9/01/2018, 17:50
Akame activó, por puro instinto, su Sharingan cuando la Uzumaki del grupo les aseguró que no estaban solos. Él no había oído, visto ni olido nada fuera de lo normal, pero Eri parecía hablar tan en serio que ni siquiera se cuestionó si lo que estaba diciendo era verdad o no. Con movimientos metódicos y precisos, el Uchiha deshizo el camino hasta plantarse arriba, al principio de los escalones. Con sus ojos cubiertos de sangre escudriñó el pasillo; nada. Luego vió cómo Datsue le hacía señas, y asintió con gesto sereno pero alerta.
El Uchiha caminó con cuidado hacia los escalones que subían a la planta superior, esperando que sus compañeros le siguieran. Hizo lo propio y, al llegar al piso superior, se parapetó tras la baranda de las escaleras. Dió un rápido vistazo que bastó para revelar que aquella planta tenía una disposición similar a la anterior; un pasillo igual de largo y poco iluminado, con un total de tres puertas en el lado izquierdo. No había ninguna en el derecho, al contrario que en la planta baja.
—Un pasillo como el de abajo y tres puertas —comunicó a sus compañeros, aun sin subir del todo, en susurros.
Entonces terminó de subir y con un gesto rápido apoyó la espalda contra la pared del pasillo junto a la puerta de la habitación más cercana. Desde allí, él también podía oír aquel goteo, tenue pero constante.
—Parece que viene de la última habitación.
Con un gesto de su mano indicó a Datsue y Eri que subieran y se colocaran a ambos lados de la puerta junto a la que él estaba parapetado. Cuando lo hicieran, el Uchiha abandonaría su posición para abrirla de un patadón, confiando en que los dos genin le cubrirían si alguien aparecía.
Lo que pudieron ver los tres fue una habitación grande, con dos ventanas amplias —con las cortinas corridas— y una cama de matrimonio que parecía no encajar del todo en el lugar en el que estaba puesta. Un armario empotrado, una pequeña mesa y dos sillas completaban el escueto mobiliario de la habitación. «Parece demasiado... Pequeña para estos muebles». Aquel detalle llamaría la atención de cualquiera rápidamente.
—No hay nadie aquí... —murmuró el Uchiha.
Un registro rápido de la sala revelaría que no había nada fuera de lugar, más allá de que todas las posesiones de los antiguos inquilinos seguían en su sitio. «Esperable, al fin y al cabo abandonaron este lugar de forma repentina e inesperada», caviló Akame.
Procederían entonces con la siguiente habitación de idéntica forma. Esta vez se trataba del cuarto de los niños; un par de camas individuales y pequeñas, un armario idéntico al de la estancia de los padres y varios juguetes de madera y plástico tirados por el suelo o en la estantería de madera que colgaba de la pared contraria a las camas. «Nada...»
Llegó entonces el turno de registrar la última habitación del piso. Nada más acercarse y posicionarse, los genin pudieron percibir claramente un olor amargo y almizclado que les resultó inmediatamente familiar; era igual al hedor brumoso que habían olido en la choza del anciano aquel mismo mediodía. «Maldito seas, Murphy...» El Uchiha se colocó en posición y dio una fuerte patada a la puerta; ésta cedió, revelándoles el interior.
La tercera estancia era visiblemente más grande que las demás. Había una única ventana en la pared izquierda que daba a la fachada frontal de la mansión, y la luz de la tarde se filtraba tenuemente por las cortinas de aspecto andrajoso y viejo. El estado de aquella habitación contrastaba totalmente con el del resto de la casa, pues una fina capa de polvo lo cubría todo. Frente a los genin y junto a la única ventana estaba el oxidado somier de una cama grande. En la pared derecha, un vetusto armario de madera apolillada.
«Parece que esta habitación no ha sido usada en años...»
—¿Eh? Escuchad —dijo Akame de repente, nada más entrar en la estancia—. ¿Qué... Es eso?
El rumor del goteo había parado —aunque ninguno de los tres sabría decir exactamente cuándo— y había sido sustituido por un sonido de arañazos que parecían provenir del exterior de la ventana. Como si alguien estuviese rasgando los cristales desde fuera.