10/12/2017, 22:11
(Última modificación: 10/12/2017, 23:56 por Uchiha Akame.)
Pese a lo repentino de su aparición, la extraña mujer no parecía dispuesta a dejar a Akame fuera del lote. Se limitó a contestar a la cortesía e indicarle que la acompañara, junto a Datsue, hacia esferas más altas del Molino Rojo. El Uchiha asintió —quizá demasiado obediente para un noble acaudalado— y la siguió escaleras arriba. Al llegar frente a los gorilas que custodiaban aquella zona más exclusiva del Molino, Akame no pudo evitar entrecerrar los ojos con suspicacia. Cuando uno dejaba tanto al azar como ellos dos estaban haciendo en ese momento, todo podía irse por la borda en cualquier momento. Y para un ninja tan meticuloso, analítico y racional como Uchiha Akame... Aquella perspectiva evocaba una sensación insufrible.
Por fortuna no ocurrió tal cosa, sino que el trío fue rápidamente autorizado a ingresar a la zona exclusiva sin siquiera ser sometido a cuestionamiento. «Vaya, esta mujer debe ser realmente conocida e importante aquí...» Sin preguntas, sin sobornos, sin trucos de Ninjutsu. Habían entrado única y exclusivamente por la presencia de aquella tipa, y Akame lo sabía. Se estaban metiendo con alguien muy gordo.
Al entrar, el Uchiha sintió cómo era objeto del escrutinio de no pocos ojos. «Supongo que un grupo tan selecto y escaso como este tiende a tener bien ubicados a sus miembros... No hay forma en que dos caras nuevas pasen desapercibidas», se dijo el uzujin. Durante unos momentos aquellas miradas le hicieron sentir incómodo, y tuvo que paliar la molestia con un breve sorbo a su bebida mientras seguía a Datsue y su improvisada e influyente pareja.
Unos instantes después terminaron en una suerte de habitación para... «Joder, menudo sitio». Una cama amplia y diversos utensilios dejaban pocas dudas respecto a para qué se metían allí los clientes del Molino Rojo. Akame esbozó una mueca incómoda durante un momento, al imaginarse lo que aquella mujer iba a pedirles... Hasta que vió al cuarto. Un tipo mayor que ellos y vestido con elegancia que exigió saber, al momento, quiénes eran.
La sorpresa fue mayúscula cuando Datsue deshizo su Henge y se presentó con todas las de la ley; luego, le presentó a él. Akame comprendió con visible alivio que estaban con el contacto de su Hermano en aquella misión, y también deshizo su disfraz. La figura escuálida y atlética del Uchiha quedó a la vista de todos, con sus ropas militares, su vieja espada cruzada a la espalda y sendos portaobjetos atados en el muslo derecho y en la baja espalda. Ni rastro de su bandana de Uzushiogakure, claro.
—Akame —se presentó, escueto, con una inclinación de cabeza.
No se había olvidado de dar su apellido; simplemente prefería revelar cuantos menos detalles personales le fuera posible.
Por fortuna no ocurrió tal cosa, sino que el trío fue rápidamente autorizado a ingresar a la zona exclusiva sin siquiera ser sometido a cuestionamiento. «Vaya, esta mujer debe ser realmente conocida e importante aquí...» Sin preguntas, sin sobornos, sin trucos de Ninjutsu. Habían entrado única y exclusivamente por la presencia de aquella tipa, y Akame lo sabía. Se estaban metiendo con alguien muy gordo.
Al entrar, el Uchiha sintió cómo era objeto del escrutinio de no pocos ojos. «Supongo que un grupo tan selecto y escaso como este tiende a tener bien ubicados a sus miembros... No hay forma en que dos caras nuevas pasen desapercibidas», se dijo el uzujin. Durante unos momentos aquellas miradas le hicieron sentir incómodo, y tuvo que paliar la molestia con un breve sorbo a su bebida mientras seguía a Datsue y su improvisada e influyente pareja.
Unos instantes después terminaron en una suerte de habitación para... «Joder, menudo sitio». Una cama amplia y diversos utensilios dejaban pocas dudas respecto a para qué se metían allí los clientes del Molino Rojo. Akame esbozó una mueca incómoda durante un momento, al imaginarse lo que aquella mujer iba a pedirles... Hasta que vió al cuarto. Un tipo mayor que ellos y vestido con elegancia que exigió saber, al momento, quiénes eran.
La sorpresa fue mayúscula cuando Datsue deshizo su Henge y se presentó con todas las de la ley; luego, le presentó a él. Akame comprendió con visible alivio que estaban con el contacto de su Hermano en aquella misión, y también deshizo su disfraz. La figura escuálida y atlética del Uchiha quedó a la vista de todos, con sus ropas militares, su vieja espada cruzada a la espalda y sendos portaobjetos atados en el muslo derecho y en la baja espalda. Ni rastro de su bandana de Uzushiogakure, claro.
—Akame —se presentó, escueto, con una inclinación de cabeza.
No se había olvidado de dar su apellido; simplemente prefería revelar cuantos menos detalles personales le fuera posible.