5/12/2017, 01:55
El rastreo de Datsue no le llevó a nada, ni a un rostro familiar; ni mucho menos a Shinjaka. Él, en definitiva, no estaba en la misma planta que ellos. No por ahora, al menos.
Una vez frente a la barra, uno de los bartender les recibió galante, y apenas escuchó el pedido del noble, éste agilizó sus manos para tomar un par de copas y echarle un par de cubitos de hielo. Luego, sendas botellas comenzaron a girar en sus manos hábilmente hasta que unos tres dedos de vodka llenaron ambos vasos, empapándose en el hielo seco y generando un poco de humo. Insertó un par de rodajas de limón, y luego sacó aquella botella de champán de la Reserva solicitada —había tenido suerte con el número, pues la Reserva del 188 realmente existía—. y llenó con él el otro cuarto del vaso. Batió y batió, y allí quedó, un delicioso y fuerte cóctel, digno para el paladar de un noble.
—Son seiscientos ryo.
Akame, quien durante el trayecto también se había tomado la libertad de hacer sus propias averiguaciones, no encontró con exactitud lo que estaba buscando.
Había una puerta trasera, sí, en el extremo más derecho del oval en el que se encontraban. Probablemente se tratase de un acceso directo a un tiradero. Luego, divisó dos puertas corredizas detrás del camarero que con fervor servía el trago a Datsue de la cual no parecía salir mucha gente, por ahora. Daba la sensación de que se trataba de una especie de depósito, o frigorífico. A saber.
Y mujeres habían muchas, pero Akame era un tipo que fácilmente podría discernir cuál era el trabajo de todas ellas, y ese era el de servir tragos. Hubo una, sin embargo, que le llamó muchísimo la atención.
Morena, de piernas largas y bronceadas; cabello castaño lacio que le tapaba sensualmente la mitad del rostro, y un cuerpo delgado aunque no exageradamente voluptuoso. Vestía un largo vestido violáceo de una sola pieza que se ataba a nivel de su hombro derecho, donde casualmente tenía una curiosa marca de nacimiento, casi inverosímil, pero que le daba un toque exótico a su figura.
Par de ojos color pardo, largas uñas tintadas de negro y un collar de brillantina aparentemente costoso.
Parecía estar esperando a alguien, aunque por sus gestos lucía impaciente.
Una vez frente a la barra, uno de los bartender les recibió galante, y apenas escuchó el pedido del noble, éste agilizó sus manos para tomar un par de copas y echarle un par de cubitos de hielo. Luego, sendas botellas comenzaron a girar en sus manos hábilmente hasta que unos tres dedos de vodka llenaron ambos vasos, empapándose en el hielo seco y generando un poco de humo. Insertó un par de rodajas de limón, y luego sacó aquella botella de champán de la Reserva solicitada —había tenido suerte con el número, pues la Reserva del 188 realmente existía—. y llenó con él el otro cuarto del vaso. Batió y batió, y allí quedó, un delicioso y fuerte cóctel, digno para el paladar de un noble.
—Son seiscientos ryo.
Akame, quien durante el trayecto también se había tomado la libertad de hacer sus propias averiguaciones, no encontró con exactitud lo que estaba buscando.
Había una puerta trasera, sí, en el extremo más derecho del oval en el que se encontraban. Probablemente se tratase de un acceso directo a un tiradero. Luego, divisó dos puertas corredizas detrás del camarero que con fervor servía el trago a Datsue de la cual no parecía salir mucha gente, por ahora. Daba la sensación de que se trataba de una especie de depósito, o frigorífico. A saber.
Y mujeres habían muchas, pero Akame era un tipo que fácilmente podría discernir cuál era el trabajo de todas ellas, y ese era el de servir tragos. Hubo una, sin embargo, que le llamó muchísimo la atención.
Morena, de piernas largas y bronceadas; cabello castaño lacio que le tapaba sensualmente la mitad del rostro, y un cuerpo delgado aunque no exageradamente voluptuoso. Vestía un largo vestido violáceo de una sola pieza que se ataba a nivel de su hombro derecho, donde casualmente tenía una curiosa marca de nacimiento, casi inverosímil, pero que le daba un toque exótico a su figura.
Par de ojos color pardo, largas uñas tintadas de negro y un collar de brillantina aparentemente costoso.
Parecía estar esperando a alguien, aunque por sus gestos lucía impaciente.