12/12/2017, 04:48
Como un niño a punto de recibir su regalo por cumpleaños, el Uchiha aguantó el aliento, con el corazón en un puño, mientras Aiko desenvolvía su particular obsequio de su propia bota. Por un instante, pareció pararse el tiempo. Su pulso se detuvo, sus pulmones se olvidaron de coger aire, y el brillo de la esperanza iluminó su mirada. Y cuando lo vio…
… su corazón se partió en añicos. Se sintió engañado, traicionado. Era como si le hubiesen prometido un barco por cumpleaños y, llegado el momento, descubriese que efectivamente se lo iban a regalar, pero de juguete. ¿Dónde estaban las fórmulas? ¿Y los intrincados símbolos? ¿Y el sello? ¡Aquello era un jodido retrato! ¿Cómo se suponía que iba a replicar la fórmula de la inmortalidad así? ¿Cómo iba a descubrir sus entresijos? ¿Sus secretos?
—Uau… Esto es… No me lo esperaba. —No sabía ni qué decir. «Estamos hablando de la inmortalidad, cabrón. ¡Pues claro que no te lo iban a poner en bandeja! No pierdas los nervios, todavía debe haber algún modo de replicar el fūinjutsu…»—. Es… eres tú, ¿verdad? —se obligó a preguntar. Por muy logrado que parecía aquel retrato, apenas era capaz de distinguir nada con aquella oscuridad. La luz de las hogueras se filtraba por una única abertura de la tienda, y no era suficiente en absoluto para arrojar color a aquel cuadro en miniatura.
Aiko le explicó que era su mayor tesoro, el último recuerdo que tenía de su padre. Algo en la cabeza de Datsue hizo clic con aquella afirmación. ¿Sabía Aiko que aquel papel era el responsable de su inmortalidad? ¿Lo recordaba? ¿Lo había sabido en algún momento? Porque si de algo estaba seguro Datsue, a no ser que aquello no fuese lo que pensaba que era, es que emitía chakra cada vez que la kunoichi resultaba herida. Un chakra que se encargaba de curarla, o, más bien, de devolverla a su estado original.
—... si su alma está encerrada en éste dibujo, ¿puede oírme? ¿puede ver las cosas o sentirlas? Dijiste que sabías de técnicas de sellado, ¿verdad?
El Uchiha suspiró con pesadez. Ella quería saber si su padre le oía; él, la inmortalidad.
—Lo dije y lo mantengo. Me enseñó la mejor, Shiona-sama en persona. —Bueno, quizá no en persona. Pero si de algo estaba orgulloso respecto a sus cualidades ninja, eso era de su conocimiento sobre el fūinjutsu—. Pero todavía me queda mucho por aprender… No sabría responder a tu pregunta —se lamentó.
¿Debía decirle que aquel simple papel era el responsable de su inmortalidad? Quizá aquella información fuese la diferencia entre sobrevivir o no en un momento dado. Sin embargo, si ya era recelosa de por sí para enseñárselo, ¿cómo lograría convencerla para que le dejase estudiarlo si descubría la verdad? «No importa», se dijo. «Te gusta. Por mucho que intentes engañarte a ti mismo. Debes hacerlo por su bien…»
—Escucha, Aiko, yo… —dudó por unos instantes—. ¿Dices entonces que ahí está sellada el alma de tu padre? —No podía. Simplemente, no podía decírselo. Necesitaba estudiar aquel papel. Ver si podía replicarlo. Inmediatamente después se lo contaría. Lo juraba. Y a pesar del juramento, se sintió sucio al no revelárselo en aquel instante. Como si la estuviese traicionando. Sucio y asqueroso, pero todavía con la boca cerrada al respecto—. Escúchame, no quiero que empieces a dar saltos de alegría y pongas tus esperanzas por las nubes, ¿vale? —le advirtió, agarrándola por los brazos—. Pero si eso que me cuentas es verdad… Hay un modo, una pequeña posibilidad…
»… de resucitar a tu padre.
… su corazón se partió en añicos. Se sintió engañado, traicionado. Era como si le hubiesen prometido un barco por cumpleaños y, llegado el momento, descubriese que efectivamente se lo iban a regalar, pero de juguete. ¿Dónde estaban las fórmulas? ¿Y los intrincados símbolos? ¿Y el sello? ¡Aquello era un jodido retrato! ¿Cómo se suponía que iba a replicar la fórmula de la inmortalidad así? ¿Cómo iba a descubrir sus entresijos? ¿Sus secretos?
—Uau… Esto es… No me lo esperaba. —No sabía ni qué decir. «Estamos hablando de la inmortalidad, cabrón. ¡Pues claro que no te lo iban a poner en bandeja! No pierdas los nervios, todavía debe haber algún modo de replicar el fūinjutsu…»—. Es… eres tú, ¿verdad? —se obligó a preguntar. Por muy logrado que parecía aquel retrato, apenas era capaz de distinguir nada con aquella oscuridad. La luz de las hogueras se filtraba por una única abertura de la tienda, y no era suficiente en absoluto para arrojar color a aquel cuadro en miniatura.
Aiko le explicó que era su mayor tesoro, el último recuerdo que tenía de su padre. Algo en la cabeza de Datsue hizo clic con aquella afirmación. ¿Sabía Aiko que aquel papel era el responsable de su inmortalidad? ¿Lo recordaba? ¿Lo había sabido en algún momento? Porque si de algo estaba seguro Datsue, a no ser que aquello no fuese lo que pensaba que era, es que emitía chakra cada vez que la kunoichi resultaba herida. Un chakra que se encargaba de curarla, o, más bien, de devolverla a su estado original.
—... si su alma está encerrada en éste dibujo, ¿puede oírme? ¿puede ver las cosas o sentirlas? Dijiste que sabías de técnicas de sellado, ¿verdad?
El Uchiha suspiró con pesadez. Ella quería saber si su padre le oía; él, la inmortalidad.
—Lo dije y lo mantengo. Me enseñó la mejor, Shiona-sama en persona. —Bueno, quizá no en persona. Pero si de algo estaba orgulloso respecto a sus cualidades ninja, eso era de su conocimiento sobre el fūinjutsu—. Pero todavía me queda mucho por aprender… No sabría responder a tu pregunta —se lamentó.
¿Debía decirle que aquel simple papel era el responsable de su inmortalidad? Quizá aquella información fuese la diferencia entre sobrevivir o no en un momento dado. Sin embargo, si ya era recelosa de por sí para enseñárselo, ¿cómo lograría convencerla para que le dejase estudiarlo si descubría la verdad? «No importa», se dijo. «Te gusta. Por mucho que intentes engañarte a ti mismo. Debes hacerlo por su bien…»
—Escucha, Aiko, yo… —dudó por unos instantes—. ¿Dices entonces que ahí está sellada el alma de tu padre? —No podía. Simplemente, no podía decírselo. Necesitaba estudiar aquel papel. Ver si podía replicarlo. Inmediatamente después se lo contaría. Lo juraba. Y a pesar del juramento, se sintió sucio al no revelárselo en aquel instante. Como si la estuviese traicionando. Sucio y asqueroso, pero todavía con la boca cerrada al respecto—. Escúchame, no quiero que empieces a dar saltos de alegría y pongas tus esperanzas por las nubes, ¿vale? —le advirtió, agarrándola por los brazos—. Pero si eso que me cuentas es verdad… Hay un modo, una pequeña posibilidad…
»… de resucitar a tu padre.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado