20/12/2017, 21:50
—Buen provecho —respondió Akame.
Durante la comida reinó el silencio en la taberna, sólo roto por alguna maldición ocasional por parte del parroquiano que estuviera perdiendo a las cartas en ese momento. Akame comprobó con una mirada que sus compañeros parecían estar disfrutando del estofado tanto como él; o quizás era que simplemente estaban hambrientos. Pese a que no habían tenido que realizar un esfuerzo físico notable —a excepción de Datsue, que sí que había sudado la gota gorda para sellar el Juuinjutsu del viejo loco—, todo aquel asunto de la investigación les había hecho trabajar su intelecto a revientacalderas.
Akame se recostó en el respaldo de su asiento cuando terminó, dejando la cuchara cruzada sobre el cuenco para dar a entenderlo, y llamó la atención del rechoncho hombre tras la barra con un gesto de su mano derecha.
—Un té verde, por favor.
El camarero asintió con diligencia y volvió a desaparecer tras la puerta junto a la vieja barra de madera.
Justo cuando Akame se volteaba de nuevo hacia sus compañeros, Datsue soltaba otro de sus comentarios para intentar escurrir el bulto. «Este tío es un marmolillo, ¿todavía no se entera de que no vamos a pasar por ese aro?» Eri le replicó con la mordacidad de quien está perdiendo la paciencia y el propio Akame, en un alarde de serenidad, se limitó a apuntar las palabras de su compañera kunoichi.
—Por las tetas de Amaterasu, Datsue-kun, ¿harías el favor de dejar de intentar eludir tus responsabilidades durante al menos un momento? —le inquirió—. Te quejas más que un kusareño llamado a filas.
Al poco el Uchiha tenía ante sí una taza de madera llena de té, calentito y humeante, que fue despachando con breves sorbos.
—Creo que nos vendría bien un descanso para aclarar la mente. ¿Os parece si volvemos a vernos aquí a las tres?
Durante la comida reinó el silencio en la taberna, sólo roto por alguna maldición ocasional por parte del parroquiano que estuviera perdiendo a las cartas en ese momento. Akame comprobó con una mirada que sus compañeros parecían estar disfrutando del estofado tanto como él; o quizás era que simplemente estaban hambrientos. Pese a que no habían tenido que realizar un esfuerzo físico notable —a excepción de Datsue, que sí que había sudado la gota gorda para sellar el Juuinjutsu del viejo loco—, todo aquel asunto de la investigación les había hecho trabajar su intelecto a revientacalderas.
Akame se recostó en el respaldo de su asiento cuando terminó, dejando la cuchara cruzada sobre el cuenco para dar a entenderlo, y llamó la atención del rechoncho hombre tras la barra con un gesto de su mano derecha.
—Un té verde, por favor.
El camarero asintió con diligencia y volvió a desaparecer tras la puerta junto a la vieja barra de madera.
Justo cuando Akame se volteaba de nuevo hacia sus compañeros, Datsue soltaba otro de sus comentarios para intentar escurrir el bulto. «Este tío es un marmolillo, ¿todavía no se entera de que no vamos a pasar por ese aro?» Eri le replicó con la mordacidad de quien está perdiendo la paciencia y el propio Akame, en un alarde de serenidad, se limitó a apuntar las palabras de su compañera kunoichi.
—Por las tetas de Amaterasu, Datsue-kun, ¿harías el favor de dejar de intentar eludir tus responsabilidades durante al menos un momento? —le inquirió—. Te quejas más que un kusareño llamado a filas.
Al poco el Uchiha tenía ante sí una taza de madera llena de té, calentito y humeante, que fue despachando con breves sorbos.
—Creo que nos vendría bien un descanso para aclarar la mente. ¿Os parece si volvemos a vernos aquí a las tres?