10/12/2017, 19:29
(Última modificación: 10/12/2017, 19:32 por Umikiba Kaido.)
Para Ashito, el panorama fue lo esperado: un espacio abierto, repleto de al menos unos cinco contenedores hasta el tope de basura. Olores nauseabundos se mezclaban junto con el típico aroma de desecho, más los vientos de invierno terminaban de llevárselos tras unas cuantas ventiscas. Akame pudo discernir también que desde aquella especie de patio trasero, existía un pasillo de ladrillos que se fraguaba por detrás de toda la estructura del Molino y que daba, probablemente, hasta la calle principal. Una enorme reja metálica ataviada de un par de candados impedía que cualquiera pudiera abrirla, desde luego.
Datsue, por su parte, continuó con su investigación. A tal punto de sentir la imperiosa necesidad de hacer uso de su dojutsu, y acabar de una vez por todas con las dudas que éste pudiera tener.
Bajo aquel disfraz, sus ojos se tintaron de rojo y le dieron un nuevo sentido a todo. Encontró respuestas, rápido, y lo primero que sabría con certeza es que aquella mujer era eso, una mujer y no Shinjaka transformado en nadie. Su energía no parecía ser la más abundante y le quedaría claro que, desde luego, se trataba de una civil. Aunque no de una civil común y corriente.
Los labios de Sakyū imitaron el acercamiento de la mujer, y blandió su lengua como una espada filosa y cortante. Tomó el riesgo que creyó más conveniente y soltó, de un momento a otro; el nombre por el que le habían conocido alguna vez.
Meiharu volvió a sonreír, complacida.
—¿Sakamoto? —indagó, curiosa—. he de admitir, querido... que el Uchiha te queda mejor.
Meiharu volteó a la entrada, y fingió darse por vencida. No, su cliente no iba a llegar, estaba muy pero muy segura de ello. ¿Pero cómo negarse ante la oportunidad de pescar una nueva víctima, de llevar a aquel hombre acaudalado que se le hubo acercado por sus propios medios, para salvarle de su soledad? había perdido un cliente, pero hubo ganado otro, de inmediato.
Le tomó el brazo a Datsue, y empezó a taconear en dirección a las escaleras que ascendían hasta el piso superior.
—Ven, encontremos un lugar más cómodo para conversar.
Datsue, por su parte, continuó con su investigación. A tal punto de sentir la imperiosa necesidad de hacer uso de su dojutsu, y acabar de una vez por todas con las dudas que éste pudiera tener.
Bajo aquel disfraz, sus ojos se tintaron de rojo y le dieron un nuevo sentido a todo. Encontró respuestas, rápido, y lo primero que sabría con certeza es que aquella mujer era eso, una mujer y no Shinjaka transformado en nadie. Su energía no parecía ser la más abundante y le quedaría claro que, desde luego, se trataba de una civil. Aunque no de una civil común y corriente.
Los labios de Sakyū imitaron el acercamiento de la mujer, y blandió su lengua como una espada filosa y cortante. Tomó el riesgo que creyó más conveniente y soltó, de un momento a otro; el nombre por el que le habían conocido alguna vez.
Meiharu volvió a sonreír, complacida.
—¿Sakamoto? —indagó, curiosa—. he de admitir, querido... que el Uchiha te queda mejor.
Meiharu volteó a la entrada, y fingió darse por vencida. No, su cliente no iba a llegar, estaba muy pero muy segura de ello. ¿Pero cómo negarse ante la oportunidad de pescar una nueva víctima, de llevar a aquel hombre acaudalado que se le hubo acercado por sus propios medios, para salvarle de su soledad? había perdido un cliente, pero hubo ganado otro, de inmediato.
Le tomó el brazo a Datsue, y empezó a taconear en dirección a las escaleras que ascendían hasta el piso superior.
—Ven, encontremos un lugar más cómodo para conversar.