14/12/2017, 21:09
«Ah, Datsue-kun...»
El mayor de los Uchiha soltó un suspiro —de espaldas a todos, para que nadie pudiera verle— cuando su compañero de misión sugirió, tirando de compasión, que le debían al menos un almuerzo al viejo. «Le debemos mucho más, pero ni eso le devolveremos» quiso decir Akame. ¡Por supuesto que estaban en deuda con él! Le habían interrogado duramente y el tipo ni siquiera parecía en condiciones de amenazarlos. Todo lo que había hecho había sido suplicar que le sacaran de Ichiban.
—Datsue-kun, le has librado de las ataduras de un Juuinjutsu —dijo finalmente Akame, volviéndose hacia el anciano y sus compañeros—. Creo que es pago suficiente por la información que nos ha dado, ¿no estáis de acuerdo?
Interpeló a Eri, pero ella se manifestó a favor del parecer de Datsue. «Dos contra uno...» Derrotado, Akame se limitó a asentir con un deje de impaciencia.
—Vale, vale, está bien... Le traeremos algo. Pero primero, por favor, ¡vamos a comer nosotros! Me rugen las tripas —aseguró, poniendo ambas manos sobre su vientre.
Si sus compañeros le hacían caso, el joven Uchiha saldría por fin de aquella casa vieja y maloliente. El pálido Sol de Otoño le bañó el rostro, y Akame se estiró a gusto apenas pisó el parco camino de tierra que llevaba hasta la vivienda del anciano. Luego de esperar a que Eri y Datsue salieran, el genin enfilaría camino hacia la taberna.
—Joder, todo esto se ha vuelto sumamente oscuro y tenebroso de repente... —caviló en voz alta—. A estas alturas, parece claro que lo que quiera que hiciesen en ese templo está relacionado con los extraños sucesos de la mansión del señor Takeda. Pobre infeliz...
El mayor de los Uchiha soltó un suspiro —de espaldas a todos, para que nadie pudiera verle— cuando su compañero de misión sugirió, tirando de compasión, que le debían al menos un almuerzo al viejo. «Le debemos mucho más, pero ni eso le devolveremos» quiso decir Akame. ¡Por supuesto que estaban en deuda con él! Le habían interrogado duramente y el tipo ni siquiera parecía en condiciones de amenazarlos. Todo lo que había hecho había sido suplicar que le sacaran de Ichiban.
—Datsue-kun, le has librado de las ataduras de un Juuinjutsu —dijo finalmente Akame, volviéndose hacia el anciano y sus compañeros—. Creo que es pago suficiente por la información que nos ha dado, ¿no estáis de acuerdo?
Interpeló a Eri, pero ella se manifestó a favor del parecer de Datsue. «Dos contra uno...» Derrotado, Akame se limitó a asentir con un deje de impaciencia.
—Vale, vale, está bien... Le traeremos algo. Pero primero, por favor, ¡vamos a comer nosotros! Me rugen las tripas —aseguró, poniendo ambas manos sobre su vientre.
Si sus compañeros le hacían caso, el joven Uchiha saldría por fin de aquella casa vieja y maloliente. El pálido Sol de Otoño le bañó el rostro, y Akame se estiró a gusto apenas pisó el parco camino de tierra que llevaba hasta la vivienda del anciano. Luego de esperar a que Eri y Datsue salieran, el genin enfilaría camino hacia la taberna.
—Joder, todo esto se ha vuelto sumamente oscuro y tenebroso de repente... —caviló en voz alta—. A estas alturas, parece claro que lo que quiera que hiciesen en ese templo está relacionado con los extraños sucesos de la mansión del señor Takeda. Pobre infeliz...