11/12/2017, 20:23
El anciano pidió por más agua pero Akame no se lo permitió, instándole en que hablase. Eri esperaba que tras deshacerse del Sello Maldito el hombre hablase algo más, o incluso les dijese de verdad lo que estaba ocurriendo en Ichiban, lo que fuese, así que se cruzó de brazos y esperó a que el hombre comenzase a hablar.
«¿Los maestros? Puede que sean los responsables de ese sello... Pero, ¿por qué?» Se cuestionaba la joven en su interior, sin saber muy bien por dónde coger todo aquello, aunque tampoco es que les hubiera descubierto más allá de lo que ya había revelado.
—Yogo-sama era el más sabio de todos ellos... Él... Él veía todo como debe ser.. Vivía en la finca más allá del camino... Pidió... Pidió...
La kunoichi alzó ambas cejas, esperando por una respuesta, no, mejor; la respuesta. Pero ésta nunca llegó.
— El pueblo se enteró un día. Vinieron con hierros, y fuego... Ahora sólo queda un anciano.
—¿Sabe si esa casa está marcada como lo ha estado usted? —preguntó ella aún con los brazos cruzados.
«¿Los maestros? Puede que sean los responsables de ese sello... Pero, ¿por qué?» Se cuestionaba la joven en su interior, sin saber muy bien por dónde coger todo aquello, aunque tampoco es que les hubiera descubierto más allá de lo que ya había revelado.
—Yogo-sama era el más sabio de todos ellos... Él... Él veía todo como debe ser.. Vivía en la finca más allá del camino... Pidió... Pidió...
La kunoichi alzó ambas cejas, esperando por una respuesta, no, mejor; la respuesta. Pero ésta nunca llegó.
— El pueblo se enteró un día. Vinieron con hierros, y fuego... Ahora sólo queda un anciano.
—¿Sabe si esa casa está marcada como lo ha estado usted? —preguntó ella aún con los brazos cruzados.