8/01/2018, 21:33
«¿Abajo?»
Akame se quedó quieto un momento, visiblemente confuso, cuando su compañero Uchiha se dio media vuelta a mitad de camino hacia su destino e inquirió a Eri queriendo saber qué palabra era, exactamente, la que había dejado escrita el viejo en la pared antes de quitarse la vida. El Uchiha arqueó una ceja primero, pero luego lo entendió; «nos dejó un mensaje, el muy vejestorio... Pero, ¿realmente fue para ayudarnos?» De pronto, aquella simple palabra escrita con sangre había cobrado más importancia de la que ninguno de los genin le diera en un principio.
La Uzumaki, tras unos instantes de duda, contestó; era abajo. Akame le devolvió la mirada un momento y luego la dirigió hacia el hueco de las escaleras que descendían hasta el sótano. «Abajo...» Luego se encogió de hombros y dijo con sencillez.
—No perdemos nada por mirar ahí primero.
Siguiendo el recorrido del pasillo Akame se acercó hasta las escaleras descendentes y, esperando que sus compañeros le siguieran, bajó una docena de peldaños hasta encontrarse de cara con una puerta de hierro firmemente cerrada por tres candados.
—Hmpf —masculló el Uchiha, acuclillándose junto a los cerrojos—. Datsue-kun... ¿Podrías...? —carraspeó un momento, visiblemente incómodo—. ¿Podrías encargarte?
Akame se acababa de poner rojo como un tomate, y con un paso se apartó de la puerta para que su compañero obrase su magia. Datsue siempre había sido mejor con las cerraduras, a pesar de que Akame estaba seguro de que jamás había abierto ni una sola página del manual de seguridad sobre candados, cerraduras y ganzúas. «Maldito...»
Akame se quedó quieto un momento, visiblemente confuso, cuando su compañero Uchiha se dio media vuelta a mitad de camino hacia su destino e inquirió a Eri queriendo saber qué palabra era, exactamente, la que había dejado escrita el viejo en la pared antes de quitarse la vida. El Uchiha arqueó una ceja primero, pero luego lo entendió; «nos dejó un mensaje, el muy vejestorio... Pero, ¿realmente fue para ayudarnos?» De pronto, aquella simple palabra escrita con sangre había cobrado más importancia de la que ninguno de los genin le diera en un principio.
La Uzumaki, tras unos instantes de duda, contestó; era abajo. Akame le devolvió la mirada un momento y luego la dirigió hacia el hueco de las escaleras que descendían hasta el sótano. «Abajo...» Luego se encogió de hombros y dijo con sencillez.
—No perdemos nada por mirar ahí primero.
Siguiendo el recorrido del pasillo Akame se acercó hasta las escaleras descendentes y, esperando que sus compañeros le siguieran, bajó una docena de peldaños hasta encontrarse de cara con una puerta de hierro firmemente cerrada por tres candados.
—Hmpf —masculló el Uchiha, acuclillándose junto a los cerrojos—. Datsue-kun... ¿Podrías...? —carraspeó un momento, visiblemente incómodo—. ¿Podrías encargarte?
Akame se acababa de poner rojo como un tomate, y con un paso se apartó de la puerta para que su compañero obrase su magia. Datsue siempre había sido mejor con las cerraduras, a pesar de que Akame estaba seguro de que jamás había abierto ni una sola página del manual de seguridad sobre candados, cerraduras y ganzúas. «Maldito...»