4/01/2018, 01:40
(Última modificación: 4/01/2018, 01:40 por Uchiha Akame.)
«¡Por las tetas de Amaterasu...!»
Akame se palpó inconscientemente la cintura, allí donde durante algún tiempo había tenido la espada que ganara al matar a su primer amigo y despertar el Sharingan en sus ojos. Luego recordó que aquel regalo maldito le había sido sustraído tiempo atrás, en un lugar lejos de allí... ¿Pero es que acaso sabía dónde estaba en ese momento? El Uchiha se revolvió y vio el rostro inconfundible de su Hermano, con los ojos abiertos y la misma expresión de confusión.
—¡Joder...! —masculló cuando un estruendo sacudió la tienda de campaña. El uzujin miró a su alrededor como si la tela que les cubría le resultase tan extraña como la copa de una seta gigante del Bosque de Hongos. «Parecía una explosión...»
De repente le invadió una sensación de urgencia, como un resorte accionado por el condicionamiento y la repetición docenas de veces de un entrenamiento bien asimilado. Akame comprobó que estaba vestido, y entonces buscó con manos rápidas sus dos portaobjetos y su mecanismo oculto de kunai, luego su espada y finalmente la bandana que debía llevar en la frente. Lo encontrase o no, perdería poco tiempo en incorporarse y deslizar hacia arriba la cremallera de la tienda, abriendo camino hacia el exterior.
—¿Qué demonios pasa, Hermano? —cuestionó, todavía confuso, mientras salía de la tienda dando tumbos y con la mente embotada.
Akame se palpó inconscientemente la cintura, allí donde durante algún tiempo había tenido la espada que ganara al matar a su primer amigo y despertar el Sharingan en sus ojos. Luego recordó que aquel regalo maldito le había sido sustraído tiempo atrás, en un lugar lejos de allí... ¿Pero es que acaso sabía dónde estaba en ese momento? El Uchiha se revolvió y vio el rostro inconfundible de su Hermano, con los ojos abiertos y la misma expresión de confusión.
—¡Joder...! —masculló cuando un estruendo sacudió la tienda de campaña. El uzujin miró a su alrededor como si la tela que les cubría le resultase tan extraña como la copa de una seta gigante del Bosque de Hongos. «Parecía una explosión...»
De repente le invadió una sensación de urgencia, como un resorte accionado por el condicionamiento y la repetición docenas de veces de un entrenamiento bien asimilado. Akame comprobó que estaba vestido, y entonces buscó con manos rápidas sus dos portaobjetos y su mecanismo oculto de kunai, luego su espada y finalmente la bandana que debía llevar en la frente. Lo encontrase o no, perdería poco tiempo en incorporarse y deslizar hacia arriba la cremallera de la tienda, abriendo camino hacia el exterior.
—¿Qué demonios pasa, Hermano? —cuestionó, todavía confuso, mientras salía de la tienda dando tumbos y con la mente embotada.