21/12/2017, 17:33
Akame despidió a su compañero con una leve inclinación de cabeza y luego se dispuso a seguirle, levantándose él también. El Uchiha no tenía intención alguna de llevarle comida al anciano —le parecía un engorro innecesario—, pero Eri salvó la situación.
—Eso es muy amable por tu parte —dijo Akame, con una profunda inclinación de cabeza—. Gracias, Eri-san.
Con esas, el genin enfiló las escaleras que conducían al segundo piso, jugueteando con la llave de su habitación dentro de uno de los bolsillos de sus pantalones. En ese momento más que en ningún otro agradeció no tener que compartir la estancia con nadie; necesitaba pensar, aclararse las ideas.
«El tiempo es un círculo plano...»
Poco después Eri atravesaba la plaza del pueblo —desierta a aquellas horas de la tarde— en dirección a la casa del anciano. Dobló la esquina al llegar a las ruinas calcinadas del antiguo templo y caminó un poco más hasta llegar a la precaria casucha. La puerta de madera podrida estaba firmemente cerrada, al igual que todas las ventanas. Pese a que salía humo de la chimenea, si la kunoichi intentaba ver a través de los cristales no distinguiría gran cosa.
Si llamaba a la puerta, nadie respondería. ¿Tal vez el anciano había decidido echarse una pequeña siesta, como sus compañeros de misión?
—Eso es muy amable por tu parte —dijo Akame, con una profunda inclinación de cabeza—. Gracias, Eri-san.
Con esas, el genin enfiló las escaleras que conducían al segundo piso, jugueteando con la llave de su habitación dentro de uno de los bolsillos de sus pantalones. En ese momento más que en ningún otro agradeció no tener que compartir la estancia con nadie; necesitaba pensar, aclararse las ideas.
«El tiempo es un círculo plano...»
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Poco después Eri atravesaba la plaza del pueblo —desierta a aquellas horas de la tarde— en dirección a la casa del anciano. Dobló la esquina al llegar a las ruinas calcinadas del antiguo templo y caminó un poco más hasta llegar a la precaria casucha. La puerta de madera podrida estaba firmemente cerrada, al igual que todas las ventanas. Pese a que salía humo de la chimenea, si la kunoichi intentaba ver a través de los cristales no distinguiría gran cosa.
Si llamaba a la puerta, nadie respondería. ¿Tal vez el anciano había decidido echarse una pequeña siesta, como sus compañeros de misión?