18/12/2017, 16:56
(Última modificación: 18/12/2017, 17:06 por Uchiha Akame.)
Una sonrisa amplia y espléndida se dibujó en la mente de Uchiha Akame. No en su rostro, claro, que como mucho se contrajo en una comedida mueca de aprobación ante las palabras de su Hermano y la aceptación de los otros dos personajes ante el cambio de planes que había sugerido. Pero dentro suya, el uzujin experimentó una sensación de lo más placentera y adictiva. Era como un trago de alcohol para un borracho, como un cigarrillo para el fumador empedernido. Era la certeza de haber dado justo en la cabeza del maldito clavo y haberlo empujado hasta el fondo de la madera con un golpe seco y preciso. Podría parecer una tontería, pero Akame se tomaba muy en serio aquellas pequeñas victorias de su intelecto; de aquella salvaje autoexigencia y perfeccionismo provenía su profesionalidad. Y si de algo se enorgullecía el Uchiha, era justamente de eso. Del rasgo que le había valido un buen sobrenombre.
Así pues, cuando todos estuvieron listos y Shinjaka le indicó dónde se reunirían, abandonando después el cubil, Akame realizó los sellos del Henge no Jutsu y volvió a ser Kurusu Ashito. Sus ojos —ahora azules— pasaron rápidamente sobre los de Meiharu y se detuvieron en los de Datsue.
—Buena cacería —le dijo, torciendo los labios en lo que podía parecer una sonrisa. Luego le ofreció el antebrazo, esperando que se lo estrechase como gesto de camaradería sin par.
«Al lío».
Salió del romántico cubículo, dejando allí a Datsue y a la bella informante, y sin dirigirle la mirada a nadie en concreto caminó hacia las escaleras que bajaban a la planta inferior. Ya no llevaba su copa en la mano —la había dejado, casi entera, sobre la mesa de la habitación privada—. Si todo iba como él quería, Akame —Ashito— bajaría las escaleras hasta la sala oval y luego saldría del Molino Rojo. Todo ello acompañando a Shinjaka, claro.
Así pues, cuando todos estuvieron listos y Shinjaka le indicó dónde se reunirían, abandonando después el cubil, Akame realizó los sellos del Henge no Jutsu y volvió a ser Kurusu Ashito. Sus ojos —ahora azules— pasaron rápidamente sobre los de Meiharu y se detuvieron en los de Datsue.
—Buena cacería —le dijo, torciendo los labios en lo que podía parecer una sonrisa. Luego le ofreció el antebrazo, esperando que se lo estrechase como gesto de camaradería sin par.
«Al lío».
Salió del romántico cubículo, dejando allí a Datsue y a la bella informante, y sin dirigirle la mirada a nadie en concreto caminó hacia las escaleras que bajaban a la planta inferior. Ya no llevaba su copa en la mano —la había dejado, casi entera, sobre la mesa de la habitación privada—. Si todo iba como él quería, Akame —Ashito— bajaría las escaleras hasta la sala oval y luego saldría del Molino Rojo. Todo ello acompañando a Shinjaka, claro.