13/01/2018, 22:32
«¡¿Ahora no dices nada, hijoputa?!». Ni su característica risa, ni alguna broma punzante, y ni mucho menos ofrecerles de nuevo su poder. Nada. Shukaku se había quedado en silencio, un silencio… intrigante.
Segundos atrás, al Uchiha ya le había parecido curioso que Shukaku se riese de aquella forma de ellos, en lugar de rugir como el loco que era al descubrir que su venganza había sido frustrada. ¿Acaso…? ¿Acaso sabía algo que ellos no? Es que quizá seguían…
… ¿en los ojos de un Uchiha?
¿Por eso no se reía? Ese tipejo os está torturando mejor que yo, había dicho. ¿Significaba aquello que no era Zoku en realidad? ¿Qué seguían en un Genjutsu? Su Sharingan no había podido ver a través de la primera ilusión, así que no tenía sentido confiar en sus ojos para averiguarlo ahora. Tampoco le encontraba sentido a que siguiesen dentro de una ilusión. Y, para rematar, descubrió que…
Todo aquello no importaba. ¿Había la posibilidad de que siguiese en una ilusión? Sí, pero no era una posibilidad por la que arriesgaría su vida. Zoku, además, le impidió pensárselo bien haciendo una cuenta atrás. No había tiempo. Las opciones eran claras: morir, y dejar que otro ocupase su lugar; o vivir, y tratar de ayudar a la Villa desde el bando contrario, como había acabado haciendo una vez. «Sí, excúsate en eso…». Era mejor verlo de aquel modo a decir, simplemente, que era un cobarde. Más fácil de asimilar.
—Tres. Dos. Uno.
—Elijo…
—Ahora lo entiendo, Uzumaki-sama... —le interrumpió Akame, con ojos vidriosos e inundados en un mar de fuego—. ¡Si quería la revancha no tenía más que decirlo! Lo entiendo, tuvo que escocer bastante irse a casa sabiendo que dos genin acababan de patearle el trasero, ¡pero no hacía falta montar esta escenita! —Datsue se había quedado con la boca entreabierta, con una expresión de estupefacción y terror dibujada en su rostro. «Pero, Akame… ¿¡Qué cojones…!?»—. Ichibi-san está poco participativo hoy, así que...
»Desátenos y acabemos con esto. Le damos la oportunidad de poner el uno a uno en el marcador.
«¡AKAME! ¡¿PERO QUÉ COJONES?!». ¿Es que era imbécil perdido o qué? ¿¡No veía que lo iban a matar!? Aún en el caso de que los liberase, ¡no tenían nada que hacer contra él! En la otra ocasión solo lo habían conseguido por pillarle desprevenido y con la ayuda de Shukaku. Dos factores que, ahora, no tenían ni de lejos. Definitivamente, que les llamasen los Hermanos del Desierto se le había subido a la cabeza.
Y, además, ¿por qué cojones hablaba por él? ¿Acaso no le conocía de todo aquel tiempo? Uchiha Datsue tenía un código muy claro: lo primero era sobrevivir; lo segundo sobrevivir; y lo tercero, sobrevivir. Luego llegaba lo demás.
Miró hacia el lado contrario de donde estaba Akame.
—Zoku… Yo…
Se le hizo un nudo en la garganta. Decenas de imágenes pasaron por su cabeza, a modo de flashes. Akame y él, compartiendo una loca aventura en Yamiria. Akame y él, luchando codo con codo por sus vidas en la Isla Monotonía. Akame y él, compartiendo vida y penurias atados por una cadena que Raito les había impuesto como castigo. Akame y él riendo. Akame y él soñando juntos aventuras por vivir. Akame y él apoyándose el uno en el otro, cuando nadie en aquella Aldea comprendía por lo que estaban pasando, por lo que Shukaku les hacía pasar. Cuando uno caía, el otro le ofrecía la mano para auparle. Cuando uno se dejaba caer, el otro tiraba de él hasta levantarle. Entonces recordó que ya había visto morir a Akame en una ocasión. Con Zoku de por medio, cuando les estaba sellando el bijuu…
… y se dio cuenta que no soportaría verlo por segunda vez.
—Maldito hijo de puta… —le temblaba la voz al hablar—. ¡Estúpido! ¡Imbécil! ¡Voy a matarte por esto! —No, aunque lo pudiese parecer, no le estaba gritando a Zoku. Lo hacía a Akame, mientras las lágrimas le salían a borbotones de sus ojos.
Tenía todos los músculos tensos, la vena de su frente parecía a punto de estallarle y lloraba. Lloraba como un niño desconsolado. Odiaba a Akame. Odiaba a Akame con toda la fuerza de su ser por lo que le estaba obligando a hacer.
—¡Este es el hombre al que elegiste seguir, Raito! ¿¡Eh!? —buscó a su sensei con la mirada—. ¿¡Un hombre que mata a sus compatriotas a traición y por la espalda, sin darles oportunidad a defenderse!? —redirigió su mirada encolerizada por el Sharingan, el odio y el rencor a Zoku—. ¡Échale huevos por una vez, perro, y enfréntate a tu creación! ¡Enfréntate a los Hermanos del Desierto!
«Se acabó…». Hacía mucho tiempo, años atrás, se había prometido que él no sería uno de esos estúpidos que moriría por algo tan trivial como el honor, la lealtad o la amistad.
Esbozó la sonrisa más triste del mundo. Era la sonrisa de alguien que sabía que iba a morir. «Supongo que nunca fui bueno para cumplir promesas...»
Segundos atrás, al Uchiha ya le había parecido curioso que Shukaku se riese de aquella forma de ellos, en lugar de rugir como el loco que era al descubrir que su venganza había sido frustrada. ¿Acaso…? ¿Acaso sabía algo que ellos no? Es que quizá seguían…
… ¿en los ojos de un Uchiha?
¿Por eso no se reía? Ese tipejo os está torturando mejor que yo, había dicho. ¿Significaba aquello que no era Zoku en realidad? ¿Qué seguían en un Genjutsu? Su Sharingan no había podido ver a través de la primera ilusión, así que no tenía sentido confiar en sus ojos para averiguarlo ahora. Tampoco le encontraba sentido a que siguiesen dentro de una ilusión. Y, para rematar, descubrió que…
Todo aquello no importaba. ¿Había la posibilidad de que siguiese en una ilusión? Sí, pero no era una posibilidad por la que arriesgaría su vida. Zoku, además, le impidió pensárselo bien haciendo una cuenta atrás. No había tiempo. Las opciones eran claras: morir, y dejar que otro ocupase su lugar; o vivir, y tratar de ayudar a la Villa desde el bando contrario, como había acabado haciendo una vez. «Sí, excúsate en eso…». Era mejor verlo de aquel modo a decir, simplemente, que era un cobarde. Más fácil de asimilar.
—Tres. Dos. Uno.
—Elijo…
—Ahora lo entiendo, Uzumaki-sama... —le interrumpió Akame, con ojos vidriosos e inundados en un mar de fuego—. ¡Si quería la revancha no tenía más que decirlo! Lo entiendo, tuvo que escocer bastante irse a casa sabiendo que dos genin acababan de patearle el trasero, ¡pero no hacía falta montar esta escenita! —Datsue se había quedado con la boca entreabierta, con una expresión de estupefacción y terror dibujada en su rostro. «Pero, Akame… ¿¡Qué cojones…!?»—. Ichibi-san está poco participativo hoy, así que...
»Desátenos y acabemos con esto. Le damos la oportunidad de poner el uno a uno en el marcador.
«¡AKAME! ¡¿PERO QUÉ COJONES?!». ¿Es que era imbécil perdido o qué? ¿¡No veía que lo iban a matar!? Aún en el caso de que los liberase, ¡no tenían nada que hacer contra él! En la otra ocasión solo lo habían conseguido por pillarle desprevenido y con la ayuda de Shukaku. Dos factores que, ahora, no tenían ni de lejos. Definitivamente, que les llamasen los Hermanos del Desierto se le había subido a la cabeza.
Y, además, ¿por qué cojones hablaba por él? ¿Acaso no le conocía de todo aquel tiempo? Uchiha Datsue tenía un código muy claro: lo primero era sobrevivir; lo segundo sobrevivir; y lo tercero, sobrevivir. Luego llegaba lo demás.
Miró hacia el lado contrario de donde estaba Akame.
—Zoku… Yo…
Se le hizo un nudo en la garganta. Decenas de imágenes pasaron por su cabeza, a modo de flashes. Akame y él, compartiendo una loca aventura en Yamiria. Akame y él, luchando codo con codo por sus vidas en la Isla Monotonía. Akame y él, compartiendo vida y penurias atados por una cadena que Raito les había impuesto como castigo. Akame y él riendo. Akame y él soñando juntos aventuras por vivir. Akame y él apoyándose el uno en el otro, cuando nadie en aquella Aldea comprendía por lo que estaban pasando, por lo que Shukaku les hacía pasar. Cuando uno caía, el otro le ofrecía la mano para auparle. Cuando uno se dejaba caer, el otro tiraba de él hasta levantarle. Entonces recordó que ya había visto morir a Akame en una ocasión. Con Zoku de por medio, cuando les estaba sellando el bijuu…
… y se dio cuenta que no soportaría verlo por segunda vez.
—Maldito hijo de puta… —le temblaba la voz al hablar—. ¡Estúpido! ¡Imbécil! ¡Voy a matarte por esto! —No, aunque lo pudiese parecer, no le estaba gritando a Zoku. Lo hacía a Akame, mientras las lágrimas le salían a borbotones de sus ojos.
Tenía todos los músculos tensos, la vena de su frente parecía a punto de estallarle y lloraba. Lloraba como un niño desconsolado. Odiaba a Akame. Odiaba a Akame con toda la fuerza de su ser por lo que le estaba obligando a hacer.
—¡Este es el hombre al que elegiste seguir, Raito! ¿¡Eh!? —buscó a su sensei con la mirada—. ¿¡Un hombre que mata a sus compatriotas a traición y por la espalda, sin darles oportunidad a defenderse!? —redirigió su mirada encolerizada por el Sharingan, el odio y el rencor a Zoku—. ¡Échale huevos por una vez, perro, y enfréntate a tu creación! ¡Enfréntate a los Hermanos del Desierto!
«Se acabó…». Hacía mucho tiempo, años atrás, se había prometido que él no sería uno de esos estúpidos que moriría por algo tan trivial como el honor, la lealtad o la amistad.
Esbozó la sonrisa más triste del mundo. Era la sonrisa de alguien que sabía que iba a morir. «Supongo que nunca fui bueno para cumplir promesas...»
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado