13/12/2017, 18:55
Akame observaba cómo aquella discreta e íntima reunión se iba sucendiendo como si él fuese un extraño venido de otro planeta. El joven de lengua de plata y ropajes caros que les había estado esperando dentro de aquel cubículo parecía ser, a todas luces, el contacto de Datsue para la misión. La mujer que les había llevado hasta allí —conscientemente o no— también estaba en el ajo, o eso daba a entender la presentación que el tipo hizo de ella.
Al ser reconocido, el Uchiha esbozó una sonrisa forzada para disimular el descontento que le producía la fama que bien se había granjeado en Hi no Kuni.
—Así es —admitió sin tapujos; poco sentido tenía negarlo a esas alturas—. ¿Y tú eres...?
No pasó desapercibido para Akame que, a pesar de su incansable verborrea —no era difícil imaginar por qué parecía llevarse tan bien con su Hermano—, aquel tipo no les había dado su nombre. Datsue tampoco lo había mencionado y, aunque era de intuir que lo conocía, eso acrecentaba todavía más la incomodidad de Akame en tan pintoresca reunión.
A la mujer se limitó a saludarla —por segunda vez, como si su encuentro abajo, antes de las escaleras, no hubiese sucedido— con una sobria inclinación de cabeza. Calculada. Fría, que nada tenía que ver con las palabras de su Hermano. «Cómo les gusta hablar, maldita sea. ¿Por qué no nos dan la maldita información de una vez? Cuanto más tiempo pasemos aquí de cháchara, más probabilidades hay de que algo salga mal...»
—Una velada encantadora, sin duda —interrumpió el Uchiha—. ¿Les parece si pasamos a lo importante?
Al ser reconocido, el Uchiha esbozó una sonrisa forzada para disimular el descontento que le producía la fama que bien se había granjeado en Hi no Kuni.
—Así es —admitió sin tapujos; poco sentido tenía negarlo a esas alturas—. ¿Y tú eres...?
No pasó desapercibido para Akame que, a pesar de su incansable verborrea —no era difícil imaginar por qué parecía llevarse tan bien con su Hermano—, aquel tipo no les había dado su nombre. Datsue tampoco lo había mencionado y, aunque era de intuir que lo conocía, eso acrecentaba todavía más la incomodidad de Akame en tan pintoresca reunión.
A la mujer se limitó a saludarla —por segunda vez, como si su encuentro abajo, antes de las escaleras, no hubiese sucedido— con una sobria inclinación de cabeza. Calculada. Fría, que nada tenía que ver con las palabras de su Hermano. «Cómo les gusta hablar, maldita sea. ¿Por qué no nos dan la maldita información de una vez? Cuanto más tiempo pasemos aquí de cháchara, más probabilidades hay de que algo salga mal...»
—Una velada encantadora, sin duda —interrumpió el Uchiha—. ¿Les parece si pasamos a lo importante?