13/12/2017, 22:48
Cuando los ninjas se acercaron al tendete bajo el que los profesores examinaban sus documentos, pudieron ver que sobre la mesa había también algunas provisiones; un par de garrafas de agua, un saquito con algunos bollos de pan, tarros que contenían mermelada de distinta confitura y una cesta con frutas variadas —plátanos, peras y manzanas—.
—¡Buenos días! —les saludó efusivamente Banadoru, quizá en un intento de hacer pelillos a la mar y que todos olvidaran lo ocurrido durante la cena el día anterior—. ¿Cómo han dormido?
Muten Rōshi alzó la vista del mapa que estaba revisando el tiempo justo para dedicarle una mirada sobria a Datsue y otra a Aiko.
—Buenos días —contestó, tranquilo—. Ahí tienen para desayunar.
Pese a que en torno a la larga mesa portable de madera no había sillas, ésta tenía una altura perfecta para que se pudiera comer, leer y demás sin necesidad de encorvarse y sufrir luego dolores de espalda.
—Muten-sensei cree que estamos cerca, muy cerca de la tumba. Si todo va según lo previsto, hoy mismo deberíamos dar con algún indicio de las ruinas, y quizá para mañana tener el camino despejado —les informó Banadoru, sin poder contener su entusiasmo.
El profesor adjunto se metió una mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó una pequeña baratija cubierta de tierra y arena.
—Esto es un fragmento de un reloj solar kazejin —enunció, orgulloso, alzando el artilugio frente a los ninjas para que pudieran verlo. Se trataba de un aro circular, muy oxidado, con muescas en la parte de fuera—. Lo encontramos hace un rato tras rebuscar apenas una hora. ¡Esto significa que, en efecto, estamos cerca!
—Banadoru-kun, controla tu entusiasmo. Todavía no podemos cantar victoria —le reprendió el director de la expedición.
—Sí, Muten-sensei. Lo siento —se disculpó el otro, agachando la cabeza.
—¡Buenos días! —les saludó efusivamente Banadoru, quizá en un intento de hacer pelillos a la mar y que todos olvidaran lo ocurrido durante la cena el día anterior—. ¿Cómo han dormido?
Muten Rōshi alzó la vista del mapa que estaba revisando el tiempo justo para dedicarle una mirada sobria a Datsue y otra a Aiko.
—Buenos días —contestó, tranquilo—. Ahí tienen para desayunar.
Pese a que en torno a la larga mesa portable de madera no había sillas, ésta tenía una altura perfecta para que se pudiera comer, leer y demás sin necesidad de encorvarse y sufrir luego dolores de espalda.
—Muten-sensei cree que estamos cerca, muy cerca de la tumba. Si todo va según lo previsto, hoy mismo deberíamos dar con algún indicio de las ruinas, y quizá para mañana tener el camino despejado —les informó Banadoru, sin poder contener su entusiasmo.
El profesor adjunto se metió una mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó una pequeña baratija cubierta de tierra y arena.
—Esto es un fragmento de un reloj solar kazejin —enunció, orgulloso, alzando el artilugio frente a los ninjas para que pudieran verlo. Se trataba de un aro circular, muy oxidado, con muescas en la parte de fuera—. Lo encontramos hace un rato tras rebuscar apenas una hora. ¡Esto significa que, en efecto, estamos cerca!
—Banadoru-kun, controla tu entusiasmo. Todavía no podemos cantar victoria —le reprendió el director de la expedición.
—Sí, Muten-sensei. Lo siento —se disculpó el otro, agachando la cabeza.