19/12/2017, 02:27
Finalmente, los hermanos del Desierto cortaron el cordón umbilical y tomaron caminos separados.
Akame, por su parte, no tuvo problema alguno para pasar de nuevo por aquel concurrido pasillo. Se llevó las ya típicas miradas de curiosidad, ésta vez más minuciosas que antes; aunque completamente inofensivas. Poco después, estaría fuera del Molino Rojo, y el cielo ya estaría tintado de negro. La calle principal sin embargo estaba plenamente iluminada por un grueso camino de farolas que se esparcían equitativamente a lo largo de las plazas, caminos que le guiarían hasta las dos cuadras abajo en las que Shinjaka estaría esperándole recostado por sobre el espaldar de una banca de piedra.
Cuando vio llegar a el profesional, se alzó, cortando de lleno sus maquinaciones y comenzó a andar, esperando que su interlocutor lograra equiparar su paso.
—Datsue y tú —espetó, poco casual. Más curioso que nada—. parecéis muy unidos. "Hermano", te llamó, ¿cierto? —su voz melodiosa se tensó junto con una sonrisa extravagante que se encorvó súbitamente en sus labios—. eso me resulta muy curioso, sabes. Muy pero muy curioso.
Akame tendría que recordar que, ahí en donde veía a Shinjaka, también veía a un tipo conocedor. Conocedor del mundo en general.
Ella volteó los ojos, evasiva. Le echó un rápido vistazo a un reloj y giró de nuevo hacia Datsue.
—Tiempo... no, no lo hay. Pero hagamos un trato, tú y yo. Si logras saldar tu deuda con el Estandarte y salir ileso de todo esto, búscame. Te prometo que te haré el tiempo suficiente como para que podamos conversar plácidamente, de tu vida, de la mía, y de lo que nos aventuró a recibir el excitante beso de fuego.
Sus labios bebieron de la copa que Akame había dejado, sobre la mesa. Bebió, sorbo tras sorbo, dejando un tenue reflejo de la comisura de sus carnosos labios por sobre el frío cristal.
—Ahora, querido, pregunta. Pregunta lo que creas conveniente saber, que si yo lo sé, te lo diré. ¿Qué información crees que te será útil, Datsue-kun?
Akame, por su parte, no tuvo problema alguno para pasar de nuevo por aquel concurrido pasillo. Se llevó las ya típicas miradas de curiosidad, ésta vez más minuciosas que antes; aunque completamente inofensivas. Poco después, estaría fuera del Molino Rojo, y el cielo ya estaría tintado de negro. La calle principal sin embargo estaba plenamente iluminada por un grueso camino de farolas que se esparcían equitativamente a lo largo de las plazas, caminos que le guiarían hasta las dos cuadras abajo en las que Shinjaka estaría esperándole recostado por sobre el espaldar de una banca de piedra.
Cuando vio llegar a el profesional, se alzó, cortando de lleno sus maquinaciones y comenzó a andar, esperando que su interlocutor lograra equiparar su paso.
—Datsue y tú —espetó, poco casual. Más curioso que nada—. parecéis muy unidos. "Hermano", te llamó, ¿cierto? —su voz melodiosa se tensó junto con una sonrisa extravagante que se encorvó súbitamente en sus labios—. eso me resulta muy curioso, sabes. Muy pero muy curioso.
Akame tendría que recordar que, ahí en donde veía a Shinjaka, también veía a un tipo conocedor. Conocedor del mundo en general.
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Ella volteó los ojos, evasiva. Le echó un rápido vistazo a un reloj y giró de nuevo hacia Datsue.
—Tiempo... no, no lo hay. Pero hagamos un trato, tú y yo. Si logras saldar tu deuda con el Estandarte y salir ileso de todo esto, búscame. Te prometo que te haré el tiempo suficiente como para que podamos conversar plácidamente, de tu vida, de la mía, y de lo que nos aventuró a recibir el excitante beso de fuego.
Sus labios bebieron de la copa que Akame había dejado, sobre la mesa. Bebió, sorbo tras sorbo, dejando un tenue reflejo de la comisura de sus carnosos labios por sobre el frío cristal.
—Ahora, querido, pregunta. Pregunta lo que creas conveniente saber, que si yo lo sé, te lo diré. ¿Qué información crees que te será útil, Datsue-kun?