17/01/2018, 01:16
—Sí, he estado algo liada estos días... La verdad es que no me puedo quejar, aunque me había olvidado de lo estricto que es mi padre cuando se trata de entrenar...
—Sí, ya —comentó Daruu, distraído. «Pues yo no podría olvidarme jamás. Con lo tranquilo que estoy desde que habéis hecho las paces...»
—Bonito arco.
—¿Te gusta? —Ayame giró el brazo y reveló el artilugio. Dos trozos arqueados de madera se unían a un hilo de nailon—. Hacía mucho que lo tenía, pero no terminaba de cogerle el tranquillo. Además, llevarlo siempre encima era un poco engorroso así que le pedí consejo a Zetsuo y a Kōri y me inspiré en el mecanismo oculto de kunai para hacerle unas pequeñas modificaciones. Así, —La muchacha extendió el brazo y giró la muñeca, desplegando el arma. Daruu tuvo que apartarse para que uno de los extremos no le golpease en la cara— no necesito cargarlo siempre ni me resta movilidad a los brazos.
—Ya veo —dijo—. Y veo que a pesar de ensuciarte más de la cuenta de tanto entrenar, —Situó la mano en su cuello y acarició la parte de atrás de su cabello suavemente— sigues estando igual de bonita que siempre.
Ayame se estremeció y Daruu retiró la mano de golpe, dándose la vuelta y cuadrándose en el sitio. Una gélida brisa acababa de invadir el micro-bosque, y su presencia anunciaba la llegada de su maestro. Había aprendido a identificar aquella clase de frío muy bien: era como cuando alguien abría la puerta de la cafetería de su madre en los días más fríos. Como cuando se cierra la puerta de una nevera tan fuerte que se mueve el aire enfrente de ella. No era infalible, por supuesto, pero dependiendo del momento y del lugar, se podía saber cuando Aotsuki Kōri estaba cerca.
—Buenos días —saludó. Daruu le devolvió el saludo con una ligera reverencia—. Tal y como os prometí. Esto os va a gustar. —El sensei rebuscaba en los bolsillos de la chaqueta. No tardó en extraer un pergamino con un sello en el que se podía leer la letra C.
Al contrario que su compañera, Daruu sonrió entusiasmado y se adelantó para tomar el pergamino de inmediato. Se acercó de nuevo a Ayame y lo abrió delante de ella para que ambos pudieran leer los contenidos.
—Sí, ya —comentó Daruu, distraído. «Pues yo no podría olvidarme jamás. Con lo tranquilo que estoy desde que habéis hecho las paces...»
—Bonito arco.
—¿Te gusta? —Ayame giró el brazo y reveló el artilugio. Dos trozos arqueados de madera se unían a un hilo de nailon—. Hacía mucho que lo tenía, pero no terminaba de cogerle el tranquillo. Además, llevarlo siempre encima era un poco engorroso así que le pedí consejo a Zetsuo y a Kōri y me inspiré en el mecanismo oculto de kunai para hacerle unas pequeñas modificaciones. Así, —La muchacha extendió el brazo y giró la muñeca, desplegando el arma. Daruu tuvo que apartarse para que uno de los extremos no le golpease en la cara— no necesito cargarlo siempre ni me resta movilidad a los brazos.
—Ya veo —dijo—. Y veo que a pesar de ensuciarte más de la cuenta de tanto entrenar, —Situó la mano en su cuello y acarició la parte de atrás de su cabello suavemente— sigues estando igual de bonita que siempre.
Ayame se estremeció y Daruu retiró la mano de golpe, dándose la vuelta y cuadrándose en el sitio. Una gélida brisa acababa de invadir el micro-bosque, y su presencia anunciaba la llegada de su maestro. Había aprendido a identificar aquella clase de frío muy bien: era como cuando alguien abría la puerta de la cafetería de su madre en los días más fríos. Como cuando se cierra la puerta de una nevera tan fuerte que se mueve el aire enfrente de ella. No era infalible, por supuesto, pero dependiendo del momento y del lugar, se podía saber cuando Aotsuki Kōri estaba cerca.
—Buenos días —saludó. Daruu le devolvió el saludo con una ligera reverencia—. Tal y como os prometí. Esto os va a gustar. —El sensei rebuscaba en los bolsillos de la chaqueta. No tardó en extraer un pergamino con un sello en el que se podía leer la letra C.
Al contrario que su compañera, Daruu sonrió entusiasmado y se adelantó para tomar el pergamino de inmediato. Se acercó de nuevo a Ayame y lo abrió delante de ella para que ambos pudieran leer los contenidos.
(C) Al otro lado del papel
Sanryoku Shiruuba fue una experta en el chakra y sus aplicaciones en técnicas de sellado, a pesar de que nunca estuvo interesada en ser kunoichi. Amegakure le proporcionaba un sueldo a cambio de información sobre sus investigaciones en el campo, y le permitía vivir fuera de la aldea, en su residencia al este de Coladragón —se adjunta mapa con la localización—. Hace un tiempo que no recibimos noticias de ella. Dada su avanzada edad, es probable que haya fallecido.
Se pide al equipo de ninjas que se traslade a Coladragón, se investigue sobre si le ha pasado algo a Shiruuba y, en caso de fallecimiento, se reporte su muerte y se busque y recoja un libro dorado en el que la anciana recogía periódicamente sus hallazgos y técnicas más secretas. Tal y como especifica en el contrato que firmó, en el momento de su muerte o desaparición dicho libro pasaría a formar parte de la Biblioteca de Amegakure.
Es posible que el libro haya cambiado de dueño o haya caído en malas manos. En dicho caso, el jōnin del equipo deberá ocuparse de que no quede nadie vivo para contar los secretos que contiene, siendo los acompañantes los que le prestarán servicio de apoyo, y en cualquier caso, los que darán alarma a la villa si sucede algún inconveniente o si se necesita ayuda de más ninjas. La existencia del volumen dorado debe de tratarse con absoluta y total discrección.
Se pide al equipo de ninjas que se traslade a Coladragón, se investigue sobre si le ha pasado algo a Shiruuba y, en caso de fallecimiento, se reporte su muerte y se busque y recoja un libro dorado en el que la anciana recogía periódicamente sus hallazgos y técnicas más secretas. Tal y como especifica en el contrato que firmó, en el momento de su muerte o desaparición dicho libro pasaría a formar parte de la Biblioteca de Amegakure.
Es posible que el libro haya cambiado de dueño o haya caído en malas manos. En dicho caso, el jōnin del equipo deberá ocuparse de que no quede nadie vivo para contar los secretos que contiene, siendo los acompañantes los que le prestarán servicio de apoyo, y en cualquier caso, los que darán alarma a la villa si sucede algún inconveniente o si se necesita ayuda de más ninjas. La existencia del volumen dorado debe de tratarse con absoluta y total discrección.