18/01/2018, 19:12
Saigo le explicó a Keisuke que con darle algo de su energia ya sería suficiente para que se recuperase, tras lo cual, el médico trató la mano más que herida del shinobi. Finalmente, movieron a Aki a una de las camas de la "enfermería", que tristemente era la sala más grande del escondite. Comprobaron que todo estaba en orden con Karamaru y Mogura y que Ryu seguía vivo y, además, sano.
Todos se extrañaron de la sangre, ya coagulada, que cubría los orificios nasales del médico inconsciente, pero Saigo les dijo que se ahorrasen las explicaciones y pasaran directamente a la cocina y después al dormitorio, a descansar hasta que Mogura despertase.
Fueron a la cocina donde Aki les había dejado preparadas unas ricas bolas de arroz. Había un par para cada uno, un total de seis, pero teniendo en cuenta que Mogura estaba indispuesto, buenamente podrían usurparselas si les venía de gusto. La cocina era poco más que unos fogones, una nevera y un par de mesas con bancos a ambos lados.
— Echaos un rato, cuando os recuperéis ya podremos hablar con más calma.
Con eso, les enseñó una pequeña estancia donde tenían camas de verdad, en una de ellas depositaron a Mogura, despues de que Keisuke le diese un poco de chakra con la poca energia que le quedaba y le limpiasen un poco la cara, y en otras dos se tumbaron Karamaru y Keisuke. Ambos se quedaron fritos casi instantáneamente.
El trio empezó a despertar casi al mismo tiempo, tal vez por la luz que entraba por los bordes de la puerta o por las voces que empezaban a colarse en forma de susurros. Es lo que tenía estar justo detrás de la cocina. Al parecer, tanto Aki como Ryu estaban conscientes. La puerta se abrió antes de que ellos acabasen de desperezarse o siquiera de volver a la consciencia.
— Mogura, Keisuke, necesitamos vuestra ayuda.
El tal Mogura sentía un extraño dolor nasal, si se llevaba la mano aún vería algo de sangre seca. Keisuke sentía que si volvía a usar la técnica de transferencia de chakra iba a vomitar, a pesar de sentirse descansado. Pero Karamaru estaba al cien por cien de nuevo.
Sus superiores los esperarían sentados en uno de los bancos que tenían las mesas de la cocina, esperando a que los genins se sentasen en el opuesto. Ryu estaba como nuevo, a diferencia de Aki, que parecía volver del mismísimo infierno. Tenía ojeras e iba ataviada con una de las capas más gruesas que habían visto en su vida. Por primera vez, su presencia no les acaloró lo más mínimo. En sus manos enguantadas sujetaba una taza humeante de té verde.
— Servios lo que querais y sentaos, tenemos que hablar.