10/12/2017, 21:21
Datsue empezó a ordenarle que apartase el mobiliario para comenzar a hacer lo que él supiera hacer, y ella asintió y corrió a socorrer a su compañero lo más rápido que pudo. Apartó sillas, la mesa, y corrió en busca de lo que fuese la cocina a tomar un vaso de agua, bueno, dos mejor; y los dejó encima de la apartada mesa.
—Por todos los dioses —gruñó Akame entre dientes—. Eri-san, échame una mano, por favor.
Akame fue ahora quien la necesitaba, así que celerosa acudió a desnudar al anciano, viendo, horrorizada; como aquellos tatuajes también se extendían por todo su pecho. Ahogó un gemido de sorpresa y se separó del anciano apenas un par de pasos, dejando a Datsue actuar, pero el hombre no parecía contento con aquello, y rápidamente quiso salir por patas, a lo que Akame, y luego Eri se le sumó, ataron al hombre de tal manera que era incapaz de moverse.
Luego todo comenzó. Datsue era realmente bueno con el Fuuinjutsu, «no estoy celosa», se recordó mentalmente, «él ha tenido más experiencia, eso es todo... ¿Acaso no será medio Uzumaki?» Se preguntaba en sus adentros mientras terminaba las fórmulas. Volvió a apartarse y se alejó hacia donde Akame esperaba al Uchiha.
«Con que, Fuuja Hooin, eh...»
Aquel espectáculo le resultó grotesco, pero lo aguantó bien, sin inmutarse de su sitio. A veces le daban ganas de ir a socorrer el anciano, pero se contuvo retorciéndose las manos, inquieta. ¿Tardaría mucho en retirar el dichoso Sello Maldito? Apretó los labios y sintió que si seguía viendo aquello no podría dormir aquella noche —si de verdad lograba dormir —, hasta que, por fin, todo terminó.
—¿Está vivo?
—No lo sé —contestó ella, acercándose con cautela. Akame, por su parte y más curioso que la misma kunoichi, se acercó para tomarle el pulso, afirmando sus sospechas.
Sintió alivio, pero no pudo evitar dar un pequeño bote de sorpresa cuando el anciano se removió en su sitio.
—A... Ag... Agua... Por... Por favor...
Eri corrió a por los vasos de agua y tomó uno, acercándoselo al anciano.
—¿Necesita ayuda? ¿Puede usted solo? —preguntaba lentamente la pelirroja.
—Por todos los dioses —gruñó Akame entre dientes—. Eri-san, échame una mano, por favor.
Akame fue ahora quien la necesitaba, así que celerosa acudió a desnudar al anciano, viendo, horrorizada; como aquellos tatuajes también se extendían por todo su pecho. Ahogó un gemido de sorpresa y se separó del anciano apenas un par de pasos, dejando a Datsue actuar, pero el hombre no parecía contento con aquello, y rápidamente quiso salir por patas, a lo que Akame, y luego Eri se le sumó, ataron al hombre de tal manera que era incapaz de moverse.
Luego todo comenzó. Datsue era realmente bueno con el Fuuinjutsu, «no estoy celosa», se recordó mentalmente, «él ha tenido más experiencia, eso es todo... ¿Acaso no será medio Uzumaki?» Se preguntaba en sus adentros mientras terminaba las fórmulas. Volvió a apartarse y se alejó hacia donde Akame esperaba al Uchiha.
«Con que, Fuuja Hooin, eh...»
Aquel espectáculo le resultó grotesco, pero lo aguantó bien, sin inmutarse de su sitio. A veces le daban ganas de ir a socorrer el anciano, pero se contuvo retorciéndose las manos, inquieta. ¿Tardaría mucho en retirar el dichoso Sello Maldito? Apretó los labios y sintió que si seguía viendo aquello no podría dormir aquella noche —si de verdad lograba dormir —, hasta que, por fin, todo terminó.
—¿Está vivo?
—No lo sé —contestó ella, acercándose con cautela. Akame, por su parte y más curioso que la misma kunoichi, se acercó para tomarle el pulso, afirmando sus sospechas.
Sintió alivio, pero no pudo evitar dar un pequeño bote de sorpresa cuando el anciano se removió en su sitio.
—A... Ag... Agua... Por... Por favor...
Eri corrió a por los vasos de agua y tomó uno, acercándoselo al anciano.
—¿Necesita ayuda? ¿Puede usted solo? —preguntaba lentamente la pelirroja.