11/12/2017, 21:17
Curioso, Datsue se empapó los dedos de aquel curioso líquido que había derramado, llevándoselo a la nariz para olisquearlo cual perro. Una costumbre que se le había pegado de Nabi. Lo que en un principio creía que era té, ahora tenía pinta más bien de leche, aunque era demasiado viscosa como para serlo. «Hmm… Tiene toda la pinta de ser una variedad muy específica de… ¡Puag! ¡Qué asco!»
Se restregó los dedos por el pantalón, repugnado, y luego sacudió la cabeza, tratando de alejar aquellos pensamientos retorcidos y estúpidos. «Imposible. ¿Cómo iba a beberse…?». Negó por segunda vez.
En el suelo, otro tipo de investigación se estaba dando. Sus compañeros de Uzu seguían interrogando al anciano, quien parecía conectar mejor sus ideas. Poco a poco, el cuadro borroso y sin sentido que se les había presentado empezaba a cobrar forma. Sentido. Había, al menos, tres grandes figuras que empezaban a aclararse. Por un lado, estaban los fanáticos religiosos, que erigían un templo y experimentaban con niños. Por otro Yogo, el maestro entre maestros, dueño original de la finca del señor Takeda. Y luego estaba el pueblo, que descubría parte de esto y quemaba el templo, quizá con muchos de estos sectarios dentro. O quizá habían huido. Lo importante era que ahora tan solo quedaba el anciano. Un peón, probablemente. Una herramienta usada por los fanáticos para conseguir a los niños. Pero, sin embargo…
…¿qué le pasaba a la mansión? Aquella era la última pieza que les faltaba por encajar. La cuarta figura que permanecía todavía entre la penumbra.
—¿Sabe si esa casa está marcada como lo ha estado usted?
—Dínoslo —agregó Datsue, sabiendo que el viejo se hacía el remolón hasta que le apretaban las tuercas—, o te llevaremos a pasar la noche con nosotros en la mansión de Yoga-sama —soltó, creyendo que aquello le asustaría.
Se restregó los dedos por el pantalón, repugnado, y luego sacudió la cabeza, tratando de alejar aquellos pensamientos retorcidos y estúpidos. «Imposible. ¿Cómo iba a beberse…?». Negó por segunda vez.
En el suelo, otro tipo de investigación se estaba dando. Sus compañeros de Uzu seguían interrogando al anciano, quien parecía conectar mejor sus ideas. Poco a poco, el cuadro borroso y sin sentido que se les había presentado empezaba a cobrar forma. Sentido. Había, al menos, tres grandes figuras que empezaban a aclararse. Por un lado, estaban los fanáticos religiosos, que erigían un templo y experimentaban con niños. Por otro Yogo, el maestro entre maestros, dueño original de la finca del señor Takeda. Y luego estaba el pueblo, que descubría parte de esto y quemaba el templo, quizá con muchos de estos sectarios dentro. O quizá habían huido. Lo importante era que ahora tan solo quedaba el anciano. Un peón, probablemente. Una herramienta usada por los fanáticos para conseguir a los niños. Pero, sin embargo…
…¿qué le pasaba a la mansión? Aquella era la última pieza que les faltaba por encajar. La cuarta figura que permanecía todavía entre la penumbra.
—¿Sabe si esa casa está marcada como lo ha estado usted?
—Dínoslo —agregó Datsue, sabiendo que el viejo se hacía el remolón hasta que le apretaban las tuercas—, o te llevaremos a pasar la noche con nosotros en la mansión de Yoga-sama —soltó, creyendo que aquello le asustaría.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado