16/01/2018, 00:34
El Uchiha luchó por no verse abrumado por la avalancha de conjeturas y teorías que le lanzaron sus compañeros nada más aparecer él por las escaleras. Todavía estaba ligeramente aturdido y, desde luego, muy dolorido; de modo que pensar le costaba el doble de lo normal. Dejó tanto a Datsue como a Eri hablar a gusto, y sólo cuando ambos hubieron callado y se hizo un silencio, él tomó la palabra.
—Entonces podemos preveer cuándo volverá a pasar —dijo, aludiendo a lo que Datsue había dicho sobre aquel chakra que había envuelto al somier antes de que les atacase—. Y, si de verdad es el mismo chakra que el de aquel Juuinjutsu... Yo diría que quien quiera que fuese que puso el Sello Maldito al viejo, es la misma persona que ha intentado matarme con una cama.
»El anciano mencionó a alguien, ¿verdad? Al "maestro" que vivía en esta casa. Dijo... ¿Yogo-sama?
Luego tomó una pausa para coger aire. Le dolía la espalda y el lado derecho de las costillas a horrores.
—Sí, podría ser una de las razones. Movieron la cama de matrimonio para no tener que usar esa habitación. Estaba llena de polvo y todos los muebles eran viejos a más no poder, como si nadie hubiese entrado ahí en años —constató el Uchiha, y luego aventuró—. Creo que, de hecho, no fue el somier lo que movieron. Fue todo lo demás. Abandonaron esa habitación en concreto...
Akame inició, entonces, el descenso por las escaleras hasta el sótano. Mientras bajaba los peldaños cojeando ligeramente, respondió a una de las dudas de Eri.
—No te preocupes por eso, Eri-san. Conozco una técnica que servirá para alumbrarnos en la oscuridad.
Cuando al fin llegaron ante la puerta del sótano —abierta anteriormente por Datsue—, Akame chasqueó los dedos y una esfera de chakra Katon muy luminiscente se materializó sobre la yema de su índice. El Uchiha agitó el dedo, y la canica de luz dio un saltito para luego empezar a flotar, orbitando a su alrededor. Entró en el sótano, y el resplandor de su jutsu fue suficiente para iluminar parcialmente casi la totalidad de la sala.
Se trataba de una habitación grande, de muros de piedra —a excepción de la pared del lado contrario a la entrada, que era de madera— repleta de chismes y muebles antiguos apilados de cualquier forma; armarios apolillados, telas viejas y roídas, pilas de libros podridos e ilegibles y demás basura inservible. Olía a humedad y a cerrado, como si nadie hubiese estado allí en décadas.
—Entonces podemos preveer cuándo volverá a pasar —dijo, aludiendo a lo que Datsue había dicho sobre aquel chakra que había envuelto al somier antes de que les atacase—. Y, si de verdad es el mismo chakra que el de aquel Juuinjutsu... Yo diría que quien quiera que fuese que puso el Sello Maldito al viejo, es la misma persona que ha intentado matarme con una cama.
»El anciano mencionó a alguien, ¿verdad? Al "maestro" que vivía en esta casa. Dijo... ¿Yogo-sama?
Luego tomó una pausa para coger aire. Le dolía la espalda y el lado derecho de las costillas a horrores.
—Sí, podría ser una de las razones. Movieron la cama de matrimonio para no tener que usar esa habitación. Estaba llena de polvo y todos los muebles eran viejos a más no poder, como si nadie hubiese entrado ahí en años —constató el Uchiha, y luego aventuró—. Creo que, de hecho, no fue el somier lo que movieron. Fue todo lo demás. Abandonaron esa habitación en concreto...
Akame inició, entonces, el descenso por las escaleras hasta el sótano. Mientras bajaba los peldaños cojeando ligeramente, respondió a una de las dudas de Eri.
—No te preocupes por eso, Eri-san. Conozco una técnica que servirá para alumbrarnos en la oscuridad.
Cuando al fin llegaron ante la puerta del sótano —abierta anteriormente por Datsue—, Akame chasqueó los dedos y una esfera de chakra Katon muy luminiscente se materializó sobre la yema de su índice. El Uchiha agitó el dedo, y la canica de luz dio un saltito para luego empezar a flotar, orbitando a su alrededor. Entró en el sótano, y el resplandor de su jutsu fue suficiente para iluminar parcialmente casi la totalidad de la sala.
Se trataba de una habitación grande, de muros de piedra —a excepción de la pared del lado contrario a la entrada, que era de madera— repleta de chismes y muebles antiguos apilados de cualquier forma; armarios apolillados, telas viejas y roídas, pilas de libros podridos e ilegibles y demás basura inservible. Olía a humedad y a cerrado, como si nadie hubiese estado allí en décadas.