16/01/2018, 23:27
—¿Es que acaso osáis irrumpir en esta mi morada con tan sencillas y pobres pretensiones?
La voz antinatural de aquel ser sonó por un momento con un matiz de confusión. Akame, que se había mantenido callado hasta ese momento, se adelantó un paso mientras Datsue retrocedía otro. Su Sharingan examinaba aquel manto de chakra nauseabundo que envolvía al llamado Yogo-sama, "El Que Ve". La energía que le rodeaba era tan repugnante que Akame hubiera podido jurar que no sólo fue capaz de verla, sino de olerla y degustarla en el aire.
Reprimió una arcada. Tal vez no era por eso, sino por el fétido olor que despedía aquella cosa. «Parece remendado a partir de cadáveres y huele como un cadáver. Sin embargo ahí está, vivo» caviló el Uchiha. Datsue y Eri parecían demasiado aterrorizados como para hacer nada y él no es que se encontrase en el pináculo de su forma psicológica; simplemente sabía guardar mejor la calma.
De repente aquella máquina que servía de trono al grotesco Yogo-sama crujió con un chirrido metálico. Luego se pudo oír un burbujeo, y algunos de los gruesos tubos que salían del asiento para insertarse en la carne del engendro se agitaron un momento. «¿Esa cosa está... Bombeando algo dentro de él?» Akame siguió el flujo con la vista y pudo advertir que un grueso conducto partía de la base de la máquina para atravesar la pared que había justo detrás. «Por las tetas de Amaterasu... ¿Qué habrá al otro lado?»
—Muchacho —llamó aquel grotesco ser—. ¿Acaso fuiste tú quien liberó a mi lacayo?
Akame se giró inconscientemente hacia Datsue.
—¿Qué motivos tenías para relevarle de su servicio, y con qué potestad lo hiciste? —no había enfado en su voz, mas sí intriga. Cuando Datsue dio el segundo paso hacia la salida, el monstruo habló de nuevo—. No abandonarás esta sala. Volverás aquí una vez, y otra, y otra...
La voz antinatural de aquel ser sonó por un momento con un matiz de confusión. Akame, que se había mantenido callado hasta ese momento, se adelantó un paso mientras Datsue retrocedía otro. Su Sharingan examinaba aquel manto de chakra nauseabundo que envolvía al llamado Yogo-sama, "El Que Ve". La energía que le rodeaba era tan repugnante que Akame hubiera podido jurar que no sólo fue capaz de verla, sino de olerla y degustarla en el aire.
Reprimió una arcada. Tal vez no era por eso, sino por el fétido olor que despedía aquella cosa. «Parece remendado a partir de cadáveres y huele como un cadáver. Sin embargo ahí está, vivo» caviló el Uchiha. Datsue y Eri parecían demasiado aterrorizados como para hacer nada y él no es que se encontrase en el pináculo de su forma psicológica; simplemente sabía guardar mejor la calma.
De repente aquella máquina que servía de trono al grotesco Yogo-sama crujió con un chirrido metálico. Luego se pudo oír un burbujeo, y algunos de los gruesos tubos que salían del asiento para insertarse en la carne del engendro se agitaron un momento. «¿Esa cosa está... Bombeando algo dentro de él?» Akame siguió el flujo con la vista y pudo advertir que un grueso conducto partía de la base de la máquina para atravesar la pared que había justo detrás. «Por las tetas de Amaterasu... ¿Qué habrá al otro lado?»
—Muchacho —llamó aquel grotesco ser—. ¿Acaso fuiste tú quien liberó a mi lacayo?
Akame se giró inconscientemente hacia Datsue.
—¿Qué motivos tenías para relevarle de su servicio, y con qué potestad lo hiciste? —no había enfado en su voz, mas sí intriga. Cuando Datsue dio el segundo paso hacia la salida, el monstruo habló de nuevo—. No abandonarás esta sala. Volverás aquí una vez, y otra, y otra...