16/01/2018, 00:13
Akame intentó relajarse mientras la realidad a su alrededor seguía deformándose a antojo del veterano Uchiha. «¿Todavía estamos en su Genjutsu? ¿Cuántas malditas capas tiene, por Amaterasu?» Aquella experiencia no sólo iba a servir al joven genin a, quizás, conseguir un ascenso; sino también a darse cuenta de todo lo que todavía le quedaba por aprender. Del inmenso acantilado de habilidades que existía entre él —el laureado como Campeón del Torneo de los Dojos, un título que se le antojaba, ahora, vacío— y un jōnin de Uzushiogakure no Sato.
Lejos de dejar que aquella revelación le abatiese, decidió tomarlo como un reto. Y así, cuando se vio sentado en un pupitre solitario en una de las esquinas de un aula que le resultaba obviamente familiar, trató con todas sus fuerzas de olvidar todo lo que acababa de suceder y concentrarse en la prueba que le atañía. Ni siquiera buscó a Datsue con la mirada —aunque supo que estaba allí— antes de bajar la cabeza y centrar toda su atención en la hoja de papel que tenía ante sí.
Sus ojos ávidos de un desafío fueron leyendo las palabras conforme aparecían. Luego releyó el texto por completo otra vez. «Bien, es una pregunta de manual. No puedo fallar en esta», se dijo Akame. Al fin y al cabo, ¿quién había leído más manuales sobre táctica shinobi, interrogación y demás, que él?
Tomó la estilográfica con un hábil movimiento de sus manos y empezó a escribir en el lugar designado para ello.
Satisfecho, Akame repasó su respuesta un par de veces y luego se levantó. Con paso firme se aproximó hasta la mesa del profesor y depositó la hoja de papel. Luego, volvió a su sitio.
Lejos de dejar que aquella revelación le abatiese, decidió tomarlo como un reto. Y así, cuando se vio sentado en un pupitre solitario en una de las esquinas de un aula que le resultaba obviamente familiar, trató con todas sus fuerzas de olvidar todo lo que acababa de suceder y concentrarse en la prueba que le atañía. Ni siquiera buscó a Datsue con la mirada —aunque supo que estaba allí— antes de bajar la cabeza y centrar toda su atención en la hoja de papel que tenía ante sí.
Sus ojos ávidos de un desafío fueron leyendo las palabras conforme aparecían. Luego releyó el texto por completo otra vez. «Bien, es una pregunta de manual. No puedo fallar en esta», se dijo Akame. Al fin y al cabo, ¿quién había leído más manuales sobre táctica shinobi, interrogación y demás, que él?
Tomó la estilográfica con un hábil movimiento de sus manos y empezó a escribir en el lugar designado para ello.
En primer lugar, dada la naturaleza de la situación, el acercamiento debería realizarse yendo de incógnito. Si la guarida de los bandidos está ubicada dentro del pueblo es de esperar que frecuentarán el mismo y, probablemente, tendrán informantes o contactos entre los lugareños, ya sea por medio del soborno, la intimidación, o ambos.
Adoptar una tapadera realista y anodina, como por ejemplo la de un simple mensajero o comerciante. Realizar la recolección de información en los lugares comunes y concurridos del pueblo; la plaza, los comercios, la taberna. Sobornar, persuadir o intimidar —preferencia según la situación— a los lugareños. Priorizar la taberna durante la tarde o la noche, pagar unas cuantas rondas a los parroquianos para aflojarles la lengua. Mantener siempre un perfil bajo y actitud discreta.
De ser necesario, desplegar un señuelo para atraer a los objetivos; por ejemplo, comentar entre los lugareños que el ninja está guardando un valioso cargamento en su habitación. Si los criminales muerden el anzuelo, vigilar sus movimientos discretamente y, de ser posible, seguirles hasta su escondite. Siempre sin entablar conflicto directo ni revelar la verdadera identidad del ninja.
Una vez descubierto el lugar, el envío del mensaje a la Villa podría realizarse fácilmente mediante el empleo de la técnica Kage Bunshin no Jutsu. Mientras se esperan refuerzos, vigilar a los objetivos con la máxima discreción y, por encima de todo, no intervenir en combate directo ni realizar ninguna actuación que pudiera poner en compromiso la tapadera o alertar a los criminales de la presencia de un ninja en el pueblo.
Adoptar una tapadera realista y anodina, como por ejemplo la de un simple mensajero o comerciante. Realizar la recolección de información en los lugares comunes y concurridos del pueblo; la plaza, los comercios, la taberna. Sobornar, persuadir o intimidar —preferencia según la situación— a los lugareños. Priorizar la taberna durante la tarde o la noche, pagar unas cuantas rondas a los parroquianos para aflojarles la lengua. Mantener siempre un perfil bajo y actitud discreta.
De ser necesario, desplegar un señuelo para atraer a los objetivos; por ejemplo, comentar entre los lugareños que el ninja está guardando un valioso cargamento en su habitación. Si los criminales muerden el anzuelo, vigilar sus movimientos discretamente y, de ser posible, seguirles hasta su escondite. Siempre sin entablar conflicto directo ni revelar la verdadera identidad del ninja.
Una vez descubierto el lugar, el envío del mensaje a la Villa podría realizarse fácilmente mediante el empleo de la técnica Kage Bunshin no Jutsu. Mientras se esperan refuerzos, vigilar a los objetivos con la máxima discreción y, por encima de todo, no intervenir en combate directo ni realizar ninguna actuación que pudiera poner en compromiso la tapadera o alertar a los criminales de la presencia de un ninja en el pueblo.
Satisfecho, Akame repasó su respuesta un par de veces y luego se levantó. Con paso firme se aproximó hasta la mesa del profesor y depositó la hoja de papel. Luego, volvió a su sitio.