30/12/2017, 22:11
—Le prometí dinero a ese cabrón para que me dejase pasar —murmuró él, y ella vistió su rostro de una inequiparable decepción. Torció sus labios curvos hacia abajo, y recibió aquella llave de la mano de su opresor.
—Una lástima —clic, la cerradura abrió y las esposas cayeron al suelo. En otras circunstancias, habría sido un par de prendas las que hubiesen sido abiertas—. para una próxima ocasión, mi señor.
Dio un paso atrás, y observó de primera mano la transformación de genin informal a noble extranjero. Luego, abrió la puerta y recibió a quien le había interrumpido una vez más su más ansiado sueño.
—¿Le han comentado alguna vez...? —preguntó con fastidio—, ¿que ha nacido usted con el cuestionable don de la inoportunidad?
—Me lo han dicho, Seshu-Ue; pero no podía no averiguar si le estaban tratando bien. Aunque, por la dama que lo compaña —Meiharu avanzó a paso certero y cruzó al lado de Datsue, abriendo ella la puerta completamente y dirigiéndose hacia la salida—. sé que ha sido así. Ya puedo dejar mi guardia en paz.
El tipo era un poco descarado, de eso no había duda. Sus palabras emulaban a un claro gesto, como si estuviese con las manos levantadas y sus palmas abiertas, a la espera de la paga. Pero no necesitaba hacerlo físicamente. Con semejante descaro no era para nada necesario.
Meiharu, de a poco, fue dejando el pasillo atrás y esperó al noble a unos cuantos metros, en el mismo cruce por el que habían entrado antes.
—Una lástima —clic, la cerradura abrió y las esposas cayeron al suelo. En otras circunstancias, habría sido un par de prendas las que hubiesen sido abiertas—. para una próxima ocasión, mi señor.
Dio un paso atrás, y observó de primera mano la transformación de genin informal a noble extranjero. Luego, abrió la puerta y recibió a quien le había interrumpido una vez más su más ansiado sueño.
—¿Le han comentado alguna vez...? —preguntó con fastidio—, ¿que ha nacido usted con el cuestionable don de la inoportunidad?
—Me lo han dicho, Seshu-Ue; pero no podía no averiguar si le estaban tratando bien. Aunque, por la dama que lo compaña —Meiharu avanzó a paso certero y cruzó al lado de Datsue, abriendo ella la puerta completamente y dirigiéndose hacia la salida—. sé que ha sido así. Ya puedo dejar mi guardia en paz.
El tipo era un poco descarado, de eso no había duda. Sus palabras emulaban a un claro gesto, como si estuviese con las manos levantadas y sus palmas abiertas, a la espera de la paga. Pero no necesitaba hacerlo físicamente. Con semejante descaro no era para nada necesario.
Meiharu, de a poco, fue dejando el pasillo atrás y esperó al noble a unos cuantos metros, en el mismo cruce por el que habían entrado antes.