10/12/2017, 15:26
—No me castigue... Por favor... No me castigue...
La retahíla del anciano, que yacía en posición fetal y con ambas manos agarrándose la cabeza, resultaba lastimera y terrorífica a partes iguales. Parecía como si estuviese rezando a un dios oscuro y cruel para librarse de su ira; «¿acaso tiene que ver con lo que nos ha dicho? El tipo está enajenado, eso parece claro, pero...» A Akame le resultaba realmente difícil creer que las súplicas del viejo tuviesen sentido o que allí hubiese algún tipo de influencia externa que pudiera estar condicionando sus acciones; y sin embargo, el anciano parecía referirse a un tercero continuamente.
El Uchiha llegó a la conclusión de que la finca de aquel llamado "Yogo-sama" era, en realidad, la mansión del señor Takeda. Eri y Datsue confirmaron también que sus teorías avanzaban en esa dirección. Aquello arrojaba una siniestra luz sobre el tema; lo que quiera que fuese que había sucedido en aquel templo era en parte reponsabilidad del tal Yogo-sama, y había terminado con el lugar ardiendo hasta los cimientos. «Niños mediante...», caviló el gennin. «Pero entonces, ¿por qué dejar intacta la casa? ¿O tal vez...?»
La voz de Datsue interrumpió sus pensamientos. Su compañero aseguraba saber qué eran aquellas marcas.
—Juuinjutsu... Estamos jodidos —Akame no sabía mucho de técnicas de sellado, pero intuía que nada bueno podía salir de ahí.
Datsue les dijo que quizá podría anular los efectos del Sello Maldito, y los riesgos que entrañaba. Akame se frotó las sienes.
—No creo que tengamos más opciones —apostilló, serio—. Hazlo.
En aquel momento, en aquella misión de rango C que de repente se había convertido en una oscura historia de templos, infantes desaparecidos, fuego y oscuridad... La vida de aquel anciano no importaba lo más mínimo a Uchiha Akame.
Llegar hasta el final de aquella madriguera de conejo era lo único valioso.
La retahíla del anciano, que yacía en posición fetal y con ambas manos agarrándose la cabeza, resultaba lastimera y terrorífica a partes iguales. Parecía como si estuviese rezando a un dios oscuro y cruel para librarse de su ira; «¿acaso tiene que ver con lo que nos ha dicho? El tipo está enajenado, eso parece claro, pero...» A Akame le resultaba realmente difícil creer que las súplicas del viejo tuviesen sentido o que allí hubiese algún tipo de influencia externa que pudiera estar condicionando sus acciones; y sin embargo, el anciano parecía referirse a un tercero continuamente.
El Uchiha llegó a la conclusión de que la finca de aquel llamado "Yogo-sama" era, en realidad, la mansión del señor Takeda. Eri y Datsue confirmaron también que sus teorías avanzaban en esa dirección. Aquello arrojaba una siniestra luz sobre el tema; lo que quiera que fuese que había sucedido en aquel templo era en parte reponsabilidad del tal Yogo-sama, y había terminado con el lugar ardiendo hasta los cimientos. «Niños mediante...», caviló el gennin. «Pero entonces, ¿por qué dejar intacta la casa? ¿O tal vez...?»
La voz de Datsue interrumpió sus pensamientos. Su compañero aseguraba saber qué eran aquellas marcas.
—Juuinjutsu... Estamos jodidos —Akame no sabía mucho de técnicas de sellado, pero intuía que nada bueno podía salir de ahí.
Datsue les dijo que quizá podría anular los efectos del Sello Maldito, y los riesgos que entrañaba. Akame se frotó las sienes.
—No creo que tengamos más opciones —apostilló, serio—. Hazlo.
En aquel momento, en aquella misión de rango C que de repente se había convertido en una oscura historia de templos, infantes desaparecidos, fuego y oscuridad... La vida de aquel anciano no importaba lo más mínimo a Uchiha Akame.
Llegar hasta el final de aquella madriguera de conejo era lo único valioso.