19/01/2018, 03:48
Con cada paso, el aroma dejaba de ser sólo un olor despreciable para convertirse, finalmente, en un nauseabundo y pútrido aire concentrado. Se aseveró en cuanto Akame abrió la segunda puerta ubicada en el costado derecho del pasillo. Cuando echó el ojo, pudo comprobar que la silueta de una persona yacía tendida por sobre la cama de la habitación con los brazos plácidamente abiertos sobresaliendo los costados del colchón y con la mirada perdida al techo. Fue incapaz de distinguir de quién se trataba, desde luego, pero era perfectamente presumible que tendría que llevar muerto un par de días, a lo sumo. Y cuya descomposición se aceleró debido a la poca ventilación que tenía aquella humilde cabaña de motel.
Si se detenía a observar la habitación con mayor detenimiento, podría percatarse de que a pesar de; el cuarto yacía lo suficientemente ordenado como para suponer que no hubo ningún forcejeo. Si bien eran pocas cosas las que adornaban su interior, todo parecía estar en posición correcta, dando la sensación de que aquello lo había cometido alguien experimentado.
¿Quién podría haber sido, y por qué?
y la pregunta del millón, ¿era aquel hombre Yataru Katori?
El clon por sí sólo no tenía forma de saberlo, ni de tampoco comunicárselo a su original sin tener que desaparecer. Y sin embargo, aún había resto por explorar, a menos que creyese haber visto lo suficiente como para salir de ahí y no tener luego la necesidad de tener que entrar, otra vez.
Pero antes de que pudiera siquiera siquiera en pensar continuar su travesía a lo largo de la cabaña, el sharingan del falso Akame se percató de un súbito destello en el picaporte de la puerta que había abierto. Parecía haber un hilo atado con la suficiente pericia como para ser imperceptible a primera vista, que calaba por los marcos de la madera y que se rejuntaba a la pared hasta dar vuelta a toda la habitación. De pronto, todo fue haciéndose más claro, y es que en un cálculo rápido, Akame pudo comprobar que el cuarto estaba rodeado de unos 20 sellos explosivos. A saber de qué clase de potencia.
Las fichas de Sakyu rodaron hasta el centro de la mesa, en donde las manos del repartidor se acercaron para rejuntar todas las fichas del pote en un sólo lugar. Luego, tomó las cartas de los que habían foldeado y volvió a tomar el mazo.
—Tiene usted mucha astucia, Sakyu-san. Jugar así, en su primera mano...
—¿Qué tanto te cuesta decir la palabra cojones. ¡Co-jo-nes!
—Si no participan de la mano, debéis hacer silencio —pidió—. Jugadores, aquí viene el flop.
![[Imagen: 22.png]](https://www.random.org/playing-cards/22.png)
![[Imagen: 1.png]](https://www.random.org/playing-cards/1.png)
El alcalde recibió aquel trío de cartas con la naturalidad digna de un asiduo jugador. Ni un ápice de emoción o decepción que, en principio, pudiera delatarle ante los ojos experimentados del uchiha. Algo hacía del poder de aquellos ojos un aparato inservible en contra de aquel hombre de pocas montas.
Etsu aguardó en silencio, pues la palabra la tenía Datsue. Cantaba él si subía la apuesta, o pasaba.
Si se detenía a observar la habitación con mayor detenimiento, podría percatarse de que a pesar de; el cuarto yacía lo suficientemente ordenado como para suponer que no hubo ningún forcejeo. Si bien eran pocas cosas las que adornaban su interior, todo parecía estar en posición correcta, dando la sensación de que aquello lo había cometido alguien experimentado.
¿Quién podría haber sido, y por qué?
y la pregunta del millón, ¿era aquel hombre Yataru Katori?
El clon por sí sólo no tenía forma de saberlo, ni de tampoco comunicárselo a su original sin tener que desaparecer. Y sin embargo, aún había resto por explorar, a menos que creyese haber visto lo suficiente como para salir de ahí y no tener luego la necesidad de tener que entrar, otra vez.
Pero antes de que pudiera siquiera siquiera en pensar continuar su travesía a lo largo de la cabaña, el sharingan del falso Akame se percató de un súbito destello en el picaporte de la puerta que había abierto. Parecía haber un hilo atado con la suficiente pericia como para ser imperceptible a primera vista, que calaba por los marcos de la madera y que se rejuntaba a la pared hasta dar vuelta a toda la habitación. De pronto, todo fue haciéndose más claro, y es que en un cálculo rápido, Akame pudo comprobar que el cuarto estaba rodeado de unos 20 sellos explosivos. A saber de qué clase de potencia.
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Las fichas de Sakyu rodaron hasta el centro de la mesa, en donde las manos del repartidor se acercaron para rejuntar todas las fichas del pote en un sólo lugar. Luego, tomó las cartas de los que habían foldeado y volvió a tomar el mazo.
—Tiene usted mucha astucia, Sakyu-san. Jugar así, en su primera mano...
—¿Qué tanto te cuesta decir la palabra cojones. ¡Co-jo-nes!
—Si no participan de la mano, debéis hacer silencio —pidió—. Jugadores, aquí viene el flop.
![[Imagen: 22.png]](https://www.random.org/playing-cards/22.png)
![[Imagen: 1.png]](https://www.random.org/playing-cards/1.png)
![[Imagen: 28.png]](https://www.random.org/playing-cards/28.png)
El alcalde recibió aquel trío de cartas con la naturalidad digna de un asiduo jugador. Ni un ápice de emoción o decepción que, en principio, pudiera delatarle ante los ojos experimentados del uchiha. Algo hacía del poder de aquellos ojos un aparato inservible en contra de aquel hombre de pocas montas.
Etsu aguardó en silencio, pues la palabra la tenía Datsue. Cantaba él si subía la apuesta, o pasaba.