7/01/2018, 15:13
Cuando Akame atravesó la puerta con un aroma dulce que le acompañaba, Eri no pudo evitar no tardar demasiado en salir del cuarto de baño, pero la herida seguía allí y le escocía, así que hizo lo mejor que pudo para evitar que se infectase más de la cuenta y salió con la mano envuelta en una toalla, que por suerte, ya no se encontraba empapada de sangre.
Una vez fuera se sentó en la cama y dejó que Akame le diese la taza de chocolate.
—Aquí tienes, Eri-san.
—Muchas gracias, Akame-san —murmuró la joven llevándose la taza a los labios, aunque parecía arder.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Datsue, y la verdad es que no había reparado en el otro Uchiha hasta que había hablado, enfrascada en no interrumpir su sueño. Miró a Akame y luego alejó la taza hasta su regazo.
Suspiró.
—Cuando... Fui a llevarle el estofado al anciano —comenzó ella—, algo iba mal, todo estaba muy cerrado y tuve que entrar por la fuerza, más por la preocupación que porque el anciano comiese —hizo una pausa, pensando en sus próximas palabras —. Cuando entré, estaba allí, él... —mordió su labio inferior y apretó sus pestañas —. Creo que se suicidó...
Su voz se cortó, pero ya no quería llorar ni estaba tan aterrada como antes. Volvió a tomar aire y lo soltó lentamente, mirando el humo que salía de la taza que Akame le había dado.
—Detrás, en la pared, había algo escrito... Creo que era... Abajo, ¿o era arriba? No lo sé, no lo vi ni me paré a hacerlo... Lo siento chicos... —se disculpó ella, cabizbaja.
Una vez fuera se sentó en la cama y dejó que Akame le diese la taza de chocolate.
—Aquí tienes, Eri-san.
—Muchas gracias, Akame-san —murmuró la joven llevándose la taza a los labios, aunque parecía arder.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Datsue, y la verdad es que no había reparado en el otro Uchiha hasta que había hablado, enfrascada en no interrumpir su sueño. Miró a Akame y luego alejó la taza hasta su regazo.
Suspiró.
—Cuando... Fui a llevarle el estofado al anciano —comenzó ella—, algo iba mal, todo estaba muy cerrado y tuve que entrar por la fuerza, más por la preocupación que porque el anciano comiese —hizo una pausa, pensando en sus próximas palabras —. Cuando entré, estaba allí, él... —mordió su labio inferior y apretó sus pestañas —. Creo que se suicidó...
Su voz se cortó, pero ya no quería llorar ni estaba tan aterrada como antes. Volvió a tomar aire y lo soltó lentamente, mirando el humo que salía de la taza que Akame le había dado.
—Detrás, en la pared, había algo escrito... Creo que era... Abajo, ¿o era arriba? No lo sé, no lo vi ni me paré a hacerlo... Lo siento chicos... —se disculpó ella, cabizbaja.