16/01/2018, 20:52
Cuando Eri puso un pie en aquella estancia, supo que algo no iba bien. Quizá por el olor a putrefacción que desprendía, quizá por la escasa luz que iluminaba la estancia, o quizá los frascos llenos de órganos, vísceras y... Eri no pudo aguantar aquello, por eso se vio obligada a mirar hacia delante: una mesa, pergaminos...
«Esto lo ha estado usando alguien...»
Y no podía estar más en lo cierto.
—Vuestra determinación es de elogiar, jóvenes...
La pelirroja buscó con la mirada al emisor de aquella voz, encontrándose con un ser tan difícil de describir como de ver. No podía catalogarlo como persona, pero sí como monstruo, y es que, aquel espectáculo era, sin duda, uno muy grotesco. Instintivamente la kunoichi se tapó la boca en cuanto lo vio, incapaz de procesar tal imagen en tan pocos segundos.
—¿Qué es lo que queréis de mí, El Gran Maestro, Mite Iru Hito, Ooseiji, Yogo-sama?
«¿Yogo...sama?»
Ahogó un grito de espanto y sin querer dio un par de pasos hacia atrás, sin dejar de mirar aquello. ¿Esa... cosa, era el maestro del anciano? ¿Llevaba todo el tiempo allí oculto y nadie se había dado cuenta? ¿Cómo era posible aquello?
—Hablad.
Pero ella era incapaz de soltar prenda, en aquel momento, en aquel lugar, Eri no supo qué decir para salir del apuro. Aquella situación era nueva, y qué decir de inverosímil, pero ella lo estaba viviendo y necesitaba buscar las palabras adecuadas. Quiso buscar con la mirada a Akame, a Datsue y sentir que no estaba sola, pero no pudo.
Simplemente observaba aquello como si ella misma fuese una tercera persona del lugar.
«Esto lo ha estado usando alguien...»
Y no podía estar más en lo cierto.
—Vuestra determinación es de elogiar, jóvenes...
La pelirroja buscó con la mirada al emisor de aquella voz, encontrándose con un ser tan difícil de describir como de ver. No podía catalogarlo como persona, pero sí como monstruo, y es que, aquel espectáculo era, sin duda, uno muy grotesco. Instintivamente la kunoichi se tapó la boca en cuanto lo vio, incapaz de procesar tal imagen en tan pocos segundos.
—¿Qué es lo que queréis de mí, El Gran Maestro, Mite Iru Hito, Ooseiji, Yogo-sama?
«¿Yogo...sama?»
Ahogó un grito de espanto y sin querer dio un par de pasos hacia atrás, sin dejar de mirar aquello. ¿Esa... cosa, era el maestro del anciano? ¿Llevaba todo el tiempo allí oculto y nadie se había dado cuenta? ¿Cómo era posible aquello?
—Hablad.
Pero ella era incapaz de soltar prenda, en aquel momento, en aquel lugar, Eri no supo qué decir para salir del apuro. Aquella situación era nueva, y qué decir de inverosímil, pero ella lo estaba viviendo y necesitaba buscar las palabras adecuadas. Quiso buscar con la mirada a Akame, a Datsue y sentir que no estaba sola, pero no pudo.
Simplemente observaba aquello como si ella misma fuese una tercera persona del lugar.