9/01/2018, 23:25
Si Akame esperaba que la confusión reinante se aclarase al salir fuera de la tienda, no tardaría en descubrir que estaba completamente equivocado. Lejos de encontrar respuestas a las simples preguntas con las que le atosigaba su mente recién llegada al mundo de la vigilia —dónde estaba, cuándo y por qué—, lo que encontró fue un paisaje caótico y desolador. Hombres y mujeres corrían y ordenaban y gritaban. El Uchiha no tardó en reconocer la enseña del Remolino en todos ellos, lo que le produjo un alivio tan intenso como momentáneo; estaba rodeado de amigos. Y la actitud de los mismos sólo podía significar que alguien o algo estaba atacando a las fuerzas de Uzu.
Por un momento el Uchiha tuvo que palparse el pecho y la barriga, como si temiese que el monstruo que llevaba sellado dentro hubiera podido liberarse por cualquier motivo. Luego miró a Datsue, tratando de discernir lo mismo.
Entonces la voz de un hombre llamó su atención, y el Uchiha se encontró pronto con más incógnitas que resolver. «¿Pérdida de memoria? ¿Pero cómo, cuándo? ¿Y qué demonios hacemos aquí?»
No hubo tiempo para respuestas. Se produjo una inmensa deflagración cerca del trío de ninjas, y el jōnin salió propulsado hacia ellos con su cuerpo envuelto en llamas. Akame sintió el duro tacto de la tierra golpeando sin piedad contra su espalda, trasero y cabeza cuando el cadáver de su superior los derribó. Tardó unos instantes en reaccionar, pero cuando lo hizo fue para apartar aquel cuerpo ardiente y ponerse en pie. Sus ojos, teñidos de rojo por el Sharingan, escudriñaban el campo de batalla como una presa en busca de su depredador...
Y lo halló instantes después. Examinó rápidamente la figura del renegado que se les acercaba enarbolando sus armas y entonces lo sintió. Fue como ser absorbido por un desagüe, como si un mecanismo oculto acabara de inyectar un suero directamente en su cerebro. Estaba en la batalla, y su mente rápidamente quedó despejada de aquellas cuestiones tan inútiles en combate para pasar a llenarse de detalles que podían marcar la diferencia entre vivir o morir.
«Usa Katon. Es fuerte y diestro con las armas. Es un exiliado. Probablemente simpatizante de Zoku».
Ató cabos. Aquel tipo probablemente sería mucho más fuerte individualmente que cualquiera de ellos dos. «Un ataque combinado», concluyó con velocidad.
Y al instante buscó la mirada de aquel shinobi. Las aspas de su Sharingan girarían como un molino azotado por el viento, pero aquel renegado ni siquiera vería eso si el Saimingan de Akame tenía éxito en su ejecución. Simplemente se quedaría allí parado, quieto frente a ambos, sin poder apartar los ojos del Uchiha. En su Genjutsu, éste cambiaría pocos detalles de la realidad; intentaba mantener la mascarada para que el enemigo tardara lo máximo posible en darse cuenta de que había caído presa de una ilusión.
Así daría más tiempo a su Hermano.
—¿Quién eres, renegado? —preguntaría dentro del Genjutsu—. ¿Tienes pruebas de tu acusación? Habla, rápido.
Por un momento el Uchiha tuvo que palparse el pecho y la barriga, como si temiese que el monstruo que llevaba sellado dentro hubiera podido liberarse por cualquier motivo. Luego miró a Datsue, tratando de discernir lo mismo.
Entonces la voz de un hombre llamó su atención, y el Uchiha se encontró pronto con más incógnitas que resolver. «¿Pérdida de memoria? ¿Pero cómo, cuándo? ¿Y qué demonios hacemos aquí?»
No hubo tiempo para respuestas. Se produjo una inmensa deflagración cerca del trío de ninjas, y el jōnin salió propulsado hacia ellos con su cuerpo envuelto en llamas. Akame sintió el duro tacto de la tierra golpeando sin piedad contra su espalda, trasero y cabeza cuando el cadáver de su superior los derribó. Tardó unos instantes en reaccionar, pero cuando lo hizo fue para apartar aquel cuerpo ardiente y ponerse en pie. Sus ojos, teñidos de rojo por el Sharingan, escudriñaban el campo de batalla como una presa en busca de su depredador...
Y lo halló instantes después. Examinó rápidamente la figura del renegado que se les acercaba enarbolando sus armas y entonces lo sintió. Fue como ser absorbido por un desagüe, como si un mecanismo oculto acabara de inyectar un suero directamente en su cerebro. Estaba en la batalla, y su mente rápidamente quedó despejada de aquellas cuestiones tan inútiles en combate para pasar a llenarse de detalles que podían marcar la diferencia entre vivir o morir.
«Usa Katon. Es fuerte y diestro con las armas. Es un exiliado. Probablemente simpatizante de Zoku».
Ató cabos. Aquel tipo probablemente sería mucho más fuerte individualmente que cualquiera de ellos dos. «Un ataque combinado», concluyó con velocidad.
Y al instante buscó la mirada de aquel shinobi. Las aspas de su Sharingan girarían como un molino azotado por el viento, pero aquel renegado ni siquiera vería eso si el Saimingan de Akame tenía éxito en su ejecución. Simplemente se quedaría allí parado, quieto frente a ambos, sin poder apartar los ojos del Uchiha. En su Genjutsu, éste cambiaría pocos detalles de la realidad; intentaba mantener la mascarada para que el enemigo tardara lo máximo posible en darse cuenta de que había caído presa de una ilusión.
Así daría más tiempo a su Hermano.
—¿Quién eres, renegado? —preguntaría dentro del Genjutsu—. ¿Tienes pruebas de tu acusación? Habla, rápido.