5/12/2017, 01:10
(Última modificación: 5/12/2017, 01:11 por Uchiha Akame.)
Jonaro alzó una ceja, y su rostro cambió por momentos de agresivo a confuso.
—¿Que no te importa el dinero? ¿Entonces qué demonios haces aquí, ninja? —era como si el jefe de seguridad fuese incapaz de concebir que fuesen otras las motivaciones que hubieran llevado al dúo hasta allí—. Los ninjas trabajábais por dinero la última vez que lo comprobé, ¡que mi santa madre me dé dos sopapos! Banadoru-san, ¡te las has arreglado para encontrar a los dos únicos mercenarios de todo Oonindo que ofrecen sus servicios de forma altruista! —soltó una risotada que era evidentemente sarcástica, y el aludido se encogió de miedo y vergüenza sobre su montura.
En aquel momento —quizá previendo que el ambiente se caldearía demasiado— Muten Rōshi optó por mediar él mismo.
—Señores, debo pedirles que bajen todos el tono de voz —exigió, autoritario pero calmado—. Esta sucesión de acontecimientos está dentro del curso planeado de la expedición, así que no debemos dejar que nuestras dudas o rencillas lastren el progreso de esta importantísima empresa.
Se volvió hacia Datsue, el que hasta ese momento había probado ser más reflexivo y diplomático de todos.
—Uchiha-san, no tiene de qué preocuparse. Tal y como he recalcado, todo esto está dentro de lo previsto —aseguró el profesor—. Nadie salvo Banadoru-kun, Jonaro-dono y yo mismo sabe hacia dónde nos dirigimos. El Desierto de Kaze no Kuni es una basta extensión de arena y dunas... Incluso un ejército tardaría días en encontrarnos. Planeo haber terminado mucho antes.
»Cuarenta y ocho horas. Si mis cálculos son correctos, es todo el tiempo que necesitamos. Y es todo el tiempo que les pediré a ustedes. Después podrán cobrar su recompensa y marcharse lejos de aquí.
—¿Que no te importa el dinero? ¿Entonces qué demonios haces aquí, ninja? —era como si el jefe de seguridad fuese incapaz de concebir que fuesen otras las motivaciones que hubieran llevado al dúo hasta allí—. Los ninjas trabajábais por dinero la última vez que lo comprobé, ¡que mi santa madre me dé dos sopapos! Banadoru-san, ¡te las has arreglado para encontrar a los dos únicos mercenarios de todo Oonindo que ofrecen sus servicios de forma altruista! —soltó una risotada que era evidentemente sarcástica, y el aludido se encogió de miedo y vergüenza sobre su montura.
En aquel momento —quizá previendo que el ambiente se caldearía demasiado— Muten Rōshi optó por mediar él mismo.
—Señores, debo pedirles que bajen todos el tono de voz —exigió, autoritario pero calmado—. Esta sucesión de acontecimientos está dentro del curso planeado de la expedición, así que no debemos dejar que nuestras dudas o rencillas lastren el progreso de esta importantísima empresa.
Se volvió hacia Datsue, el que hasta ese momento había probado ser más reflexivo y diplomático de todos.
—Uchiha-san, no tiene de qué preocuparse. Tal y como he recalcado, todo esto está dentro de lo previsto —aseguró el profesor—. Nadie salvo Banadoru-kun, Jonaro-dono y yo mismo sabe hacia dónde nos dirigimos. El Desierto de Kaze no Kuni es una basta extensión de arena y dunas... Incluso un ejército tardaría días en encontrarnos. Planeo haber terminado mucho antes.
»Cuarenta y ocho horas. Si mis cálculos son correctos, es todo el tiempo que necesitamos. Y es todo el tiempo que les pediré a ustedes. Después podrán cobrar su recompensa y marcharse lejos de aquí.