16/01/2018, 19:40
«¡Eso es!»
Akame ya había visto aquel símbolo con anterioridad, y le resultaba extrañamente familiar. Eran los mismos tatuajes que los del Juuinjutsu del anciano, extendiéndose por todo su cuerpo. Pero había algo más... Algo que no conseguía recordar.
Volvió a la realidad cuando la voz de Eri le llamó la atención. Asintió, todavía dolorido, y luego Datsue propuso volar la puerta. La Uzumaki quería quemarla. Akame se retiró unos pasos, examinó la estructura y luego calló durante un momento. Finalmente, habló con aire reflexivo.
—Si tratamos de destruir la pared con un Katon corremos el riesgo de provocar un incendio, como apunta Datsue-kun —al fin y al cabo, estaban rodeados de muebles viejos, telas apolilladas y libros—. Volarla en pedazos tampoco podría ser una buena opción... Estamos en el sótano. Tenemos todos los cimientos de la casa sobre nuestras cabezas. Quién sabe si una explosión, aunque fuese controlada, podría dañar la estructura y provocar un derrumbamiento.
El Uchiha movió el brazo derecho, haciéndolo girar en circunferencias con el codo flexionado. Gruñó, «todavía me duele...» Luego se acercó a la pared y enarboló su mano diestra como si de una espada se tratase.
—Oni no Migite.
Con un zumbido parecido al de una sierra de alta tecnología de Amegakure, la mano derecha de Akame se vio envuelta en una capa de chakra índigo que vibraba a alta frecuencia. El genin acometió la pared de madera más o menos por donde recordaba que habían notado el hueco. Dio un par de tajos —que cortaron los tablones como si fuesen mantequilla— y luego un tercero en la base de la pared.
El afilado chakra de su mano se vaporizó mientras el Uchiha retrocedía, jadeando visiblemente.
—Ahora, a trabajar...
Tal y como Akame había efectuado los cortes, sólo había que retirar los tablones poco a poco para ir dejando un hueco en la pared del tamaño de un hombre adulto.
Akame ya había visto aquel símbolo con anterioridad, y le resultaba extrañamente familiar. Eran los mismos tatuajes que los del Juuinjutsu del anciano, extendiéndose por todo su cuerpo. Pero había algo más... Algo que no conseguía recordar.
Volvió a la realidad cuando la voz de Eri le llamó la atención. Asintió, todavía dolorido, y luego Datsue propuso volar la puerta. La Uzumaki quería quemarla. Akame se retiró unos pasos, examinó la estructura y luego calló durante un momento. Finalmente, habló con aire reflexivo.
—Si tratamos de destruir la pared con un Katon corremos el riesgo de provocar un incendio, como apunta Datsue-kun —al fin y al cabo, estaban rodeados de muebles viejos, telas apolilladas y libros—. Volarla en pedazos tampoco podría ser una buena opción... Estamos en el sótano. Tenemos todos los cimientos de la casa sobre nuestras cabezas. Quién sabe si una explosión, aunque fuese controlada, podría dañar la estructura y provocar un derrumbamiento.
El Uchiha movió el brazo derecho, haciéndolo girar en circunferencias con el codo flexionado. Gruñó, «todavía me duele...» Luego se acercó a la pared y enarboló su mano diestra como si de una espada se tratase.
—Oni no Migite.
Con un zumbido parecido al de una sierra de alta tecnología de Amegakure, la mano derecha de Akame se vio envuelta en una capa de chakra índigo que vibraba a alta frecuencia. El genin acometió la pared de madera más o menos por donde recordaba que habían notado el hueco. Dio un par de tajos —que cortaron los tablones como si fuesen mantequilla— y luego un tercero en la base de la pared.
El afilado chakra de su mano se vaporizó mientras el Uchiha retrocedía, jadeando visiblemente.
—Ahora, a trabajar...
Tal y como Akame había efectuado los cortes, sólo había que retirar los tablones poco a poco para ir dejando un hueco en la pared del tamaño de un hombre adulto.