29/12/2017, 23:19
Acabado el desayuno, cada cual se dedicó a lo suyo. Algunos optaron por trazar ideas de cómo tratar las ruinas que tenían a su vera, otros tuvieron el deber y la obligación de tomar picos y palas, y otros no tenían nada mas que hacer salvo aprovechar el tiempo en cualquier otra quehacer. La chica pertenecía a éste último grupo, un grupo realmente selecto y al cuál tan solo ella y Datsue pertenecían.
El chico se perdió en un principio, dando tumbos de un lado a otro, observando con interés la labor del segundo grupo. Los obreros apenas parecían hacerle caso, tan solo querían acabar lo antes posible. Entre tanto, el de cabellera azabache no cesaba su interés. La chica apenas se movió del lugar, contemplando desde bajo la lona la labor de los subordinados, así como echando un ojo de vez en cuando a la plana de la expedición.
En cierto momento, la pelirroja puso fin a su escasa vigilancia. No había nada que hacer hasta que diesen con una apertura hacia la base de esa ruina, y por ende decidió alejarse un poco de todo y descansar un poco. Fugaz fue la idea, puesto que apenas se escaqueó un poco, el Uchiha acudió hacia su posición. Éste contó algún que otro chiste sobre los kusareños, los cuales eran de lo mejorcito... hasta ella puso unos cuantos de su remesa, pues todo el mundo en Onindo conocía algún buen chiste de Kusareños. Al rato, y no por ello menos importante, el chico comenzó a dar baza sobre su historia. No entró en demasiado detalle, pero si que le contó alguna que otra andanza, como una en la que casi perecen afrontando a una banda de fanáticos religiosos. Incluso llegó a informar a la chica de que en cierto lugar había una tienda en la que podía disfrutar de un buen descuento si iba de su parte. El chico no parecía malo, casi parecía un santo... y eso a veces asusta.
Al final, terminó por despedirse, y se fue a dormir un rato. Aiko no optó por la misma opción, buscó la parte que quedaba a la sombra de la formación de arena y rocas, y se recostó sobre la superficie, descansando pero manteniéndose totalmente consciente de lo que sucedía alrededor.
Entre tanto, los constantes sonidos de las palas y los picos hacían que disfrutar de ese caluroso día fuese imposible. Casi podía llegar a dar dolor de cabeza, suerte que la chica estaba acostumbrada al sonido de las gotas golpear contra su ventana... eso si que daba dolor de cabeza en los inicios.
Con el estruendo de un grito de jubilo, la chica se levantó bruscamente, exaltada. Buscó con la mirada la procedencia del grito, sabiendo de quién era. Poco tiempo faltó para que el profesor Roshi buscase la atención de sendos shinobis, alertando de que contemplasen la la historia. Todos estaban eufóricos, casi no cabían en sí mismos. Risas, aplausos, gritos... celebraban ya el hallazgo, y eso que aún no habían sacado una mierda de allí.
«Celebráis demasiado pronto la victoria...»
Sin embargo, la chica no expuso lo que pensaba. Se lo guardó en una cajita, la cuál encerró en lo mas profundo de su ser, y tiró la llave a un abismo sin fondo.
Bueno, en realidad tan solo quedó con cara de indiferencia, tan solo eso.
Jonaro, al cuál no era frecuente ver con una sonrisa, inquirió que le siguieran con tal de brindar. Fue Banadoru quien invitó tras ello a los ninjas, quizás por mero formalismo. Fuese como fuese, allí se encontraron los cinco. Los creadores de historia, los que desafiaban al mismísimo señor feudal de país, los que no temían a lo desconocido. Tomaron todos y cada uno una copa, que se sirvió con un licor visiblemente exquisito.
Roshi brindó, y Datsue le siguió con un grito singular, que poco después corrigió para hacerlo aún mas singular y sin precedentes. La chica no supo si alzar la copa o estrellarla contra el rostro de Datsue. Por suerte o por desgracia, cayó en cuenta de que éste no tenía su regeneración y sería una pena estropear ese rostro...
Se contuvo, aunque quería hacerlo.
Su rostro reflejó la poca serenidad que recorría su ser en esos instantes, momento en que optó por mostrar una cordial y extraña sonrisa. Alzó la copa, y brindó. Sin pensarlo dos veces, le pegó un trago al licor, y tras ello pensó en la opción de que éste vaso tuviese veneno. Pero no duró ni un segundo la inquietud, era inmortal... ¿a qué veneno debía temer?
Clavó el vaso en la mesa, no demasiado fuerte. —Estoy deseando ver el interior de esa tumba.
Hincó sus orbes en la recién descubierta entrada, ansiosa por que los obreros terminasen de acondicionarla para su paso.
El chico se perdió en un principio, dando tumbos de un lado a otro, observando con interés la labor del segundo grupo. Los obreros apenas parecían hacerle caso, tan solo querían acabar lo antes posible. Entre tanto, el de cabellera azabache no cesaba su interés. La chica apenas se movió del lugar, contemplando desde bajo la lona la labor de los subordinados, así como echando un ojo de vez en cuando a la plana de la expedición.
En cierto momento, la pelirroja puso fin a su escasa vigilancia. No había nada que hacer hasta que diesen con una apertura hacia la base de esa ruina, y por ende decidió alejarse un poco de todo y descansar un poco. Fugaz fue la idea, puesto que apenas se escaqueó un poco, el Uchiha acudió hacia su posición. Éste contó algún que otro chiste sobre los kusareños, los cuales eran de lo mejorcito... hasta ella puso unos cuantos de su remesa, pues todo el mundo en Onindo conocía algún buen chiste de Kusareños. Al rato, y no por ello menos importante, el chico comenzó a dar baza sobre su historia. No entró en demasiado detalle, pero si que le contó alguna que otra andanza, como una en la que casi perecen afrontando a una banda de fanáticos religiosos. Incluso llegó a informar a la chica de que en cierto lugar había una tienda en la que podía disfrutar de un buen descuento si iba de su parte. El chico no parecía malo, casi parecía un santo... y eso a veces asusta.
Al final, terminó por despedirse, y se fue a dormir un rato. Aiko no optó por la misma opción, buscó la parte que quedaba a la sombra de la formación de arena y rocas, y se recostó sobre la superficie, descansando pero manteniéndose totalmente consciente de lo que sucedía alrededor.
Entre tanto, los constantes sonidos de las palas y los picos hacían que disfrutar de ese caluroso día fuese imposible. Casi podía llegar a dar dolor de cabeza, suerte que la chica estaba acostumbrada al sonido de las gotas golpear contra su ventana... eso si que daba dolor de cabeza en los inicios.
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Con el estruendo de un grito de jubilo, la chica se levantó bruscamente, exaltada. Buscó con la mirada la procedencia del grito, sabiendo de quién era. Poco tiempo faltó para que el profesor Roshi buscase la atención de sendos shinobis, alertando de que contemplasen la la historia. Todos estaban eufóricos, casi no cabían en sí mismos. Risas, aplausos, gritos... celebraban ya el hallazgo, y eso que aún no habían sacado una mierda de allí.
«Celebráis demasiado pronto la victoria...»
Sin embargo, la chica no expuso lo que pensaba. Se lo guardó en una cajita, la cuál encerró en lo mas profundo de su ser, y tiró la llave a un abismo sin fondo.
Bueno, en realidad tan solo quedó con cara de indiferencia, tan solo eso.
Jonaro, al cuál no era frecuente ver con una sonrisa, inquirió que le siguieran con tal de brindar. Fue Banadoru quien invitó tras ello a los ninjas, quizás por mero formalismo. Fuese como fuese, allí se encontraron los cinco. Los creadores de historia, los que desafiaban al mismísimo señor feudal de país, los que no temían a lo desconocido. Tomaron todos y cada uno una copa, que se sirvió con un licor visiblemente exquisito.
Roshi brindó, y Datsue le siguió con un grito singular, que poco después corrigió para hacerlo aún mas singular y sin precedentes. La chica no supo si alzar la copa o estrellarla contra el rostro de Datsue. Por suerte o por desgracia, cayó en cuenta de que éste no tenía su regeneración y sería una pena estropear ese rostro...
Se contuvo, aunque quería hacerlo.
Su rostro reflejó la poca serenidad que recorría su ser en esos instantes, momento en que optó por mostrar una cordial y extraña sonrisa. Alzó la copa, y brindó. Sin pensarlo dos veces, le pegó un trago al licor, y tras ello pensó en la opción de que éste vaso tuviese veneno. Pero no duró ni un segundo la inquietud, era inmortal... ¿a qué veneno debía temer?
Clavó el vaso en la mesa, no demasiado fuerte. —Estoy deseando ver el interior de esa tumba.
Hincó sus orbes en la recién descubierta entrada, ansiosa por que los obreros terminasen de acondicionarla para su paso.
![[Imagen: 2UsPzKd.gif]](http://i.imgur.com/2UsPzKd.gif)