13/12/2017, 18:47
A los ninjas les despertó, a la mañana siguiente, el bullicio de un campamento en marcha. Si salían de sus tiendas —o, al menos, se asomaban abriendo la cremallera—, verían un espectáculo digno de observarse. Todos los hombres de Hanzō iban de acá para allá llevando picos, palas, palines y cubos de madera como un enjambre de hormigas; laboriosas, coordinadas. Habían descargado ya todas las cajas de los carromatos y montado algunas pérgolas —para resguardarse del abrasador Sol del desierto—, bajo las cuales habían levantado un par de largas mesas de madera. En torno a estas se encontraban los dos académicos, acompañados de un buen montón de escritos, libros y mapas que examinaban con avidez.
En un momento dado, Rōshi llamó a Jonaro y le transmitió algunas instrucciones. El jefe de seguridad se marchó entonces llevándose cuatro hombres consigo en dirección a la formación rocosa bajo la cual —según las investigaciones— se encontraba la antigua tumba.
—¡Marcad aquí, aquí, y aquí! ¡Y ahí también! —vociferaba el mercenario, señalando con su robusto brazo cuatro puntos emplazados alrededor de la roca erosionada—. ¡Venga, coño, que no tenemos todo el día! ¡Esos picos!
Los obreros se movían diligentes y veloces a sus órdenes; mas nunca lo suficientemente rápidos para el gusto de Haijinzu Jonaro. Al fin y al cabo, tenían apenas un par de días para encontrar algo útil antes de que, probablemente, los soldados del Daimyō dieran con ellos.
En un momento dado, Rōshi llamó a Jonaro y le transmitió algunas instrucciones. El jefe de seguridad se marchó entonces llevándose cuatro hombres consigo en dirección a la formación rocosa bajo la cual —según las investigaciones— se encontraba la antigua tumba.
—¡Marcad aquí, aquí, y aquí! ¡Y ahí también! —vociferaba el mercenario, señalando con su robusto brazo cuatro puntos emplazados alrededor de la roca erosionada—. ¡Venga, coño, que no tenemos todo el día! ¡Esos picos!
Los obreros se movían diligentes y veloces a sus órdenes; mas nunca lo suficientemente rápidos para el gusto de Haijinzu Jonaro. Al fin y al cabo, tenían apenas un par de días para encontrar algo útil antes de que, probablemente, los soldados del Daimyō dieran con ellos.