30/12/2017, 17:30
Así pues, el aprendiz de Soroku le tomó la palabra al genin, y comandado por cuales fueran sus intenciones, le siguió hasta el rincón aledaño. Ahí, el Profesional hizo alarde de sus más avanzadas habilidades y terminó invocando tras una serie de sellos, a una réplica exacta de sí mismo. Atípica, pues Shinjaka pudo prever que no se trataba de una técnica de clonación de las comunes, sino una mucho más avanzada. Una que lucía mucho más tangible, y real. Incluso consciente, como si tuviera vida propia. Y así lo demostró luego, tomando la iniciativa y inmolándose a sí misma tras surcar el plano central de la calle. Para su suerte, no parecía haber nadie en las cercanías que pudiera considerar su avance sospechoso, y logró acercarse hasta las proximidades de la cabaña quinientos cuarenta y cinco sin ningún problema.
Una vez cerca, frente a las pequeñas escaleras de madera que daban hasta el tope del estar, comprobó lo que pudieron ver de lejos. Ambas ventanas adyacentes yacían sin ningún atisbo de luz, y desde luego que no habría ningún ruido demasiado fuerte como para llamar su atención. Sólo la madera crujir por el frío del ambiente que la obligaba a comprimirse y alguno que otro sonido exterior, nada desde dentro de la casa. La oscuridad interior no le permitiría husmear hacia el interior, y si quería probar la manilla de la puerta; evidentemente, estaba con llave.
Así que tendría que probar en los laterales, y partes posteriores del complejo.
Pero, más allá de un pequeño ducto de ventilación cercano al techo en el costado derecho de la cabaña, no encontró nada sino hasta llegar a patio, en donde parecía haber una especie de ventanilla de cristal que, a ras del suelo, daba hacia el interior de la casa. No obstante, era un sector mucho más bajo, así que tendría que tratarse de un ático. Y, además, sí que había algo de luz en el fondo. El clon de Akame podría ver que había una escalera que daba probablemente hasta los interiores del hogar de Yataru Katori.
¡wouf wouf wouf!
Un chucho atado en uno de los árboles de la casa posterior, sin embargo, comenzó a ladrar sin contemplación. Con los ojos fijos en una figura desconocida para él.
Sin dar nada a cambio...
El rostro de Meiharu se vistió de renuente seriedad y encajó su seductora mirada en Datsue, el atrevido. Taconeó y taconeó tan lentamente que incluso lució como una danza demasiado atractiva como para que él pudiera ignorarla, o siquiera querer evitarla. Y es que aquel acercamiento, con sus caderas tambaléandose de un lado a otro y las ganas imperiosas de que la piel de aquella mujer llegase finalmente hasta la de ellos en conjunto convertían aquello en una necesidad. Una necesidad que resultaba abrumadora. ¿Pero por qué? quizás, por el carisma. Uno que se debatía con el de Datsue, pero que por alguna razón, lo vencía en aquel pulso de gladiadores.
Antes de que pudiera evitarlo, los brazos de la dama violeta se encontraban envolviéndole el cuello al Uchiha, y el frío del metal de las esposas que ataban sus manos acariciaron su nuca. Datsue sintió el aliento de ella rebatirse en su rostro, casi respirando ambos al unísono. Incluso rozó aquellos labios carnosos un par de veces por sobre los suyos, cual caricia de pétalo, pero nunca los llegó a unir.
—Seshu Sakyū —dijo, con voz de afrodita. Por un instante, Datsue quiso dejar de ser Datsue y ser, Seshu Sakyu por siempre—. soy t-o-d-a tuy...
¡Toc, Toc, Toc! » la madera de la puerta vibró, despertándole de su ensueño.
—Seshu-Ue —espetó, una voz familiar—. vine a ver cómo se encontraba usted
O, dicho de otra manera, a cobrar lo que se le había prometido.
Una vez cerca, frente a las pequeñas escaleras de madera que daban hasta el tope del estar, comprobó lo que pudieron ver de lejos. Ambas ventanas adyacentes yacían sin ningún atisbo de luz, y desde luego que no habría ningún ruido demasiado fuerte como para llamar su atención. Sólo la madera crujir por el frío del ambiente que la obligaba a comprimirse y alguno que otro sonido exterior, nada desde dentro de la casa. La oscuridad interior no le permitiría husmear hacia el interior, y si quería probar la manilla de la puerta; evidentemente, estaba con llave.
Así que tendría que probar en los laterales, y partes posteriores del complejo.
Pero, más allá de un pequeño ducto de ventilación cercano al techo en el costado derecho de la cabaña, no encontró nada sino hasta llegar a patio, en donde parecía haber una especie de ventanilla de cristal que, a ras del suelo, daba hacia el interior de la casa. No obstante, era un sector mucho más bajo, así que tendría que tratarse de un ático. Y, además, sí que había algo de luz en el fondo. El clon de Akame podría ver que había una escalera que daba probablemente hasta los interiores del hogar de Yataru Katori.
¡wouf wouf wouf!
Un chucho atado en uno de los árboles de la casa posterior, sin embargo, comenzó a ladrar sin contemplación. Con los ojos fijos en una figura desconocida para él.
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Sin dar nada a cambio...
El rostro de Meiharu se vistió de renuente seriedad y encajó su seductora mirada en Datsue, el atrevido. Taconeó y taconeó tan lentamente que incluso lució como una danza demasiado atractiva como para que él pudiera ignorarla, o siquiera querer evitarla. Y es que aquel acercamiento, con sus caderas tambaléandose de un lado a otro y las ganas imperiosas de que la piel de aquella mujer llegase finalmente hasta la de ellos en conjunto convertían aquello en una necesidad. Una necesidad que resultaba abrumadora. ¿Pero por qué? quizás, por el carisma. Uno que se debatía con el de Datsue, pero que por alguna razón, lo vencía en aquel pulso de gladiadores.
Antes de que pudiera evitarlo, los brazos de la dama violeta se encontraban envolviéndole el cuello al Uchiha, y el frío del metal de las esposas que ataban sus manos acariciaron su nuca. Datsue sintió el aliento de ella rebatirse en su rostro, casi respirando ambos al unísono. Incluso rozó aquellos labios carnosos un par de veces por sobre los suyos, cual caricia de pétalo, pero nunca los llegó a unir.
—Seshu Sakyū —dijo, con voz de afrodita. Por un instante, Datsue quiso dejar de ser Datsue y ser, Seshu Sakyu por siempre—. soy t-o-d-a tuy...
¡Toc, Toc, Toc! » la madera de la puerta vibró, despertándole de su ensueño.
—Seshu-Ue —espetó, una voz familiar—. vine a ver cómo se encontraba usted
O, dicho de otra manera, a cobrar lo que se le había prometido.