10/12/2017, 18:57
Diligente, el Uchiha se acercó al tipo para quitarle los harapos raídos que vestía haciendo las veces de camisa. No se sorprendió cuando el anciano trató de escabullirse como una rata asustada, pateándole y forcejeando. «Estás acabando con mi paciencia, viejo...» Akame le sacudió un par de tortas en pleno rostro y alzó el puño, amenazador, dispuesto a seguir. La intimidación física pareció ser suficiente como para que el hombre dejara de intentar patearle, pero aun así se mantenía rígido y en posición fetal.
—Por todos los dioses —gruñó Akame entre dientes—. Eri-san, échame una mano, por favor.
Si su compañera le ayudaba serían, entre los dos, capaces de arrebatarle su camisa andrajosa al anciano. Para sorpresa de los tres gennin, pudieron ver como aquellas serpientes de tinta que se devoraban a sí mismas formando figuras imposibles plagaban también el torso del hombre.
Cuando Datsue se acercó para empezar a dibujar las fórmulas de sellado en la piel del anciano, los ojos violeta de éste brillaron con un destello oscuro y el tipo trató de levantarse y echar a correr. Akame lo placó en el acto, tirándolo al suelo e inmovilizándole ambos brazos. Luego pidió a Eri que sacara un cilindro de hilo shinobi de su portaobjetos. Entre Uchiha y Uzumaki fueron capaces de maniatar al anciano —tuvieron, luego, que inmovilizar también sus piernas atándole hilo en los tobillos—.
Luego empezó el ritual. Como si fuese un oscuro maestro de ceremonias, Datsue empezó a dibujar toda clase de anagramas de Fuuinjutsu que a Akame le sonaban a poco menos que nada. «Se ha vuelto realmente bueno con el Fuuin», admitió en su fuero interno el mayor de los Uchiha al observar la destreza de su compañero.
Un rato después, las fórmulas estaban completas; tanto sobre el cuerpo del tipo como en el suelo. Akame se apartó, dejando espacio a Datsue, y esperó con notable expectación. Nunca había visto una técnica de Fuuinjutsu de tan alto nivel. El menor de los Uchiha realizó una larguísima secuencia de sellos y luego recitó en voz alta el nombre de aquel jutsu; «Fūja Hōin...»
El Método de Sellado del Mal hizo su trabajo a una velocidad asombrosa... Y entre los gritos de auténtico sufrimiento de su víctima. Los aullidos de dolor del anciano eran tan intensos y desgarradores que Akame creyó que iba a desmayarse en cualquier momento y —aunque él era un ninja que no se dejaba amilanar fácilmente— fueron capaces de erizarle los vellos de la nuca. Allí, sentado sobre todas aquellas fórmulas de sellado que iban escalando por su cuerpo como una riada de tinta, el anciano se retorció de dolor. Su cuerpo se contorsionó de formas imposibles, se le desencajó la mandíbula y sus ojos se inyectaron en sangre, a punto de explotar dentro de las cuencuas. Fue, probablemente, la escena más grotesca que ninguno de los tres muchachos había visto hasta la fecha.
Luego, silencio. El cuerpo inmóvil del anciano, tirado sobre el suelo de su propia casa.
—¿Está vivo? —cuestionó Akame con patente incertidumbre.
Queriendo contestar a su propia pregunta, el Uchiha se acercó y le colocó dos dedos en el cuello.
—Tiene pulso.
De repente un fuerte espasmo sacudió el maltrecho cuerpo del viejo, que alzó la vista y estiró un brazo hacia Akame.
—A... Ag... Agua... Por... Por favor...
—Por todos los dioses —gruñó Akame entre dientes—. Eri-san, échame una mano, por favor.
Si su compañera le ayudaba serían, entre los dos, capaces de arrebatarle su camisa andrajosa al anciano. Para sorpresa de los tres gennin, pudieron ver como aquellas serpientes de tinta que se devoraban a sí mismas formando figuras imposibles plagaban también el torso del hombre.
Cuando Datsue se acercó para empezar a dibujar las fórmulas de sellado en la piel del anciano, los ojos violeta de éste brillaron con un destello oscuro y el tipo trató de levantarse y echar a correr. Akame lo placó en el acto, tirándolo al suelo e inmovilizándole ambos brazos. Luego pidió a Eri que sacara un cilindro de hilo shinobi de su portaobjetos. Entre Uchiha y Uzumaki fueron capaces de maniatar al anciano —tuvieron, luego, que inmovilizar también sus piernas atándole hilo en los tobillos—.
Luego empezó el ritual. Como si fuese un oscuro maestro de ceremonias, Datsue empezó a dibujar toda clase de anagramas de Fuuinjutsu que a Akame le sonaban a poco menos que nada. «Se ha vuelto realmente bueno con el Fuuin», admitió en su fuero interno el mayor de los Uchiha al observar la destreza de su compañero.
Un rato después, las fórmulas estaban completas; tanto sobre el cuerpo del tipo como en el suelo. Akame se apartó, dejando espacio a Datsue, y esperó con notable expectación. Nunca había visto una técnica de Fuuinjutsu de tan alto nivel. El menor de los Uchiha realizó una larguísima secuencia de sellos y luego recitó en voz alta el nombre de aquel jutsu; «Fūja Hōin...»
El Método de Sellado del Mal hizo su trabajo a una velocidad asombrosa... Y entre los gritos de auténtico sufrimiento de su víctima. Los aullidos de dolor del anciano eran tan intensos y desgarradores que Akame creyó que iba a desmayarse en cualquier momento y —aunque él era un ninja que no se dejaba amilanar fácilmente— fueron capaces de erizarle los vellos de la nuca. Allí, sentado sobre todas aquellas fórmulas de sellado que iban escalando por su cuerpo como una riada de tinta, el anciano se retorció de dolor. Su cuerpo se contorsionó de formas imposibles, se le desencajó la mandíbula y sus ojos se inyectaron en sangre, a punto de explotar dentro de las cuencuas. Fue, probablemente, la escena más grotesca que ninguno de los tres muchachos había visto hasta la fecha.
Luego, silencio. El cuerpo inmóvil del anciano, tirado sobre el suelo de su propia casa.
—¿Está vivo? —cuestionó Akame con patente incertidumbre.
Queriendo contestar a su propia pregunta, el Uchiha se acercó y le colocó dos dedos en el cuello.
—Tiene pulso.
De repente un fuerte espasmo sacudió el maltrecho cuerpo del viejo, que alzó la vista y estiró un brazo hacia Akame.
—A... Ag... Agua... Por... Por favor...