12/01/2018, 02:59
La situación se estaba yendo de las manos y pronto algunos guardias del clan hicieron acto de presencia, unos cuatro para ser exactos, todos de cabellos entre rubio y blanco, de ojos de variados tintes y armados, algunos con katanas, otros con lanzas, incluso uno llevaba un par de tonfas.
Enorme la sorpresa que se llevaron todos al notar los trozos de mierda esparcidos por todas partes, incluyendo alguna que otra salpicadura sobre el mantel.
Los que actuaban como meseros casi de forma instintiva desenfundaron unas dagas, cada uno llevaba una guardada ante cualquier eventualidad y entre todos los Sakamoto, se encargaron de rodear a cada uno de los que consideraron involucrados en el revuelo. Es decir, Datsue, Nabi, Plum, Eri y Sora, en caso de que alguno más decidiera moverse de su asiento, probablemente pasarían a estar en la mira también.
Eso sí, la criada —que había querido llevar a Datsue al baño para que pudiera limpiarse— intervino de otra manera, distinta a la de los demás ya que vio perfectamente como Nabi volvía a arrojar el zurullo hacia el Uchiha aunque de una forma de lo más extravagante. Al ver imposible que pudiera parar el proyectil con una bandeja, decidió optar por lo sano, se interpuso entre los dos shinobis sosteniendo la bandeja en alto y claro, dándole la espalda al Inuzuka para que la mierda no le de en la cara.
—¿¡Dónde se creen que están!? ¿¡En una puta granja!? —bramó Koko cuya paciencia se había acabado y se había puesto de pie dándole un fuerte golpe a la mesa.
Acto seguido dio unos pasos, acercándose a los más escandalosos pero en ese preciso instante, un ruido pudo escucharse a la distancia, uno que pareció retumbar por toda la residencia y se asemejaba mucho al de un martillo chocando contra el piso una y otra vez.
—No jodas… —dijo uno de los guardias que tenía pinta de ser el más experimentado por su aspecto tosco y algunas cicatrices en el rostro. Antes se mostraba muy seguro de su accionar, apuntando su lanza a Nabi, pero ahora se le veía horrorizado.
Y así como ese guardia pareció entrar en pánico, todos los demás Sakamoto también lo hicieron, todos comenzaron a dudar de si permanecer allí o huir, pero indistintamente de lo que hicieran la información le llegaría de todas maneras a aquello que se iba acercando…
—Estarán felices, eh, ni una hora —dijo Koko más que fastidiada quien decidió tomar asiento nuevamente mientras murmuraba cosas inentendibles.
Unos minutos pasaron, el sonido del martillo se hacía cada vez más fuerte, estaba cerca y para los entendidos aquella espera fue atroz, era como si les estuviesen torturando de la peor manera pero por lo menos, mantuvieron sus posiciones para asegurarse que el conflicto entre el Uchiha y el Inuzuka no empeoraría, incluso la criada que ahora tenía la espalda cubierta de mierda se había quedado estática en su lugar.
Y finalmente… una puerta se abrió de golpe, dejando ver a una mujer enorme, de una altura que seguramente superaba los dos metros, de cabellos largos y blancos, ojos pequeños y amarillos con un atractivo que parecía ser un denominador común en aquella mansión. Llevaba algo así como un bastón y traía puesto un yukata bastante sencillo de colores blancos y celestes y a diferencia del vientre plano de la mayoría de mujeres del clan, esta mujer tenía una barriga bastante grande, cualquiera podía deducir que estaba embarazada.
Pero lo más llamativo de esta fémina no era ni su atractivo ni su robusta complexión, sino que lo que estaba usando a modo de bastón para caminar, era en realidad un martillo, uno casi tan alto como ella… un dai tsuchi.
La mujer miró atentamente a cada uno de los allí presentes, deteniéndose un momento en registrar los rostros desconocidos y también las manchas marrones dispersas por todas partes incluyendo el cuerpo del Uchiha, el del Inuzuka y el de una de sus criadas… suspiró pesadamente, soltó una sonrisa bastante… psicótica… y finalmente habló.
—¿Alguno con ganas de contarme lo que pasó aquí? —dijo con tono amable, esperando pacientemente una respuesta.
Ninguno de los Sakamoto parecía dispuesto a responder, ni siquiera Koko.
Enorme la sorpresa que se llevaron todos al notar los trozos de mierda esparcidos por todas partes, incluyendo alguna que otra salpicadura sobre el mantel.
Los que actuaban como meseros casi de forma instintiva desenfundaron unas dagas, cada uno llevaba una guardada ante cualquier eventualidad y entre todos los Sakamoto, se encargaron de rodear a cada uno de los que consideraron involucrados en el revuelo. Es decir, Datsue, Nabi, Plum, Eri y Sora, en caso de que alguno más decidiera moverse de su asiento, probablemente pasarían a estar en la mira también.
Eso sí, la criada —que había querido llevar a Datsue al baño para que pudiera limpiarse— intervino de otra manera, distinta a la de los demás ya que vio perfectamente como Nabi volvía a arrojar el zurullo hacia el Uchiha aunque de una forma de lo más extravagante. Al ver imposible que pudiera parar el proyectil con una bandeja, decidió optar por lo sano, se interpuso entre los dos shinobis sosteniendo la bandeja en alto y claro, dándole la espalda al Inuzuka para que la mierda no le de en la cara.
—¿¡Dónde se creen que están!? ¿¡En una puta granja!? —bramó Koko cuya paciencia se había acabado y se había puesto de pie dándole un fuerte golpe a la mesa.
Acto seguido dio unos pasos, acercándose a los más escandalosos pero en ese preciso instante, un ruido pudo escucharse a la distancia, uno que pareció retumbar por toda la residencia y se asemejaba mucho al de un martillo chocando contra el piso una y otra vez.
—No jodas… —dijo uno de los guardias que tenía pinta de ser el más experimentado por su aspecto tosco y algunas cicatrices en el rostro. Antes se mostraba muy seguro de su accionar, apuntando su lanza a Nabi, pero ahora se le veía horrorizado.
Y así como ese guardia pareció entrar en pánico, todos los demás Sakamoto también lo hicieron, todos comenzaron a dudar de si permanecer allí o huir, pero indistintamente de lo que hicieran la información le llegaría de todas maneras a aquello que se iba acercando…
—Estarán felices, eh, ni una hora —dijo Koko más que fastidiada quien decidió tomar asiento nuevamente mientras murmuraba cosas inentendibles.
Unos minutos pasaron, el sonido del martillo se hacía cada vez más fuerte, estaba cerca y para los entendidos aquella espera fue atroz, era como si les estuviesen torturando de la peor manera pero por lo menos, mantuvieron sus posiciones para asegurarse que el conflicto entre el Uchiha y el Inuzuka no empeoraría, incluso la criada que ahora tenía la espalda cubierta de mierda se había quedado estática en su lugar.
Y finalmente… una puerta se abrió de golpe, dejando ver a una mujer enorme, de una altura que seguramente superaba los dos metros, de cabellos largos y blancos, ojos pequeños y amarillos con un atractivo que parecía ser un denominador común en aquella mansión. Llevaba algo así como un bastón y traía puesto un yukata bastante sencillo de colores blancos y celestes y a diferencia del vientre plano de la mayoría de mujeres del clan, esta mujer tenía una barriga bastante grande, cualquiera podía deducir que estaba embarazada.
Pero lo más llamativo de esta fémina no era ni su atractivo ni su robusta complexión, sino que lo que estaba usando a modo de bastón para caminar, era en realidad un martillo, uno casi tan alto como ella… un dai tsuchi.
La mujer miró atentamente a cada uno de los allí presentes, deteniéndose un momento en registrar los rostros desconocidos y también las manchas marrones dispersas por todas partes incluyendo el cuerpo del Uchiha, el del Inuzuka y el de una de sus criadas… suspiró pesadamente, soltó una sonrisa bastante… psicótica… y finalmente habló.
—¿Alguno con ganas de contarme lo que pasó aquí? —dijo con tono amable, esperando pacientemente una respuesta.
Ninguno de los Sakamoto parecía dispuesto a responder, ni siquiera Koko.