21/12/2017, 19:35
Eri vomitó todo lo que acababa de vivir en aquella casa apartada de Ichiban como si le estuviese corroyendo las entrañas. Para Akame —que tenía menos escrúpulos que cualquier otro genin que hubiese conocido, salvo quizás Umikiba Kaido—, la escena que relataba su compañera kunoichi no era tan sobrecogedora. Pero incluso un tipo tan poco empático y sobrio como él sabía reconocer cuándo algo era rematadamente de mal gusto, y en aquella ocasión sólo había que ver a Eri, temblando y con los ojos anegados en lágrimas, para hacerse una idea.
—No pienses más en eso, Eri-san —le dijo Akame, tomándola otra vez de los hombros—. Ese hombre estaba atormentado y medio chalupa, ya lo viste. La gente tan inestable es imprevisible.
No sabía si sus intentos de consolar a Eri surtirían efecto, pero dejar a una compañera tirada en semejante situación iba en contra de todos sus códigos de shinobi.
—Vamos, vamos, te vendrá bien un chocolate caliente y descansar un poco. Vamos dentro —la animó el Uchiha mientras trataba de llevarla de vuelta a la calle principal.
—Escucha, sé que debe haber sido horrible ver eso... —le dijo cuando estuvieron frente a la puerta de la posada—. Pero tienes que aguantar el tipo cuando entremos. Si se corre la voz nuestro trabajo se volverá notablemente más complicado, y todavía no hemos terminado la misión.
Luego el Uchiha abrió la puerta y entró.
—Tú sube, yo te pido algo —le dijo, dirigiéndose a la barra.
—No pienses más en eso, Eri-san —le dijo Akame, tomándola otra vez de los hombros—. Ese hombre estaba atormentado y medio chalupa, ya lo viste. La gente tan inestable es imprevisible.
No sabía si sus intentos de consolar a Eri surtirían efecto, pero dejar a una compañera tirada en semejante situación iba en contra de todos sus códigos de shinobi.
—Vamos, vamos, te vendrá bien un chocolate caliente y descansar un poco. Vamos dentro —la animó el Uchiha mientras trataba de llevarla de vuelta a la calle principal.
—Escucha, sé que debe haber sido horrible ver eso... —le dijo cuando estuvieron frente a la puerta de la posada—. Pero tienes que aguantar el tipo cuando entremos. Si se corre la voz nuestro trabajo se volverá notablemente más complicado, y todavía no hemos terminado la misión.
Luego el Uchiha abrió la puerta y entró.
—Tú sube, yo te pido algo —le dijo, dirigiéndose a la barra.