¡¡Los Uzureños se van de parranda!!

[Uchiha Datsue]

Por un momento, saboreó la dulce victoria sobre Nabi. También que, por primera vez en su vida, una Sakamoto le concediese la razón en lugar de a otro. Aquella era una rareza que sucedía de milenio en milenio, como ese eclipse solar que con suerte veías una vez en la vida. «Ah, creo que ya le estoy pillando el tranquillo». Después de llegar a las manos con dos chicas del clan, ya iba siendo hora.

Pero su triunfo se convirtió en cenizas cuando Eri dio la fiesta por terminada, sumida en una expresión mitad apenada mitad decepcionada. Luego, Plum, que no veía cómo quitarse el aceite de la bomba de Datsue sin una buena ducha, cosa que no pensaba hacer en la mansión. A ella le acompañó el Akimichi, y probablemente Hanako, quien la mayoría del tiempo la diferencia entre que estuviese o no era inapreciable hasta para un Hyūga.

El Uchiha suspiró. Lo que se suponía iba a ser un día de reencuentro, jovialidad y fiesta se había convertido en casi una ruptura, en un momento de inflexión dónde a partir de entonces, costaría horrores convencer a nadie para juntarse todos juntos de nuevo. Datsue lo vio claro: se iban a convertir en la promoción de Akame.

«Pues sí... Tan duro como suena».

Tiempo atrás, en el Valle de los Dojos, el Uchiha había tenido una discusión muy fuerte con cierto individuo, de curiosamente mismo nombre que Inuzuka Nabi. En aquel debate, Datsue se había vanagloriado que su promoción, por muchas rencillas internas que a veces hubiese, jamás se abandonarían del mismo modo en que ellos lo habían hecho. Ahora, todo parecía indicar que ellos irían por el mismo camino. ¿Y todo por qué? Por niñerías. Estupideces.

Pasó al lado de Nabi, y le susurró algo al pasar. ¿Una disculpa, tal vez? ¿Un intento de reconducir la situación? No, aquello hubiese sido lo adecuado, lo correcto, pero Uchiha Datsue era demasiado rencoroso para hacerlo. No, al menos, con la sangre todavía caliente.

—Estarás orgulloso, Nabi-san…

Luego se dirigió a la puerta.

—Sakamoto-sama, Koko-chan… Lamento profundamente lo sucedido. Visto como han ido las cosas, lo mejor es que yo me vaya también. Siento las molestias —realizó una inclinación de cabeza, y estaba ya a punto de irse cuando de pronto… Carraspeó—. ¿Podría llevarme la comida en un táper? Sería un desperdicio tirar tanta comida… Casi un pecado.