13/01/2018, 17:07
Estaban jodidos.
Akame lo supo en cuanto vio el chakra de Uzumaki Zoku, firmemente envolviendo lo que aparentaban ser los restos de su carcasa física como un halo espectral. Algo dentro de él quiso revolverse, arrancarle un grito visceral y pedir a gritos que alguien acabase de una vez con su sufrimiento separándole la cabeza de los hombros. Poniendo fin a todas aquellas noches de tortura, a su existencia atormentada, a la larga sombra que ninjas más poderosos proyectaban sobre la Aldea y bajo la cual se había visto obligado a subsistir. Una sombra a la que aquella pequeña parte de su ser sabía que nunca alcanzaría con la suya propia.
Fue sólo un momento, claro. Porque aunque el joven Uchiha seguía sudando y tenía que apretar los dientes para que no le temblara la mandíbula de miedo, su mano derecha ya esta buscando con habilidad extraer el kunai oculto que debía llevar bajo la manga. Si es que lo llevaba. De conseguirlo, intentaría aferrar el mango con los dedos y suavemente empezar a acariciar las cuerdas con su acero afilado.
Si existía alguna posibilidad de que salieran de aquel zulo con la cabeza sobre los hombros y sin otra sarta de Fuuinjutsus-guarda-juramentos encima, pasaba por liberarse. Y Akame lo tenía claro, porque como buen ninja, conocía el primer deber de cualquier prisionero; escapar.
Mientras, Datsue intentaba ganar tiempo con su verborrea. Akame dudaba que aquello fuese a reportarles mucha ventaja, pero si conseguía distraer la atención del antiguo Kage durante —al menos— el tiempo suficiente como para desatarse... Bienvenido fuese.
Entonces escucho una voz... Su voz. Las palabras del bijuu casi le arrancaron una mueca de desprecio y un escupitajo hacia el lado, pero Akame se contuvo. En lugar de eso, se limitó a pensar con todas sus fuerzas, intentando imprimirle a su voz interna todo el desprecio que fue capaz.
«Jodido monstruo inútil. Regodéate en tu capacidad para torturar a dos genin que no pueden defenderse, sucia alimaña. Es lo único que sabes hacer bien...»
Akame lo supo en cuanto vio el chakra de Uzumaki Zoku, firmemente envolviendo lo que aparentaban ser los restos de su carcasa física como un halo espectral. Algo dentro de él quiso revolverse, arrancarle un grito visceral y pedir a gritos que alguien acabase de una vez con su sufrimiento separándole la cabeza de los hombros. Poniendo fin a todas aquellas noches de tortura, a su existencia atormentada, a la larga sombra que ninjas más poderosos proyectaban sobre la Aldea y bajo la cual se había visto obligado a subsistir. Una sombra a la que aquella pequeña parte de su ser sabía que nunca alcanzaría con la suya propia.
Fue sólo un momento, claro. Porque aunque el joven Uchiha seguía sudando y tenía que apretar los dientes para que no le temblara la mandíbula de miedo, su mano derecha ya esta buscando con habilidad extraer el kunai oculto que debía llevar bajo la manga. Si es que lo llevaba. De conseguirlo, intentaría aferrar el mango con los dedos y suavemente empezar a acariciar las cuerdas con su acero afilado.
Si existía alguna posibilidad de que salieran de aquel zulo con la cabeza sobre los hombros y sin otra sarta de Fuuinjutsus-guarda-juramentos encima, pasaba por liberarse. Y Akame lo tenía claro, porque como buen ninja, conocía el primer deber de cualquier prisionero; escapar.
Mientras, Datsue intentaba ganar tiempo con su verborrea. Akame dudaba que aquello fuese a reportarles mucha ventaja, pero si conseguía distraer la atención del antiguo Kage durante —al menos— el tiempo suficiente como para desatarse... Bienvenido fuese.
Entonces escucho una voz... Su voz. Las palabras del bijuu casi le arrancaron una mueca de desprecio y un escupitajo hacia el lado, pero Akame se contuvo. En lugar de eso, se limitó a pensar con todas sus fuerzas, intentando imprimirle a su voz interna todo el desprecio que fue capaz.
«Jodido monstruo inútil. Regodéate en tu capacidad para torturar a dos genin que no pueden defenderse, sucia alimaña. Es lo único que sabes hacer bien...»