonaro se había aproximado para tomar las riendas del camello de Aiko, que ahora amenazaba con separarse, libre, del convoy.
—¿¡Qué demonios haces, ninja!? ¿¡Acaso pretendes hacernos perder un camello!? —preguntó con malos modos, mientras tiraba de las riendas del suyo propio para equipararse a la altura de los muchachos, aun guardando unos metros de distancia—. ¿Piensas pagarlo con tu parte de la recompensa si se pierde?
El camello recién parecía haberse enterado de su libertad y, ni corto ni perezoso, trataba de dar media vuelta para volver a Inaka. Sólo el firme puño del jefe de seguridad, cerrado en torno a sus riendas, se lo impedía. En sus alforjas iban también las pertenencias de Aiko.
Si Muten Rōshi pensaba contestar a las preguntas de Datsue, no se hizo evidente. El director de la expedición había callado, y miraba a los gennin con gesto inquisitivo, probablemente compartiendo las palabras de Jonaro.
Una de las mariposas de la muchacha se había desprendido de su cuerpo para remontar el vuelo de vuelta al campamento, pero tardaría aún unos minutos en llegar.
—¿¡Qué demonios haces, ninja!? ¿¡Acaso pretendes hacernos perder un camello!? —preguntó con malos modos, mientras tiraba de las riendas del suyo propio para equipararse a la altura de los muchachos, aun guardando unos metros de distancia—. ¿Piensas pagarlo con tu parte de la recompensa si se pierde?
El camello recién parecía haberse enterado de su libertad y, ni corto ni perezoso, trataba de dar media vuelta para volver a Inaka. Sólo el firme puño del jefe de seguridad, cerrado en torno a sus riendas, se lo impedía. En sus alforjas iban también las pertenencias de Aiko.
Si Muten Rōshi pensaba contestar a las preguntas de Datsue, no se hizo evidente. El director de la expedición había callado, y miraba a los gennin con gesto inquisitivo, probablemente compartiendo las palabras de Jonaro.
Una de las mariposas de la muchacha se había desprendido de su cuerpo para remontar el vuelo de vuelta al campamento, pero tardaría aún unos minutos en llegar.