15/12/2017, 17:29
El Uchiha asintió, conforme, ante las explicaciones de Shinjaka. «Ahora sí estamos hablando, amigo...» La información que aquel hombre les ofrecía era de sumo valor para la misión que tenían entre manos, porque Datsue ya le había contado a su Hermano que iban tras —nada más y nada menos— uno de los duros de Tanzaku Gai; pero hasta ese momento, el Uchiha no fue consciente de cuánta verdad había ahí.
«Realmente lo vamos a tener difícil para coger a este cabrón», se dijo Akame mas sin verbalizarlo.
Sin embargo, el trabajo de la mujer conocida como Meiharu —según Shinjaka— les permitiría partir con cierta ventaja frente a su objetivo. Akame entrecerró los ojos cuando el aprendiz de herrero puso los detalles —metafóricamente— sobre la mesa, como un cazador que ya ha elegido su presa. «Veremos si es verdad que nuestro joven guardaespaldas tiene tantas ganas de hablar sobre su valedor».
Y aquella no era la única pista. En un atrevido movimiento, Shinjaka se sacó dos auténticos fajos de dinero y los dejó —ahora sí, de forma literal— sobre la mesa del cubículo. Akame los miró como si nunca hubiese visto tanto dinero junto... Cosa que era verdad. Luego, dirigió la vista hacia su Hermano.
—Tranquilo, Datsue-kun, que no son para nosotros —bromeó, aun sin mudar la seriedad de su rostro, haciendo alusión al único y verdadero amor que aquel chico había conocido jamás; el dinero.
Se cruzó de brazos cuando Meiharu les preguntó quién era mejor jugando a las cartas. Akame tenía otras aficiones menos nobles, como el shōgi, pero conocía perfectamente las reglas.
—Yo lo haré, Meiharu-san, Shinjaka-san —se ofreció, mirando a los interpelados. No las tenía todas consigo, pero intentaba que no se le notara.
«Realmente lo vamos a tener difícil para coger a este cabrón», se dijo Akame mas sin verbalizarlo.
Sin embargo, el trabajo de la mujer conocida como Meiharu —según Shinjaka— les permitiría partir con cierta ventaja frente a su objetivo. Akame entrecerró los ojos cuando el aprendiz de herrero puso los detalles —metafóricamente— sobre la mesa, como un cazador que ya ha elegido su presa. «Veremos si es verdad que nuestro joven guardaespaldas tiene tantas ganas de hablar sobre su valedor».
Y aquella no era la única pista. En un atrevido movimiento, Shinjaka se sacó dos auténticos fajos de dinero y los dejó —ahora sí, de forma literal— sobre la mesa del cubículo. Akame los miró como si nunca hubiese visto tanto dinero junto... Cosa que era verdad. Luego, dirigió la vista hacia su Hermano.
—Tranquilo, Datsue-kun, que no son para nosotros —bromeó, aun sin mudar la seriedad de su rostro, haciendo alusión al único y verdadero amor que aquel chico había conocido jamás; el dinero.
Se cruzó de brazos cuando Meiharu les preguntó quién era mejor jugando a las cartas. Akame tenía otras aficiones menos nobles, como el shōgi, pero conocía perfectamente las reglas.
—Yo lo haré, Meiharu-san, Shinjaka-san —se ofreció, mirando a los interpelados. No las tenía todas consigo, pero intentaba que no se le notara.