11/12/2017, 21:39
Pese a la penosa imagen que el anciano ya ofrecía y al duro interrogatorio al que le estaban sometiendo los tres ninjas —maltrato físico y amenazas incluídos—, los de Uzu no parecían contentarse. Por más que el hombre suplicaba y gemía, o les daba retazos más o menos conexos de información, ellos siempre querían más.
Akame se dio cuenta en ese momento de que ya debían llevar casi una hora con el viejo; entre el cuestionamiento inicial, el sellado de su Juuinjutsu y demás. Sin embargo, como sus compañeros, no pensaba irse sin más. Aquel anciano había resultado ser un hilo del que tirar, una boya brillante en mitad del mar oscuro de la que ninguno quería dejar de aferrrarse. El panorama había cambiado radicalmente y gracias a la información que estaban consiguiendo sonsacarle al viejo, no iban a ciegas. «Quién sabe qué demonios ha pasado aquí en realidad, ¡como para habernos metido en esa casa sin información previa!»
Ante las palabras de Eri, el viejo respondió con una mueca de confusión. Quiso decir algo, pero Datsue le interrumpió con una amenaza velada que surtió efecto casi de inmediato.
—¡NO! ¡POR FAVOR! —el viejo se abalanzó hacia Eri, quizás la que había juzgado más piadosa de los tres, y trató de agarrarse a sus ropas mientras suplicaba de rodillas—. Un anciano ha contestado a las preguntas, ha ayudado a los ninjas... ¡Por favor, ahora los ninjas tienen que ayudar a un anciano!
Los ojos violetas del hombrecillo buscaron una chispa de compasión en los de la Uzumaki.
—Un anciano no puede quedarse en Ichiban... No después de lo que ha dicho... Los ninjas... —balbuceaba, frenético, en un verdadero ataque de pánico. De repente su mirada subió ligeramente para encontrar la bandana de Uzushiogakure que portaba Eri—. ¡A la Aldea Ninja! ¡Los ninjas deben llevar a un anciano! ¡Por favor!
—¡Absolutamente no! —replicó Akame, firme—. Dinos si es que sabes algo más, anciano, y si no, nos marcharemos.
—¡No! ¡Por favor! ¡Los ninjas deben ayudar a un anciano! —suplicaba aquel hombre marchito, con los ojos anegados en lágrimas.
Akame se dio cuenta en ese momento de que ya debían llevar casi una hora con el viejo; entre el cuestionamiento inicial, el sellado de su Juuinjutsu y demás. Sin embargo, como sus compañeros, no pensaba irse sin más. Aquel anciano había resultado ser un hilo del que tirar, una boya brillante en mitad del mar oscuro de la que ninguno quería dejar de aferrrarse. El panorama había cambiado radicalmente y gracias a la información que estaban consiguiendo sonsacarle al viejo, no iban a ciegas. «Quién sabe qué demonios ha pasado aquí en realidad, ¡como para habernos metido en esa casa sin información previa!»
Ante las palabras de Eri, el viejo respondió con una mueca de confusión. Quiso decir algo, pero Datsue le interrumpió con una amenaza velada que surtió efecto casi de inmediato.
—¡NO! ¡POR FAVOR! —el viejo se abalanzó hacia Eri, quizás la que había juzgado más piadosa de los tres, y trató de agarrarse a sus ropas mientras suplicaba de rodillas—. Un anciano ha contestado a las preguntas, ha ayudado a los ninjas... ¡Por favor, ahora los ninjas tienen que ayudar a un anciano!
Los ojos violetas del hombrecillo buscaron una chispa de compasión en los de la Uzumaki.
—Un anciano no puede quedarse en Ichiban... No después de lo que ha dicho... Los ninjas... —balbuceaba, frenético, en un verdadero ataque de pánico. De repente su mirada subió ligeramente para encontrar la bandana de Uzushiogakure que portaba Eri—. ¡A la Aldea Ninja! ¡Los ninjas deben llevar a un anciano! ¡Por favor!
—¡Absolutamente no! —replicó Akame, firme—. Dinos si es que sabes algo más, anciano, y si no, nos marcharemos.
—¡No! ¡Por favor! ¡Los ninjas deben ayudar a un anciano! —suplicaba aquel hombre marchito, con los ojos anegados en lágrimas.