21/12/2017, 19:07
«¿¡Muerto!?»
El Uchiha escuchó con atención las palabras de su compañera, entrecortadas y víctimas de la ansiedad que la estaba atenazando en ese momento. Pese a todo, una cosa le quedó clara; el viejo estaba muerto. Rápidamente su cerebro ató cabos y llegó a la conclusión obvia. «Joder, no podemos dejar que nadie se entere. No al menos hasta que hayamos terminado nuestro trabajo aquí. Lo más probable es que a nadie le importe, pero agitaría los ánimos del pueblo y convertiría Ichiban en un polvorín... O quizás nos relacionen con ello. Podrían acusarnos, ese alguacil eunuco parece tener ya suficientes problemas como para tragar con uno más... Maldición».
Agarrando a Eri de los hombros trató de apartarla de la calle principal, llevándola tras la posada, donde sería menos probable que alguien les oyese. La chica parecía realmente traumatizada, y Akame soltó sus hombros para acomodar ambas manos en torno su rostro. Necesitaba que se centrase.
—Tranquila, Eri-san, estás a salvo ahora —dijo, aunque él nunca había sido muy bueno con esas cosas—. Necesito que te tranquilices, ¿de acuerdo? Cuéntame lo que ha pasado.
El Uchiha escuchó con atención las palabras de su compañera, entrecortadas y víctimas de la ansiedad que la estaba atenazando en ese momento. Pese a todo, una cosa le quedó clara; el viejo estaba muerto. Rápidamente su cerebro ató cabos y llegó a la conclusión obvia. «Joder, no podemos dejar que nadie se entere. No al menos hasta que hayamos terminado nuestro trabajo aquí. Lo más probable es que a nadie le importe, pero agitaría los ánimos del pueblo y convertiría Ichiban en un polvorín... O quizás nos relacionen con ello. Podrían acusarnos, ese alguacil eunuco parece tener ya suficientes problemas como para tragar con uno más... Maldición».
Agarrando a Eri de los hombros trató de apartarla de la calle principal, llevándola tras la posada, donde sería menos probable que alguien les oyese. La chica parecía realmente traumatizada, y Akame soltó sus hombros para acomodar ambas manos en torno su rostro. Necesitaba que se centrase.
—Tranquila, Eri-san, estás a salvo ahora —dijo, aunque él nunca había sido muy bueno con esas cosas—. Necesito que te tranquilices, ¿de acuerdo? Cuéntame lo que ha pasado.